La gentrificación es un proceso urbanístico y social complejo con matices positivos pero también con afectaciones. Se trata de la renovación de un territorio popular o deteriorado, a través de un mayor desarrollo de infraestructura y una revalorización del espacio, que usualmente implica el desplazamiento de la población original del lugar por otra con un mayor poder adquisitivo.
En Costa Rica se han realizado apenas algunos estudios exploratorios sobre el tema. Sin embargo, algunos datos sirven como indicio de que el fenómeno podría estar ocurriendo en zonas centrales del país y regiones de particular interés turístico o comercial.
El fenómeno, por ejemplo, se puede presumir cuando se analiza el precio promedio de vivienda en algunas regiones del país.
En Nosara, Guanacaste, el sitio de anuncios clasificados encuentra24.com señala que se cobran alrededor de ¢2 millones por metro cuadrado, en promedio, para conseguir una casa. Ese monto puede ser costeado por personas de altos ingresos, pero es poco probable que lo pueda pagar una familia de la zona. En la región Chorotega del país (donde se encuentra Nosara), el ingreso promedio es de apenas ¢923.800 por familia, según la última Encuesta Nacional de Hogares (Enaho), lo cual implicaría que un grupo familiar con esas entradas de dinero tendría que usar todos sus ingresos por más de 18 años para acceder a una vivienda de 100 metros cuadrados.
La relación es similar en otras zonas turísticas de litorales como los distritos de Cóbano, Santa Cruz, Tamarindo y Jacó. Y los registros también son altos en cantones como Atenas, Santa Ana y Escazú, si se comparan con otros territorios menos desarrollados urbanística o turísticamente.
El costo de la tierra es solo un indicador de muchos que permiten presumir procesos de gentrificación. También están los desplazamientos de personas entre cantones y la transformación comercial de las zonas, solo por citar algunos de ellos.
Multiplicidad de causas
Hay diversas causas que pueden explicar el surgimiento de procesos de gentrificación.
Entre ellas, algunos estudios mencionan el surgimiento de desarrollos de turismo residencial, la inmigración de poblaciones de alto poder adquisitivo o los cambios de uso de suelo en territorios, que impulsan nuevas actividades industriales, sociales y hasta gastronómicas, a tiempo que atraen a algunas personas y expulsan a otras.
Los investigadores Ernest Cañada y Jordi Gascón, de las universidades de la Islas Baleares y de Barcelona, en España, analizaron el caso del turismo residencial en Guanacaste. En una investigación sobre gentrificación rural, publicada en 2016, definieron el fenómeno como un ejemplo de “descampesinización” de zonas rurales.
“El crecimiento del turismo provocó el encarecimiento del precio del suelo y procesos de desplazamiento de la población local, especialmente en primera línea de costa, dedicada a actividades pesqueras. Esto ha dado pie a diversos conflictos por la tierra, el agua y frente a la destrucción de los ecosistemas”, señalaron.
Las playas de Guanacaste han sido foco para la construcción de proyectos hoteleros y residenciales para turistas, pensionistas y demás grupos, particularmente provenientes del extranjero.
Datos publicados por Naciones Unidas (ONU), en 2019, daban cuenta de que un 8,23% de los habitantes de Costa Rica eran extranjeros hasta ese momento (unas 418.000 personas). Casi dos terceras partes de ese números correspondían a personas nicaragüenses, pero se estimaban que hasta unas 25.000 personas también provenían de Norteamérica y países europeos como España, Italia y Alemania.
Este grupo le da un mayor dinamismo al mercado de bienes inmuebles en Costa Rica, incluso en momentos más complejos como el actual (por las altas tasas de interés), según observó en una reciente entrevista con EF Daniel Remu, de la agencia de bienes raíces RE/MAX Best Climate.
“Nosotros, por ejemplo, nos enfocamos en el mercado de americanos, canadienses y europeos, y siempre hay mercado”, subrayó.
Los procesos de gentrificación, sin embargo, no siempre responden a la llegada de poblaciones extranjeras a sitios turísticos. También se pueden dar en zonas menos rurales y pueden surgir entre grupos de un mismo país o una misma región, aunque siempre con niveles de poder adquisitivo distintos.
Por ejemplo, el investigador costarricense Roberto Vargas estudió la transformación de Barrio Escalante, en el distrito Carmen de San José. Este territorio ha visto el desplazamiento de parte de su población en los últimos años, pero producto de cambios en el uso del suelo de múltiples espacios, orientados cada vez más a actividades comerciales, turísticas y gastronómicas.
Según la investigación de Vargas, a través de encuestas y entrevistas, la población de Escalante pudo observar puntos positivos por los cambios de las características del lugar (la instalación de mayores atracciones o el aumento del valor de sus propiedades, por ejemplo); sin embargo, estos no fueron suficientes para que muchos quisieran quedarse a residir en ese lugar.
“Lo cierto es que la generalidad de las y los vecinos consultados apunta a prácticas que dificultan el residir actualmente en el barrio”, concluyó Vargas en su artículo académico sobre el caso, publicado en 2020.
El desplazamiento de poblaciones “originales”, sin embargo, puede darse por muchos otros motivos, según recogen los estudios consultados. En diversos países de la región, incluido Costa Rica, es común el ingreso de personas migrantes que salieron de sus países forzados por situaciones de inestabilidad (por ejemplo, algún grupo de la población venezolana) y también por cuestiones como la concentración de empleo en oficios calificados dentro de zonas específicas, como ocurre en Escazú, Santa Ana o Belén.
Cambios en estilo de vida
A pesar de que muchas veces las poblaciones iniciales de una zona en transformación tienen disponibilidad de vivienda en la zona en que habitan, por lo que no sufren directamente por la revalorización del costo de la tierra en la zona, este es solo un indicador que puede referirse a cambios más profundos.
Por ejemplo, si cambian el nivel adquisitivo promedio de los habitantes de una zona, también pueden cambiar las condiciones del mercado de la misma y sus precios.
Un artículo publicado por el diario español El País ejemplificaba la situación con el caso de Santa Teresa, en Cóbano, Puntarenas; en donde la pandemia acentuó la llegada de emigrantes europeos y norteamericanos. “Como resultado, el coste de vida en este pueblo surfero de la costa pacífica costarricense se ha disparado, lo que ha supuesto un desplazamiento de los habitantes de la localidad y de trabajadores latinoamericanos a otros municipios o a viviendas más baratas”, reseñó.
Cóbano es otra de la zonas en que el precio promedio por metro cuadrado que registra la plataforma encuentra24.com parece demasiado caro para los habitantes de la zona. Al igual que el citado casa de Nosara, una familia de la región Brunca tendría que destinar 18 años de sus ingresos para comprar 100 metros de propiedad en la zona, según la oferta promedio del sitio.