Lograr más participación de las mujeres en el mercado laboral ya no es solo una herramienta para la equidad de género o un discurso de los partidos políticos para ganar las elecciones.
Ahora, con una población cada vez más vieja, una mayor incidencia de las mujeres en el mundo del trabajo es cuestión de vida o muerte para las economías y los mercados en crecimiento.
Si Latinoamérica lograra aumentar la participación femenina, los estudios han calculado que podría vivir un segundo periodo de bonanza demográfica con los mismos beneficios del que ya está por desaparecer, por las bajas tasas de fecundidad.
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En Costa Rica, si la mano de obra femenina se incrementara en un 3% anual, el promedio de nuevos ocupados sería de más de 45.000 entre 2015 y 2020, en comparación con los 30.000 en un escenario en el que no aumentara la participación.
El último Informe del Estado de la Nación mostró que la tasa de participación de los hombres en el mercado de trabajo está estancada desde el 2001 mientras que la de la mujer viene en franco crecimiento.
Es una parte de la población económicamente activa (PEA) a la que todavía le queda margen para expandir su participación, contrario a la masculina que ya alcanza prácticamente el 100% de actividad.
Además, una investigación de la firma McKinsey reveló este año que, si cada país de Latinoamérica alcanza la misma equidad de género que su vecino más avanzado en la materia –Chile–, el Producto Interno Bruto (PIB) de la región podría aumentar en un 14% para el 2025. Es decir, en $1,1 billones.
“Si las mujeres no alcanzan todo su potencial económico, la economía mundial será la que sufra”, indica el estudio.
Las investigaciones en esta línea proliferaron en los últimos cinco años, cuando los demógrafos advirtieron sobre a los gobiernos los efectos de la disminución en las tasas de fecundidad.
La clave, han señalado los estudiosos, está en lograr un equilibrio entre la reproducción humana y la producción económica de las mujeres, de la mano de la creación de empleo.
Las bondades
El estudio de McKinsey tomó en cuenta los índices de equidad de género de 95 países para demostrar cuánto bien puede traerle la equidad de género en el empleo a la economía mundial.
La investigación también demuestra que, si en el mundo se alcanzaran las mismas condiciones laborales para mujeres y hombres, la producción crecería en un 26% para el 2025. Es decir, $28 billones.
¿Cómo se llega a ese punto?
El desarrollo económico lleva a las naciones a cerrar sus brechas de género, pero el proceso se puede acelerar al fortalecer cuatro áreas en particular.
Los investigadores anotan que se deben aumentar los niveles educativos, la inclusión digital y financiera, y la protección legal de las trabajadoras, así como disminuir el trabajo de cuido sin remuneración.
Este último rubro afecta de manera particular a las mujeres costarricenses, que se encargan del 98% del cuido sin recibir un salario a cambio.
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Un panorama poco halagador
El Índice de Pobreza Multidimensional (IPM), desarrollado este año por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), suma el cuido sin remuneración como un indicador que empobrece a los hogares.
Un 22% de las familias pobres registran esta privación, denominada “fuera de la fuerza laboral por obligaciones familiares”.
En estos hogares hay al menos una persona con deseos de trabajar que no puede hacerlo por sus obligaciones con otros miembros de la casa.
Con el índice, el país al menos ya lo reconoce y los encargados de la política social empiezan a visualizar mejor el panorama del mundo laboral para las mujeres.
La inserción de las mujeres en la economía es también uno de los enfoques más frecuentes de la vicepresidenta de la República, Ana Helena Chacón, en sus discursos sobre temas sociales.
A estos indicadores se suman otros poco halagadores.
“A la baja participación femenina se suma un retiro temprano del mercado laboral, que reduce el potencial de crecimiento económico del país”, añade el informe del Estado de la Nación.
Según la Encuesta Continua de Empleo (ECE) del tercer trimestre del 2015, seis de cada diez asalariados en el país son hombres.
El subempleo entre las mujeres es de un 13% en comparación con un 8% para los hombres, según la ECE.
La misma encuesta muestra que el 31% de las mujeres asalariadas en Costa Rica trabajan sin contar con un seguro de salud, diez puntos porcentuales más que los hombres.
“Ha sido una población que tiene mucho trabajo pero es un trabajo sin remuneración que no es visibilizado” dijo Christian Vargas, del Fondo de Población de Naciones Unidas.