La composición de la fuerza de trabajo de Costa Rica muestra una proporción cada vez mayor de trabajadores con más años.
Una pirámide poblacional que transforma su figura y a la que Costa Rica no escapa, así como un sistema educativo que presenta mejoras y retiene a los futuros trabajadores, explica en mayor medida ese comportamiento.
El fenómeno plantea retos a mediano y largo plazo, al tiempo que suma fuertes implicaciones; como la de presionar un sistema de pensiones ya en crisis.
Más adultos
Mientras en el 2000 la participación en el mercado de personas entre los 25 y los 34 años de edad era de un 25,4%, para el 2014, ese número se incrementó en cerca de dos puntos porcentuales.
Además, para ese mismo periodo, la fuerza laboral mayor a los 34 años aumentó su participación en alrededor de siete puntos porcentuales, al pasar de un 49,9% a 56,6%.
Por el contrario, la población trabajadora entre los 15 y los 24 años fue perdiendo dinamismo durante estos últimos quince años, y su participación se redujo en ocho puntos porcentuales (pasando de 24% a un 16,3%).
Los datos se desprenden del informe “Tendencias de la oferta laboral de la población joven con estudios superiores”, presentado por el Consejo Nacional de Préstamos para la Educación (Conape) y el Estado de la Nación.De acuerdo con el documento, el fenómeno se explica debido a dos factores fundamentales.
El primero es un efecto demográfico propio de un país en el que la fecundidad se ha estancado y la pirámide poblacional se transforma.
Proyecciones del Centro Centroamericano de Población de la Universidad de Costa Rica (CCP) aseguran que, de mantenerse invariables ciertas condiciones, en el 2035 se dará un cruce de líneas y será el año en que el país tendrá igual número de adultos mayores que de niños entre los 0 y los 15 años.
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En segundo término, ese envejecimiento de la fuerza laboral lo potencia una mejora en los sistemas educativos nacionales.
El sistema logra retener durante más años a los estudiantes en las aulas, esta es cada vez más calificada, retarda su ingreso al mercado laboral; aunque también su retiro.
Según el estudio, y a modo de ejemplo, menciona que los jóvenes de 15 a 24 años con estudios secundarios pasaron de representar el 55% de la fuerza laboral entre 1990 y 2000 a un 63% entre el 2000 y el 2014. Los trabajadores con edades entre los 25 y 34 años crecieron en cada una de esas dos décadas un 4% y un 77%, respectivamente.
Al mismo tiempo, el incremento en el acceso a estudios superiores creció más del 60% en la primera década y un 90% en la segunda, entre jóvenes de 15 a 24 años y un 153% entre aquellos de 25 a 34 años de edad.
Implicaciones y retos
Este comportamiento de la fuerza laboral plantea retos claros, al tiempo que evidencia implicaciones sustanciales.
Una fuerza laboral con mayor grado académico es algo positivo, pero se deben tomar medidas para asegurar la calidad de esa formación superior.
Sin hilar muy fino, la necesidad de contar con la obligatoriedad de carreras universitarias acreditadas se muestra como uno de lo principales retos.
“Hay más aristas, faltan instrumentos de información para que una persona conozca el mercado laboral y elija qué estudiar. Uno no puede obligar a alguien a ingresar a ciertas carreras”, comentó Leonardo Garnier, exministro de Educación.
De igual forma, una población que dedica más tiempo al estudio pone presión sobre la cantidad y calidad de empleo que la economía produce para los nuevos profesionales.
Por otro lado, la experiencia laboral y la innovación joven se ponen en dos extremos de la balanza del mercado laboral.
“Una fuerza laboral con más experiencia podría ayudar a las empresas a producir más. Si hablamos de empresas que requieren de mayor innovación, podrían encontrar un obstáculo en esta población adulta que requeriría de procesos de educación más continúa”, comentó el demógrafo Gilbert Brenes.
Datos de la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho 2014) evidenciaron que en personas adultas de 35 años o más, la tasa de desempleo alcanzó un 5,8% en aquellos con estudios primarios y un 2,6% si tenían estudios superiores.
Para ese año, la tasa de desempleo a nivel nacional rondó el 9,7%.
“Oferta y demanda deben encontrarse. Hay que definir estrategias por sectores productivos y estimular el empleo de calidad para potenciar las ventajas de la inversión educativa”, sostuvo Valeria Lentini, investigadora a cargo del informe.
Fuera de la educación, otras áreas como el sistema de pensiones sufre la presión del fenómeno ante la realidad de contar en el futuro con menos cotizantes en términos relativos.
En este punto, extender la edad de jubilación en dos o tres años se baraja como medida para palear el efecto.
“El reto del régimen podría tratarse atacando otro tema como la informalidad”, comentó Mauricio Rojas, gerente de BCR Pensiones.