Un eventual acuerdo este jueves de los ministros de Finanzas de la zona euro sobre el fin de los recortes impuestos a Grecia desde hace ocho años por sus acreedores, alegra a una parte de la población y deja escéptica a la otra.
“Me imagino que después de todo será mejor, tendremos más dinero, más empleo, todo el mundo estará contento”, sueña Antonis Vourlias, un estudiante de física de 19 años.
Este joven ha vivido la mitad de su vida bajo el yugo de las reformas, especialmente las bajas de los salarios y de las pensiones, contenidos en los tres memorandos sucesivos impuestos al país por la UE y el FMI a cambio de 270.000 millones de euros en préstamos.
“Yo era pequeño” cuando comenzó la tutela de los acreedores, “pero no me acuerdo”, dijo al referirse a los sacrificios que hizo su familia para enviarlo a una escuela privada porque “las condiciones de la escuela pública eran muy malas” a raíz de la crisis.
Una empleada bancaria, en sus 50 años, asiente: “Claro que estoy contenta. Después de toda la presión, los sufrimientos por los que pasamos, hay grandes posibilidades de que tengamos una expansión de nuestra economía”, dijo.
Los permisos de construcción están en alza, así como la producción industrial, mientras que el turismo no hace más que romper récords cada año.
Sin embargo Constantinos Kavagas, de 24 años, graduado en administración de empresas que gana solo 520 euros por mes distribuyendo prospectos publicitarios durante cinco horas diarias, no ve señales de recuperación.
“Todo eso es falso, habrán nuevas medidas (de austeridad). Es un truco del gobierno para obtener más votos, pero la verdad es que la vida es peor y empeorará aún más”.
“Van a haber nuevos cortes (en los salarios y pensiones), nuevos impuestos. La crisis no ha terminado”, apostó Vangelis, un soldado de 38 años, que integra la Marina griega.
Todos los sondeos recientes en Grecia muestran una constante pérdida, de unos 10 puntos, del partido en el poder Syriza sobre su rival conservador Nueva Democracia.
Es el reflejo de la decepción de la población frente a un gobierno de izquierda que llegó al poder en enero de 2015 para “terminar con los memorandos”, pero que el primer ministro Alexis Tsipras no tuvo otra opción que continuar, firmando un tercero en julio de ese mismo año.
La política, es eso lo que preocupa a Nikolaos Glytsos, de 82 años, que siguen ejerciendo su profesión como investigador en economía. ¿El Eurogrupo del jueves? “Eso me interesa mucho, pero el problema es la mentalidad griega”.
Glytsos teme que de hecho, al final del programa, el gobierno de Syriza, como muchos antes que él en el poder, se ponga a “distribuir dinero para ganar votos”. “Muchos griegos temen eso”, aseguró
Los acreedores del país tienen la intención de evitar cualquier desviación mediante la introducción de la supervisión posterior al programa, algo que la oposición griega describe como un cuarto programa disfrazado, y esta vez sin ningún desembolso de dinero.
El martes, el comisario europeo para Asuntos Económicos Pierre Moscovici dijo que sería “indecente” imponer un dispositivo intrusivo en Atenas, y prometió una solución más salomónica.
El 12 de junio en Atenas, el director general del Mecanismo Europeo de Estabilidad, Klaus Regling, advirtió que el programa de supervisión sería “más ajustado y completo” que el de otros países que salen de la crisis, considerando sobre todo el tamaño de los préstamos a desembolsar.
“Los políticos no creo que puedan ser sensatos o razonables, esta supervisión, me gusta”, concedió Nikolaos.