Durante décadas, Costa Rica fue aplaudido por su liderazgo ambiental; sin embargo, hoy se encuentra en una encrucijada crítica. Su reputación verde enfrenta una presión intensificada por el cambio climático, recursos hídricos bajo tensión y crecientes desafíos en la gestión de residuos.
Si bien el país defiende metas ambiciosas, como la descarbonización, y ha logrado avances notables en reforestación, persisten problemas en la calidad del agua y el manejo de desechos, a menudo exacerbados por los impactos del cambio climático.
En el marco del 30 aniversario de El Financiero, profundizamos en el estado actual y el futuro a mediano plazo del medio ambiente de Costa Rica.
Encrucijada
Según el Informe Estado de la Nación 2024, Costa Rica se debate entre la necesidad de impulsar el crecimiento económico y la urgencia de preservar su riqueza natural. Aunque ha sido una nación ecológicamente responsable, los logros alcanzados hasta ahora no garantizan un equilibrio ambiental a mediano y largo plazo.
El informe destaca que Costa Rica se dirige hacia una sociedad menos sostenible, con un incremento en el consumo de combustibles fósiles y las emisiones de dióxido de carbono. Menciona, además, que la falta de adaptación a los efectos del cambio climático está aumentando la vulnerabilidad de la población y los ecosistemas.
“El país debilita su histórica apuesta ambiental y arriesga su liderazgo internacional. Si bien ya se había advertido un discurso que plantea el ambiente como ‘obstáculo para el desarrollo’, desde el 2022 se registra un cambio más claro en la narrativa oficial, que se materializa en acciones contrarias al discurso histórico, y en una mayor vulneración del patrimonio natural del Estado”, advierte el documento.
Apuestas ante el cambio climático
Durante los últimos años, Costa Rica ha articulado un ambicioso marco de políticas climáticas, con la formulación de estrategias como la Contribución Nacionalmente Determinada, la Estrategia de Largo Plazo, el Plan Nacional de Descarbonización y el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático.
Sin embargo, aunque ha establecido objetivos de vanguardia, su ejecución enfrenta obstáculos considerables.
“Hemos perdido un liderazgo muy reconocido. Éramos ambiciosos en materia de cambio climático, siempre estuvimos a la vanguardia en materia de políticas públicas y en buscar soluciones innovadoras. Sin embargo, ha sido una decisión política, se pensó que el tema de cambio climático había tenido mucho perfil en gobiernos anteriores, se politizó y ya no fue prioridad. El problema es que el cambio climático va a impactarnos, sea prioridad o no”, explicó Pascal Girot, director de la Escuela de Geografía de la Universidad de Costa Rica.
Los efectos del cambio climático no son una amenaza futura para el país: son una realidad presente. Costa Rica ya ha experimentado pérdidas significativas debido a eventos extremos como el huracán Otto y la tormenta tropical Nate. Entre 1980 y el 2017, las temperaturas promedio aumentaron en la mayoría de las regiones, y aunque los promedios anuales de lluvia muestran variabilidad, la tendencia general apunta a patrones alterados. Estos cambios ya impactan sectores cruciales.
“El tema del cambio climático va a ir aumentando en el tiempo. El clima de nuestra región va a volverse cada vez más árido, periodos de lluvia más intensos y cortos, periodos largos de sequía. Esto tendrá grandes consecuencias para la agricultura, la ganadería, la actividad turística, por la escasez de agua y el aumento en el nivel del mar”, explicó Girot.
Las proyecciones climáticas para Costa Rica en el mediano plazo indican una intensificación de estas tendencias. Estos cambios tendrán consecuencias significativas en sectores clave durante la próxima década. En agricultura, se espera una reducción en la productividad y rendimiento de cultivos como el café, el frijol y el arroz debido al estrés hídrico y térmico.
“Vamos a tener una señal clara de aumento de temperatura en las próximas décadas. Las zonas aptas para ciertos cultivos, como el café, continuarían desplazándose hacia mayores altitudes, lo que podría generar conflictos con áreas de conservación”, detalló Girot.
En biodiversidad, el calentamiento y los cambios en los patrones de lluvia forzarán a muchas especies a migrar; mientras los ecosistemas marinos, como los arrecifes de coral, seguirán bajo alta presión.
Estos y otros impactos proyectados acarrean costos económicos significativos, pérdidas en la productividad agrícola y pesquera, y mayores costos en salud pública.
“Los efectos del cambio más fuertes los vamos a sentir en varias décadas, pero el principal reto lo tenemos hoy. Adaptarnos a lo que viene va a requerir un esfuerzo colectivo y constancia, sin esos vaivenes de política pública. Aún tenemos margen de mejora. Lo que habría que moderar es la ambición, tratar de aterrizar en cosas más concretas, para que haya resultados palpables a corto y mediano plazo”, concluyó.
Agua: paradoja de abundancia
Costa Rica presenta una paradoja hídrica. A nivel nacional, el país posee una oferta hídrica per cápita envidiable, estimada en casi 25.000 m³ al año, superando con creces el promedio mundial (7.000 m³). Sin embargo, esta abundancia oculta serios desafíos.
“A mayor abundancia mayor desperdicio, mayor abuso, lo que lleva a mayor escasez. El punto delicado es que el acceso al agua no está ordenado, el país no tiene ni ha tenido un instrumento para ordenar el acceso a los diferentes tipos de agua; el último fue la Ley de Aguas, en 1942, que es muy sabia, pero ya está obsoleta”, aseguró Darner Mora, máster en Salud Pública.
Según Mora, la distribución del agua es desigual, tanto geográfica como temporalmente y, más importante aún, es la brecha entre la disponibilidad total y el acceso a agua potable segura y continua. Incluso en la GAM, los racionamientos se han vuelto más frecuentes debido a la disminución de caudales en fuentes clave, afectando a miles de personas.

Si bien las estadísticas nacionales muestran altas coberturas de acceso a fuentes mejoradas (cerca del 98% con agua por cañería y 93% con agua gestionada de forma segura, según informes recientes), estas cifras no reflejan las disparidades en calidad, continuidad y acceso real en todo el territorio.
Por otra parte, la contaminación de los cuerpos de agua superficiales y subterráneos es uno de los problemas ambientales más graves de Costa Rica. Las principales fuentes de contaminación incluyen aguas residuales domésticas, pues se estima que más del 70% de las aguas negras se vierten a los ríos sin tratamiento adecuado.
Para Mora, la inversión en infraestructura, especialmente para saneamiento y tratamiento de aguas residuales, ha sido históricamente insuficiente.
“AyA es ‘Acueductos’, agua potable, que es buena; pero también es ‘Alcantarillados’, es saneamiento, y ahí no hemos sido buenos. En agua residual tratada somos uno de los últimos de la región. Tenemos tanques sépticos con una cobertura de casi el 98%, pero en alcantarillado sanitario solo tenemos 25%”, advirtió Mora, quien laboró durante 46 años en el Laboratorio de Aguas del AyA.
“El número 6 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, hablan de universalizar el agua potable, en eso vamos bien, pero debemos apretar el acelerador si queremos cumplirlo. En lo que respecta al tratamiento de las aguas residuales, no lo vamos a alcanzar en el 2030, por más que apretemos el paso. Ese es el mayor reto, porque estos objetivos están vinculados a la salud pública y el desarrollo de las poblaciones”, añadió Mora.
Poco reciclaje y valorización
La gestión de residuos sólidos representa otro desafío ambiental apremiante para Costa Rica, caracterizado por una alta generación, brechas en la recolección y una dependencia excesiva de los rellenos sanitarios.
De acuerdo con el Informe Estado de la Nación 2024, Costa Rica genera una cantidad significativa de residuos sólidos ordinarios, estimada en alrededor de 1,6 millones de toneladas anuales en el 2021, lo que equivale a unas 4.000 toneladas diarias.
Aunque la cobertura nacional de recolección municipal se estima en torno al 78%, esto oculta disparidades importantes. Un número considerable de municipalidades (70 de 81 reportadas ante el Ministerio de Salud) tienen comunidades sin acceso al servicio de recolección municipal.
Esta falta de cobertura conduce a prácticas inadecuadas de disposición final, como la quema a cielo abierto o el vertido en lotes baldíos, ríos y quebradas, con serias implicaciones para la salud pública y el medio ambiente.

La gran mayoría de los residuos recolectados en Costa Rica terminan en rellenos sanitarios, mientras las tasas de reciclaje y valorización a nivel nacional están por debajo del 10-12%, muy lejos del promedio de la OCDE (33%).
Este bajo aprovechamiento, combinado con la alta generación, ha llevado a una situación crítica en los principales rellenos sanitarios que sirven a la GAM, cuya vida útil se ha reducido drásticamente.
Según el Informe Estado de la Nación, esta situación evidencia una nueva brecha entre la ambición política y la implementación efectiva, pues a pesar de contar con la Ley para la Gestión Integral de Residuos, las bajas tasas de reciclaje y la inminente crisis de los rellenos sanitarios demuestran que sigue siendo un gran desafío el lograr sistemas de recolección diferenciada eficientes y una infraestructura de valorización robusta.
Los expertos insisten en que los desafíos del cambio climático, la gestión del agua y el manejo de residuos en Costa Rica no son problemas aislados, sino facetas interconectadas de una compleja realidad ambiental.
Costa Rica se encuentra en un momento definitorio: durante la próxima década, su bien ganada reputación como líder ambiental global se enfrenta a desafíos internos significativos e interconectados en materia de resiliencia climática, seguridad hídrica y gestión de residuos.
El éxito de sus hojas de ruta hacia el 2035, y más allá, dependerá de la capacidad del país para cerrar la brecha entre la ambición declarada y la implementación efectiva, para traducir la retórica verde en resultados ambientales tangibles.