El 11 de septiembre de 2001, cuando los aviones desviados por Al Qaida se estrellaron contra el World Trade Center de Nueva York y el Pentágono en Washington, Afganistán vivía su propia tragedia, bajo el yugo de la organización yihadista.
Dos días antes, el grupo había asesinado a Ahmed Shá Masud, héroe de la resistencia durante la invasión de la Unión Soviética en los años 1980 y contra los talibanes una década más tarde, en su valle natal del Panshir (noreste).
Los afganos aún intentaban asimilar la muerte del carismático comandante Masud cuando los atentados en Estados Unidos se disponían a cambiar el curso de la historia de su país.
Y eso que algunos de ellos no cayeron en la cuenta inmediatamente.
"Esa noche, escuché las noticias (...) hablaban de un ataque contra Estados Unidos", cuenta a la AFP Abdul Rahman, un exfuncionario entonces veinteañero.
"No presté atención porque en la radio siempre hablaban de atentados y de guerra", añade.
Al cabo de unos días, los afganos se enteraron de que Al Qaida y su líder, Osama bin Laden, quien vivía escondido en su propio país, habían organizado los atentados.
Los estadounidenses culparon a los talibanes, en el poder desde 1996, de haber protegido a Al Qaida.
"No pensé que Estados Unidos atacaría Afganistán en represalia" por lo ocurrido, recuerda Abdul Rahman. "Para mí, Estados Unidos era muy lejano".
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Abdul Samad, un bibliotecario de Kandahar (sur), recuerda haber visto a personas alrededor de un quiosco, mirando en la prensa fotos de las torres gemelas del World Trade Center en llamas.
"Era casi dos días después" de los ataques, recuerda este hombre, que estima que el atentado desembocó en una "ocupación inaceptable".
Frente a la negativa de los talibanes a entregarles a Bin Laden, Estados Unidos invadió Afganistán al frente de una coalición y en pocas semanas derrocó al régimen islamista.
"Buscaron una excusa para venir a Afganistán. Era una excusa para ocupar esta tierra", acusa Abdul Samad.
Qiyamudin, un cerrajero de Kandahar, creía que la intervención de Estados Unidos pondría fin a más de dos décadas de guerra, pero pronto se dio cuenta de que se equivocaba.
Al principio, "la gente era optimista y los refugiados de otros países, como Pakistán e Irán, regresaron", explica. "No sabían que íbamos a tener más problemas".
Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) “armaron un lío viniendo aquí”, protesta.
Después de su caída, los talibanes se pasaron a la insurgencia y multiplicaron los atentados y ataques contra las fuerzas extranjeras y afganas, causando la muerte de decenas de miles de personas.
A los estadounidenses se les acusaba de no respetar las tradiciones y la religión de Afganistán y de cometer errores que se cobraron vidas.
Noorullah, un profesor, recuerda haber visto en la televisión las imágenes de los atentados en Nueva York y Washington en el sótano de un vecino, a escondidas.
La televisión, al igual que otras formas de entretenimiento, estaba prohibida porque los talibanes consideraban que quebrantaba la ley islámica.
"Parecía horrible. No paraban de mostrar las torres en llamas", recuerda.
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Después de la caída de los talibanes hubo un período de calma y paz. Pero no duró. Los islamistas se negaban a aceptar que los extranjeros hubieran ocupado el país.
"Cuando los talibanes se fueron, la gente estaba feliz, podía respirar de nuevo la libertad", agrega Noorullah.
Pero con el tiempo entendió que "Estados Unidos había llegado al lugar equivocado". "Era una trampa para ellos".
20 años después los talibanes han vuelto al poder en Afganistán y él está convencido de que tenía “razón”. “Han vuelto los mismos, las mismas caras, las mismas actitudes”.