En tiempos normales, el Bar Santos, frente a la mezquita de Córdoba y toda una institución de la tortilla de patatas, es un hervidero de clientes. Pero con el coronavirus “está todo muerto”, dice su dueño.
El daño se siente especialmente en las ciudades del interior de España, que si bien no atraen en verano tanto visitante como las playas, han desarrollado una nutrida oferta cultural.
Las restricciones y el temor a viajar están golpeando un sector turístico que representa el 12% del PIB nacional. Según datos oficiales, en el período enero-mayo el gasto de los turistas internacionales se redujo un 62% interanual.
En la ciudad andaluza de Córdoba, la Mezquita-Catedral, el monumento más frecuentado, recibió desde su reapertura el 25 de mayo unas 16.000 visitas, el equivalente de una semana en "una situación normal", explica a AFP el canónigo portavoz, José Juan Jiménez Güeto.
"Esto tardará meses en recuperarse", avisa el canónigo, orgulloso sin embargo de que gracias al superávit de años anteriores se preservaron los 151 puestos de trabajo del templo y se proseguirán las obras de conservación.
LEA MÁS: ¿Mudarse a zonas rurales? El teletrabajo abriría esa posibilidad post pandemia
Los turistas extranjeros llegan con cuentagotas. "Sacamos los billetes el viernes pasado y vinimos el sábado", explica Julien Riancho, un turista francés de 30 años que vino con un amigo.
El holandés Niels Boelema planificó su viaje con su familia hace seis meses, y aunque se planteó cancelarlo, decidió finalmente viajar. "Aquí me siento más protegido que en Holanda, hay más mascarillas", asegura.
Los comercios circundantes padecen la falta de turistas, y numerosas tiendas, hoteles y bares están cerrados.
En el Bar Santos sólo trabaja su dueño, Jesús Maldonado, que dice estar vendiendo "una cuarta parte de lo habitual". Sus 10 trabajadores están en desempleo temporal, acogiéndose a un esquema subvencionado por el gobierno.
Sin turistas asiáticos
En Ronda, ciudad andaluza famosa por su plaza de toros y su puente sobre un espectacular desfiladero, María Lara Galindo llevaba 10 años trabajando de guía para grupos de visitantes chinos, japoneses y surcoreanos.
Pero desde mitad de marzo "no he vuelto a trabajar, no hay nada". Japoneses y surcoreanos ya pueden entrar en la UE, aunque "la previsión es que vengan el año que viene, a mediados", y más en pareja o familia que en grupos, vaticina.
LEA MÁS: Turismo virtual conecta a comunidades rurales de Bolivia con el mundo
La Asociación de Trabajadores Autónomos (ATA) estima que del medio millón que trabajaban por cuenta propia en 2019 en el turismo, como por ejemplo María Lara, podrían perderse entre 70.000 y 100.000 empleos en toda España.
La patronal nacional de la hostelería señala que los destinos de turismo histórico-cultural del interior, como Granada, Toledo o Segovia, "son las zonas que peor lo están pasando", con "una caída de facturación por encima del 50%" en los bares y restaurantes de los cascos históricos.
En Andalucía, los hoteles del interior están con una ocupación media del 25%, diez puntos por debajo de las previsiones que se manejan en la costa para el mes de julio, detalla Francisco de la Torre, presidente de la patronal regional de hostelería, Horeca.
De la Torre alerta de que los bares y restaurantes de Andalucía podrían perder hasta un tercio de su empleo. E incide en que "el teletrabajo, que están promoviendo desde los gobiernos (...) está produciendo menos actividad económica en los establecimientos".
"El centro financiero de las ciudades, aparte del centro histórico, está muy perjudicado".
Sevilla, deslucida
En Sevilla los visitantes internacionales son casi inexistentes, y los españoles escasos, como el enfermero barcelonés Jordi Reinés, que anuló su viaje programado a Portugal y prefirió Andalucía.
"Los viajes al extranjero no nos los planteamos", dice su pareja, Noemí García.
"El año está perdido, la gente no tiene confianza para viajar", constata José Romero, dueño de un kiosko de helados y refrescos frente a la icónica plaza de España, un hermoso complejo de ladrillo y azulejo. Flanqueado de diez puestos de souvenirs cerrados, dice que en comparación con la misma época del año pasado su negocio está facturando al 10%.
En la céntrica calle Sierpes, Isabel Díaz reabrió el lunes su tienda familiar de abanicos después de casi cuatro meses de cierre, algo que no ocurrió ni durante la Guerra Civil (1936-1939).
"La incertidumbre y el miedo lo retraen todo...", reflexiona.
En lo venidero, Celia Ferrero, vicepresidenta de ATA, se muestra preocupada por los rebrotes del virus, que hacen que "un día hay entusiasmo generalizado", y al siguiente "la gente se vuelve a encerrar".
“El consumo sigue estando bajo el shock de la covid, y lo va a seguir estando hasta que haya una solución”, vaticina.