El líder opositor Juan Guaidó, de gira por Suramérica, es esperado por sus seguidores en Venezuela entre el temor a que sea detenido por burlar la prohibición de salida del país y el anhelo de continuar la ofensiva para sacar a Nicolás Maduro del poder.
Su retorno, posiblemente este lunes tras visitar Colombia, Brasil, Paraguay, Argentina y Ecuador, supone un reto para Maduro, quien deberá decidir si arrestarlo y provocar una fuerte reacción internacional o dejarlo entrar tranquilo, socavando su autoridad.
“Por un lado temo que regrese y lo metan preso y volvamos a tener otro Leopoldo (López); pero, por otro, quiero que regrese con la esperanza de que cambie el país”, aseguró Iskia Urdaneta, abogada de 37 años, al referirse al mentor de Guaidó, quien cumple una condena de casi 14 años, actualmente bajo prisión domiciliaria.
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Reconocido por más de 50 países como presidente interino, Guaidó salió inesperadamente de Venezuela hace 10 días para asistir a un megaconcierto en la fronteriza ciudad colombiana de Cúcuta y apoyar el ingreso de ayuda humanitaria. Prometió regresar “pese a las amenazas” para seguir con su estrategia de lograr un gobierno de transición y elecciones “libres”.
“Viene con más apoyo internacional, respaldado por Estados Unidos y su amenaza de actuar más fuertemente si lo tocan. Pero corre el riesgo de una detención o ataques a su integridad física”, comentó el politólogo, Luis Salamanca.
Un país en incertidumbre
Estados Unidos, que no descarta una opción militar en Venezuela, advirtió que si algo le sucede a Guaidó habría “serias consecuencias”.
“El gobierno tendrá que evaluar los costos, y eso dependerá de qué tan creíble sea que Estados Unidos dé un paso más allá de la retórica”, aseguró Félix Seijas, de la encuestadora Delphos.
Maduro indicó hace unos días que Guaidó, jefe del Parlamento de mayoría opositora, debe “respetar la ley” y que si regresa al país “tendrá que ver la cara de la justicia”.
El Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) y la Fiscalía General, aliadas del gobierno, abrieron investigaciones contra Guaidó, acusándolo de “usurpación” de funciones y dictaron, además del impedimento de salida, el congelamiento de sus bienes. No obstante, hasta ahora no ha sido acusado formalmente.
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“Su vida corre peligro porque no hay Estado de derecho en este país, pero Maduro no es bruto, sabe que está cercado. Guaidó no está solo, tiene el apoyo internacional, aunque no queremos una intervención militar”, expresó Solibet Hernández, comerciante de 46 años.
Para Luis Quintero, docente de 64 años, seguidor de Maduro, el opositor "apenas pise territorio venezolano debería de tener una orden de detención encima y tiene que ponerse a derecho".
Juan Mariño, supervisor en un gimnasio, de 37 años, cree que, a pesar de eso, “lo mejor es venir y jugársela toda”. “Si Maduro lo encarcela va a levantar mucho polvo y puede que ojalá ocurra una intervención militar”, sostuvo.
“Toca vencer el miedo. Su regreso será una etapa crucial en el cambio que se avecina, Guaidó representa la esperanza. Cualquier acción que se tome en su contra puede traer graves consecuencias para la dictadura”, fustigó Mauricio Marcano, de 32 años.
Para Seijas, Guaidó debe evitar ser puesto preso “subiendo los costos al gobierno”, lo que pasa por el respaldo de Estados Unidos y activar a la población.
Esperanza de cambio
Guaidó, de 35 años, se autojuramentó el 23 de enero luego de que el Congreso declarara a Maduro “usurpador” por asumir el 10 de enero un segundo mandato que –como gran parte de la comunidad internacional– considera ilegítimo y originado en una reelección “fraudulenta”.
“Si no regresa, la ‘causa’ opositora sufriría un importante revés que tendría que manejarse con mucho tino. La capacidad de acción de Guaidó internamente se reduce prácticamente a convocar concentraciones, y pronto no habrá ‘material’ para mantener ese ánimo”, advirtió Seijas.
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Daniel Acosta, universitario de 24 años, confia en “lo que Guaidó está haciendo”, pero reconoció que “si no viene sería una nueva frustración” para muchos.
Guaidó, a quien Maduro acusa de ser un títere de Estados Unidos, fue detenido el 13 de enero durante casi una hora por el servicio de inteligencia, episodio condenado por varios países y del que el gobierno se desmarcó, asegurando que los agentes actuaron unilateralmente.
Yamila Vargas, ama de casa de 51 años, afirma que “si esta vez lo llegan a tocar, detrás hay una maquinaria increíble que va a continuar lo que empezó”. “Esto no nació para morir”, agregó.