La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) está accionando su palanca de emergencia y moviendo sus piezas del ajedrez geopolítico en el este de Europa en medio del conflicto entre Ucrania y Rusia, cerrando filas en favor del primero pero sin entrar activamente en el terreno.
La ofensiva militar de Rusia en Ucrania está provocando un reacomodo de la OTAN y un resurgimiento del organismo luego de años en los que perdió relevancia y su unidad peligró durante la administración del expresidente de EE. UU., Donald Trump.
A pesar de que la entrada de Ucrania en la OTAN está descartada por el momento –aunque el país se había catalogado como candidato– otras naciones del entorno se han unido en las últimas décadas, expandiendo los límites hacia el este, y ahora países neutrales como Suecia o Finlandia valoran la posibilidad ante las amenazas de Rusia.
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Moviendo fichas
La OTAN ha celebrado reuniones de emergencia desde la escalada de tensiones en la frontera ruso-ucraniana que desembocaron en la invasión anunciada por el mandatario Vladimir Putin, el 23 de febrero.
La entidad activó casi inmediatamente sus planes de defensa al amparo del artículo 4 del Tratado del Atlántico Norte, el cual indica que “las partes se consultarán cuando, a juicio de cualquiera de ellas, la integridad territorial, la independencia política o la seguridad de cualquiera de las partes fuese amenazada”.
Si bien Ucrania no es miembro de la OTAN, por lo que se descarta una intervención directa, sí lo son países vecinos como Polonia, Eslovaquia, Rumania o las naciones bálticas, ubicadas más al norte y fronterizos con Rusia.
La OTAN se expande al este
En las últimas dos décadas, la OTAN se ha extendido hacia el este incorporando a miembros fronterizos con Rusia, como Estonia, Letonia o Lituania (2004). El último país que entró a la Alianza fue Macedonia del Norte en el 2020.
FUENTE: OTAN || / EL FINANCIERO
Por esa razón, la posición más cautelosa de la OTAN en un principio dio paso a medidas más concretas y defensivas, con el fin de resguardar sus fronteras. La organización está reforzando su misión en Letonia y dispone de otros tres grupos tácticos multinacionales ubicados en Estonia, Lituania y Polonia, formados tras la invasión rusa a Crimea en el 2014.
Además, la OTAN quiere poner en marcha nuevos batallones en Rumania, Bulgaria, Hungría y Eslovaquia. Francia se ha ofrecido a encabezar el nuevo grupo de combate de Rumania.
Mientras tanto, Bielorrusia se planta como el principal aliado del Kremlin en la región, país a través del cual Rusia también entró a Ucrania para tomar posiciones en el norte.
Para el politólogo y analista Constantino Urcuyo, la estrategia de la OTAN es clara: no entrar a Ucrania pero proteger sus fronteras.
“Si entran a Ucrania se enfrentan con las tropas rusas y el riesgo de la escalada nuclear sería inminente (...). La OTAN sí va a ser muy clara en el sentido de que no le toquen a ninguno de los países miembros”, afirmó Urcuyo.
La situación ya está provocando actitudes sin precedentes. Alemania no solo canceló el avance del gasoducto Nord Stream II que la conecta con Rusia y que está listo para inaugurarse, sino que también aumentará su financiación militar con un fondo 100.000 millones de euros y aprobó el envío de armas a Ucrania, un gesto que rompe con su compromiso de no proveer armas a zonas en conflicto.
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“Eso es algo que desde 1945 Alemania tenía muy claro, que no debía cruzar esa línea; lo mismo con el presupuesto militar. Estamos asistiendo a un cambio total de postulados que se originan en el accionar ruso”, comentó Nicolás Boeglin, profesor de derecho internacional público de la Facultad de Derecho de la Universidad de Costa Rica.
España es otro de los países que siguen estos pasos, pues enviará “material militar ofensivo” a Ucrania y soldados a Polonia, algo por lo que ha sido criticado por Unidos Podemos, el partido aliado del Partido Socialista Obrero Español en el gobierno.
“España está donde debe estar: con sus aliados en la Alianza Atlántica, con la Unión Europea y con todos los Estados miembros en una respuesta contundente”, dijo el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, en una alocución a la prensa.
Nuevos aires
La respuesta de la OTAN ante la ofensiva rusa significa casi un resurgimiento del organismo nacido en 1949, que venía de años en los que perdió relevancia y de una relación complicada con EE. UU. durante el gobierno de Donald Trump.
Trump abogó por sacar a EE. UU. de la OTAN, una tarea retadora que sumaba críticos dentro de su país. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, llegó a decir que la OTAN estaba en un estado de “muerte cerebral” a raíz de los roces con Trump.
Sin embargo, la victoria de Biden en las elecciones del 2020 acercó de nuevo a los aliados en ambos lados del Atlántico y ahora, frente a la invasión a Ucrania, el organismo habla a una sola voz.
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“No solo la OTAN está más unida, hay que ver lo que está ocurriendo respecto a Finlandia y Suecia (...). Quiero decir que (Putin) está produciendo justo el efecto opuesto al que buscaba”, dijo Biden en una entrevista a finales de febrero.
Esa unidad no impulsará a la Alianza a entrar en Ucrania. Este país ha pedido ser parte del organismo, pero el proceso lleva años y tiempo atrás algunos líderes europeos habían mostrado dudas con respecto a la posible reacción rusa.
Anteriormente, la OTAN ya ha tenido intervenciones en terreno de terceros países. Lo hizo durante 20 años en Afganistán para defender a EE. UU. y también a finales de los años 90 en Serbia en el contexto de la guerra de los Balcanes.
Expansión hacia el este
La OTAN tuvo su contraparte durante la Guerra Fría en el Pacto de Varsovia, que nació seis años después y agrupó a los países del bloque del este de Europa y que se disolvió con la caída de la Unión Soviética en 1991.
Desde su fundación, originalmente con 12 miembros, la OTAN ha tenido ocho expansiones. La última fue en 2020 para darle la bienvenida a Macedonia del Norte, pero antes ya se habían unido otros países del este de Europa, algo que incomodaba a Putin.
El presidente ruso ha dicho que no quiere que la OTAN llegue a su frontera, pero lo cierto es que eso ya ocurrió, pues los países bálticos comparten límite con Rusia, ya sea con su territorio euroasiático o con su enclave de Kaliningrado.
Boeglin recordó que el gobierno del expresidente de EE. UU. George H.W. Bush se comprometió a que la OTAN frenaría su ampliación hacia el este. Pero esto quedó solo en un compromiso verbal.
El hecho se remonta a 1990. Putin reclama que el entonces secretario de Estado de EE. UU., James Baker, prometió al líder soviético Mijaíl Gorbachov que la OTAN no se expandiría al este si Rusia aceptaba la unificación de Alemania, según reporta el diario The Guardian.
“Todos andamos buscando dónde está ese documento. Pareciera que fue una conversación, pero los rusos entendieron que había un compromiso firme de toda la OTAN, cuando en realidad posiblemente lo dijeron algunos delegados norteamericanos”, contó el profesor.
No obstante, Ucrania tiene un rol distinto por su peso industrial y agrícola, además de que Putin ve lazos históricos entre rusos y ucranianos.
Putin también advirtió a Finlandia y Suecia de que su ingreso a la OTAN traería consecuencias. Ante estas amenazas, los dos países nórdicos han roto su tradicional neutralidad y han mostrado un mayor acercamiento a la Alianza; su ingreso ahora es una posibilidad, aunque no inmediatamente.
Medios internacionales han informado que el parlamento finlandés discute formalmente la entrada a la OTAN y existe una iniciativa popular para convocar un referéndum sobre el tema.
Una encuesta reciente mostró que, por primera vez, una mayoría de finlandeses apoyan la adhesión, según informó la agencia AFP.
Para Boeglin, Putin debe recordar que la idea de “zonas de influencia” quedó en el pasado y que el consenso internacional actual dota a cada Estado de su derecho de decidir si unirse o no a una entidad multilateral.