Paneles solares sobre los techos para generar electricidad para autoconsumo. Suena simple pero es una idea que enciende el conflicto. Al menos es así en Costa Rica, aunque en otros países de la región se convierte en un negocio rentable, incluso para quienes se opusieron inicialmente.
La generación distribuida busca generar un sistema cíclico, donde el usuario crea energía para consumirla, pero también puede participar de la red eléctrica nacional, vendiendo y comprando electricidad.
Mientras muchos abogan por dejar libre la posibilidad de crear sistemas de generación en los que la energía producida sea usada para autoconsumo y los sobrantes se inyecten en la red eléctrica a cambio de un pago, otros creen que es una amenaza directa para las empresas eléctricas; generadoras y distribuidoras.
Ambos son discursos repetidos. Fuera de las fronteras también se han escuchado con fuerza pero ya empiezan a superarse.
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Aliada, no enemiga
En la Asamblea Legislativa apenas se empezó a discutir una ley para regular la generación distribuida de mejor manera, pero quedó en pausa durante las sesiones extraordinarias. El reglamento que busca reformar las reglas actuales del servicio también está congelado en el Ministerio de Economía Industria y Comercio (MEIC), por problemas de forma.
Mientras tanto la tendencia sigue creciente. Para el 2015 un cuarto de la inversión mundial en energías renovables fue en este tipo de producción según datos de Bloomberg News Energy Finance.
En Costa Rica, solo en el 2019 el Grupo ICE recibió 772 solicitudes para formar parte de la generación distribuida en el país. La operación depende de aprobaciones previas y está limitada por aspectos como la cantidad de energía a producir o lugar de la instalación. En resumen, un proceso cerrado.
Otros países más bien se han abierto a la posibilidad y los gobiernos han optado, incluso, por promover la alternativa. Según datos de Bloomberg, la generación solar seguirá bajando su costo. La proyección en 2016 era que el precios de las celdas fotovoltaicas disminuirían 38% en los 10 años siguientes.
Aunque algunos países de la región siguen en proceso de aceptación sobre el modelo de producción, el rezago en energías renovables en estos países los impulsa a dar oportunidad a la generación distribuida. Este, sin embargo, es un aspecto superado en Costa Rica y marca una de las principales diferencias de acuerdo con Guillermo Zúñiga socio y líder del departamento de energías renovables de Ecija.
El Ministerio de Energía de Chile creó un programa llamado Techos Solares Públicos que, de acuerdo con ellos, contribuye para levantar información de precios, proveedores, difundir experiencia y principalmente, apoyar el desarrollo regulatorio. Según datos del 2018 hay más de 133 proyectos de este tipo en Chile.
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Este proyecto se acompaña en avances en legislación. En 2014 los proyectos chilenos de menos de 9 Megavatios (MW) recibieron la habilitación de conectarse al sistema de distribución. Para el 2008 se estableció un sistema de cuotas y en 2015 simplificaron los trámites para los proyectos de menos de 1,5 MW con instalaciones compartidas.
Estas dinámicas se enmarcan dentro de una meta: Chile quiere ser, a largo plazo, uno de los países dentro de la OCDE con la electricidad más barata, por eso apuntan al autoconsumo.
Pero el avance no es exclusivo al sistema público. Enel es un generador de energía en este país que transformó parte de su negocio para responder a la generación distribuida. La compañía lanzó la marca Enel Green Power, marca que ha enfocado su batalla en ofrecer soluciones a las personas que quieran empezar en este tipo de producción.
La empresa generó un modelo de negocio en el que le entregan al consumidor todo un paquete para convertirse en productor. Desde los paneles hasta el medidor bidireccional. A través de una solicitud en línea estudian cada caso y detallan que requiere cada cliente. El proceso termina con la instalación lista y operando.
“Lo que venden es el paquete completo. Compran la energía producida y el usuario la puede deducir de la facturación. Hacen esto porque saben que el mercado de solo generación va a seguirse reduciendo”, explicó Zúñiga.
La empresa maneja un sistema casi calcado en Perú bajo la marca Enel X. Tiene paquetes para hogares y empresas, todos con un proceso completo, desde la solicitud en línea hasta la instalación final, pasando por la todos los dispositivos e incluyendo la compra de la energía producida.
Un poco más atrás viene Colombia, que desde el 2018 está promoviendo los proyectos de energía.
Celsia es una de las empresas que lidera la carrera en este país. La empresa de origen colombiano incluso tiene inversiones en Costa Rica en un parque solar en Guanacaste.
La marca brinda todas las opciones para instalar el sistema en las casas, empresas y ciudades, este último enfocado en municipalidades que deseen posicionarse como ciudades verdes. Ofrecen dos opciones: la venta total del equipo y el alquiler del mismo. Ambas opciones con instalación completa y solicitud en línea.
En la práctica, el proceso resulta fácil. Terminan siendo trámites muy similares a la instalación de un servicio de cable, por ejemplo.
Recelo y éxito
Colombia, Chile o Perú son ejemplos que emulan lo que pasó hace unos años en Estados Unidos, donde se vendían los paquetes listos para instalar y hasta con opciones de pago a plazo. En este país, el inicio de la generación distribuida se vio pausada por demandas de las empresas distribuidoras. La lucha fue especialmente férrea en California pero “fueron batallas perdidas” de acuerdo con Zúñiga.
Fue entre el 2012 y 2015 cuando las demandas afloraron. Actualmente la mayoría de las empresas distribuidoras dieron vuelta a su negocio para aliarse a la generación distribuida porque las regulaciones estaban abiertas. En lugar de verlo como una amenaza, la incorporaron como parte de su negocio, aunque después de dar la pelea.
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Incluso en Costa Rica donde el tema ha tenido problemas para avanzar, hubo un momento en que se vio con mejores ojos. En 2011 la Compañía Nacional de Fuerza y Luz (CNFL) lanzó un proyecto en el que 500 casas albergarían paneles solares para producir energía para la compañía.
El plan piloto tenía un valor de $1 millón y era financiado por la CNFL. Los participantes no tenían que pagar los paneles ni la instalación y más bien recibirían una cuota mensual por el alquiler del techo.
Diferencias de sistemas
El éxito que empiezan a experimentar las empresas en América Latina que acogieron la generación distribuida dentro de sus ofertas, también está acuerpado por sistemas abiertos de comercialización de la energía.
De acuerdo con William Villalobos, abogado especialista en derecho energético, socio de la firma Hulbert Volio, la principal diferencia para que algo así pase en Costa Rica es el tipo de sistema que hay en el país. Villalobos lo define como “un régimen monopólico con una integración vertical de las empresas”. La falta de comercialización, marca una diferencia importante.
Por ejemplo, Colombia tiene un sistema abierto de venta de energía, esto facilita la apertura para la generación distribuida.
“El negocio es vender y transar energía. En ese negocio están en una búsqueda constante de conseguir cada vez un precio más barato al consumidor”, explicó Villalobos.
Estos países han apostado a la generación distribuida porque es más barato hacer un sistema fotovoltaico que una planta hidroeléctrica, por ejemplo. Esto se ve acuerpado por la necesidad de convertir las matrices de producción en formatos más verdes.
Otra diferencia importante es la política pública alrededor. Cuando las empresas distribuidoras y el Estado convergen en la visión de que la generación distribuida ayuda a estabilizar las redes, hay un fomento expreso de la tecnología.
En Colombia, por ejemplo, hay una exclusión completa del Impuesto al Valor Agregado (IVA) para todos los equipos, componentes y prestación de bienes y servicios de energías renovables. También redujeron el pago del Impuesto sobre la Renta hasta en un 50% de la inversión del proyecto y hasta por 15 años. Sumado a esto, tienen esquemas de depreciación acelerada.
Chile, impulsado por los cambios legislativos de los últimos años, esperaba terminar el 2020 en promedio con más de 17.300 Kilovatios (KW) en proyectos de generación distribuida a nivel mensual. Actualmente superan los 20.000 kw, de acuerdo con Villalobos.
En Costa Rica, a abril del 2020, existían 54.504 kW −incluyendo un piloto del ICE−, lo que representan el 1% de la matriz energética, según datos del Ministerio de Ambiente y Energía (Minae).