El empleo en Costa Rica está lejos de comportarse como un ente homogéneo. Por el contrario, cada vez aparecen en el país más aspectos que separan cómo trabajan los costarricenses en características tan relevantes como la calidad, el aseguramiento y las retribuciones económicas que se reciben por ese trabajo.
Si se tuviera que englobar en una característica el comportamiento de las oportunidades laborales que el país ha producido en los últimos años, esta sería el deterioro.
El empleo informal no ha cedido terreno. El 46,3% de los trabajos entran en esta categoría según la Encuesta Continua de Empleo (ECE) del tercer trimestre del 2019 publicada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).
Mientras el comportamiento del indicador amenaza con llegar a representar a la mitad de los puestos de trabajo, la misma ECE sitúa el desempleo en un 11,4%.
Estos indicadores son solo unos de los factores que explican un nuevo comportamiento determinado en el Informe del Estado de la Nación del 2019 (IEN): el empleo que más crece en Costa Rica es de baja calidad nutrido por puestos informales e incumplimiento de reglas laborales básicas.
Mujeres, personas jóvenes y sobre todo población en condición de pobreza, son los principales afectados por este síntoma que además se convierte en un ancla que evita que las personas puedan salir de los estratos más bajos de la sociedad, a pesar de contar con un trabajo.
¿Qué es baja calidad?
Contar con un seguro laboral, cotizar para una pensión, recibir el salario mínimo, tener una jornada laboral de ocho horas y días de vacaciones según indica la ley, son lujos para una parte de la población costarricense.
Un total de ocho indicadores contenidos en cuatro dimensiones que podrían considerarse como básicas, son las que definen el empleo de calidad según los parámetros establecidos por el Programa Estado de la Nación (PEN), responsable del informe.
Los empleos se califican de 0 a 100 dependiendo qué tanto cumplen con estos criterios. Menos de 50 engloba los empleos de baja calidad y que inclumplen todos o casi todos los criterios y más de 75 los de calidad alta donde se cumplen todos los indicadores. Entre mayor sea el incumplimiento, menor será la calificación.
Mientras en el sector privado la calidad es variada en los tipos de trabajo, en el sector público más del 90% de los empleos son de alta calidad.
En el empleo de alta calidad se encuentra el 52% de la población, un número que se queda corto si se toma en cuenta que la medición del PEN ubica en esta categoría a trabajos que cumplen apenas con condiciones básicas.
En la otra acera están los trabajos que irrespetan al menos una de estas condiciones. Cada vez son más las personas que están en puestos de subempleo, con jornadas laborales mayores a lo que dicta la ley sin su respectiva paga, sin cotizar para una pensión o que no llegan a recibir ni siquiera el salario mínimo.
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Este escenario se nutre de personas que terminan accediendo a estos trabajos al ser los únicos que encuentran disponibles. Por ejemplo, personas con secundaria incompleta, trabajos de cuenta propia y ocupaciones no calificadas son solo unas de las variables que muestran una variación de crecimiento en los últimos meses en Costa Rica, según la ECE.
¿Cuál es la calidad del empleo en las distintas poblaciones?
Porcentaje de cumplimiento del índice de calidad del empleo en las personas ocupadas, por tipo de empleo, según dimensión.
FUENTE: IEN, CON BASE EN PACHECO Y ELIZONDO, 2019, Y DATOS DE LA ENAHO 2018, DEL INEC. || J.M. / EL FINANCIERO.
Sin embargo, los problemas en la generación de empleo y las amplias disparidades de su distribución territorial y sectorial no son un rango exclusivo del sector informal. Dentro del empleo considerado como formal también se encuentran ejemplos de trabajos de baja calidad.
Por ejemplo, el empleo en las mujeres crece, pero principalmente asociado a labores que no cumplen con todas las condiciones, como trabajos de servicio doméstico y empleos temporales.
Lo mismo pasa con las personas jóvenes. La tendencia de que este grupo enfrenta más problemas para conseguir empleo se agudizó en los últimos años, de acuerdo con Natalia Morales, investigadora del PEN.
A nivel general, el número de personas dentro de la fuerza de trabajo empezó a crecer desde principios del 2018 y aunque hay más personas buscando empleo, la tasa de ocupación se mantiene estable.
Las consecuencias son dos: se presiona el desempleo y los trabajos que se generan son de menor calidad.
Sumado a esto, el escenario para las personas no calificadas también es complicado. Mientras antes las personas que no terminaron la secundaria podían acceder a empleos de baja calidad, ahora están prácticamente sin acceso a oportunidades, de acuerdo con la investigadora.
Estancamiento del sector formal
La Encuesta Nacional de Hogares (Enaho) del 2018 reporta 2.023.652 personas ocupadas. El 72,3% de ellas son asalariadas (en los sectores público y privado), un 19,5% trabaja por cuenta propia y el restante 8,2% son personas que se desempeñan en el servicio doméstico remunerado.
Estos tres grupos tienen resultados distintos en cuanto a la calidad del empleo que desempeñan. Sin embargo, los trabajos de baja calidad no están ausentes en ninguno. De hecho, 93.570 personas se desempeñan en empleos con la peor calidad y otras 441.856 tienen un trabajo de calidad media-baja.
Y mientras el empleo informal se acerca peligrosamente a representar la mitad de los trabajos en Costa Rica, la concentración de trabajos de calidad recae en pocas empresas.
Un 75% del empleo de calidad alta está centralizado en apenas un 10% de las empresas del parque empresarial nacional es decir, 6.218 compañías de 62.186 en total que hay en el país. Ese 10% es, además, el que más ingresos produce.
En contraparte, un 60% de las empresas son consideradas “bajas” en relación con sus ventas y apenas emplean un 8% de los trabajadores del sector formal del país.
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“Dependemos de pocas empresas para generar empleo de calidad. Además, hay poco crecimiento de empresas grandes en el país. Estas son importantes porque generan mucho empleo, pero no están creciendo acorde a la cantidad de trabajo que se necesita”, explicó Morales.
Este comportamiento tiene que ver con problemas de la estructura productiva que tiene el país, donde los sectores más dinámicos no son los que más empleos que generan, porque el perfil de las personas que se insertan en el mercado laboral, no concuerda con lo que necesitan estas empresas.
En consecuencia, las personas se conforman con el trabajo que haya disponible y terminan accediendo a empleos de cuenta propia y servicio doméstico, asociados con baja calidad.
Anclados sin poder crecer
Una de las consecuencias principales que tiene el crecimiento del empleo de baja calidad es que crece aún más en los sectores más vulnerables. Esto funciona como un ancla que condiciona el desarrollo de estos trabajadores.
Para una persona pobre no importa que esté en condición de asalariada o subempleo. Independientemente del tipo de trabajo, ese empleo no le genera mejores condiciones de vida.
Es decir, el problema para esta población no es únicamente que estén asociados a un alto desempleo, sino que el empleo al que acceden no les garantiza un acceso a una vida digna.
“Si es una persona pobre no importa la categoría de empleo que estén, sean asalariados o independientes, ese tipo de trabajo no generan un ingreso suficiente y en la mayoría de los casos no se cumplen las condiciones mínimas”, declaró Morales.
Por ejemplo, dentro de la población en pobreza extrema las personas que trabajan por cuenta propia obtiene trabajos mejor calificados en cuanto a calidad que los asalarariados y en servicio doméstico. Sin embargo, la calificación es tan baja que apenas supera los 50 puntos de 100 posibles, por lo que por poco logran entrar en la categoría de calidad media.
Para esta población las condiciones siendo precarias, sin acceso a aspectos básicos como el aseguramiento ante la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS) o el salario mínimo, condición que los ancla, a pesar de un salario, a no salir de la pobreza.