El mundo batalla contra la inflación y la mayor parte de autoridades monetarias en el mundo ya aplican duras medidas para detenerla. Las gestiones que se realizan pueden considerarse absolutamente necesarias, pero tienen como costo el enfriamiento de la economía y un impacto directo en el bolsillo de los costarricenses.
Las medidas para reducir la inflación, por un lado, aplacan la subida en los precios. Pero, por otro, reducen el consumo y con ello le quitan brío a la economía, que apenas se recupera de la COVID-19. Entre corrillos, inclusive, cobran fuerza las voces que hablan sobre la amenaza de una recesión.
Subidas a las tasas de interés como las que ya se aplican internacionalmente, por ejemplo, golpearán los montos que las personas y estados pagan por sus créditos. También reducirán su posibilidad de acceder a nuevo financiamiento, la magnitud y la cantidad de las ventas, y hasta puede poner en riesgo las oportunidades de muchos de mantener o encontrar empleo.
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¿Cuál sería el impacto?
Las medidas de política monetaria para frenar la inflación buscan reducir el consumo. Esto es así porque, cuanto menos dinero haya en las calles, menos dinero tienen las personas para comprar, más cae la demanda y más se reducen los precios. Pero eso tiene un efecto desacelerador de la economía. Si hay menos dinero en los bancos y en las calles, también se encarecen las opciones de crédito, se estimula el ahorro y la actividad económica se enfría.
Tasas y crédito
Una de las principales herramientas para ralentizar el consumo de las personas es subir las tasas de interés de referencia. Eso ya lo aplican los principales bancos centrales del mundo.
La Reserva Federal estadounidense, por ejemplo, anunció este 15 de junio su mayor subida de tipos de interés en 28 años a un 1,5%-1,75%; mientras que el Banco Central de Costa Rica (BCCR) hizo lo propio al cierre de este mismo miércoles, llevando su tasa de política monetaria (TPM) al máximo de los últimos 11 años (5,5%).
Esas subidas buscan incentivar el ahorro, sacar dinero del mercado y restringir el acceso al crédito. Con todo eso se reduce el apetito del mercado por bienes y en esa ecuación es que entra su billetera. Si usted ya tiene un crédito, es posible que sus tasas aumenten; si pensaba conseguir uno, es posible que deba pagar más por él; y si dudaba entre ahorrar dinero y gastarlo, es probable que prefiera guardarlo ante un mayor premio de las tasas.
Retiro de dinero
Además de las subidas en los tipos de interés, los bancos centrales tienen otras herramientas para enfriar la actividad económica y la demanda de bienes. Por ejemplo, este 15 de junio el Banco Central anunció que incrementará gradualmente el porcentaje de encaje mínimo legal (EML), de 12% a 15%, en julio.
El EML es el porcentaje de las captaciones que realizan las entidades financieras que ellas deben reservar en el emisor y, entre más alto sea el monto, menos recursos líquidos les quedan para su gestión crediticia.
“Con esto los bancos, para recuperar la liquidez que necesitan y otorgar créditos, deben pagar más por esos recursos”, explicó la economista Adriana Rodríguez, gerente del puesto de bolsa de Grupo Acobo. “Esto acelera la transmisión de las tasas de interés que el Banco Central quiere para enfriar la economía y enfriar la inflación”, añadió.
A su vez, esa transmisión a las tasas de interés devuelve algún atractivo para ahorrar en colones. Como las tasas ofrecen mejores rendimientos, además, se incentiva mantener los recursos en esa moneda y se desincentiva la dolarización, al menos levemente.
Ventas, actividad económica y empleo
Las medidas para frenar la inflación deben tener un efecto desacelerador de la economía para que funcionen, explicó en entrevista con EF el también economista y socio director de FCS Capital, José Luis Arce.
“Estas medidas buscan hacer más caro endeudarse para gastar e invertir, y también buscan incentivan el ahorro. Con eso se reduce el gasto y se desacelera la economía, como una especie de efecto secundario de tomarse esa medicina. Si no pasás por la desaceleración, quiere decir que no sirvieron las medidas”, subrayó.
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La desaceleración también tiene efectos sobre sus bolsillos.
Es probable que el sector exportador y de zonas francas reciban menos ganancias si hay menos apetito de consumo en las principales potencias del mundo, que también aplican sus propios recursos de enfriamiento. Asimismo, es posible que si el consumo interno costarricense decae, las ganancias de su empresa salgan resentidas.
También es un riesgo que –tomando en cuenta todo lo anterior– para muchas personas se complique todavía más conseguir o mantener su trabajo, a pesar de que el país mantiene un rezago de unas 80.000 trabajadores ocupados menos que antes de la pandemia.
Una medicina desagradable
Casi nadie gana con una economía que se enfría. Además, está el riesgo de que las autoridades monetarias del mundo se excedan en la aplicación de sus “paños fríos” y que eso terminen congelando la actividad económica. Por ese motivo es que, entre corrillos, actores económicos mencionan la posibilidad de una nueva recesión. Las medidas de política monetaria, lamentablemente, no se pueden medir con tanta precisión como se desearía; aunque cada vez hay mejor información disponible.
Los efectos que tendría una nueva contracción de ese tipo no hace falta recordarlos. Todavía están frescas las memorias de episodios recientes, aunque siempre el detonante y la profundidad ha variado. Pasa igual que en cualquier otro tipo de terremoto.
Sin embargo, el enfriamiento de la economía es la medicina desagradable para intentar curar una inflación que –si no se detiene– puede tener efectos recesivos peores: muchos de ellos ya en curso.
Una población que paga más caro por todos sus bienes es una población que consume cada vez menos con sus recursos también, que obtiene menos recursos para operar adecuadamente en sus industrias y en la que se agravan los niveles de pobreza, entre muchos otros males.
La subida en los precios alcanza números especialmente altos en Costa Rica y otras partes del mundo. En Estados Unidos, la tasa de variación interanual es la más alta en 40 años y en Costa Rica los registros más recientes no se veían desde 2009.
En todo eso influyen cuestiones como la escasez de algunas materias primas, la demanda creciente tras la pandemia, los problemas logísticos en las cadenas de suministro y, como una gigante cereza en el pastel: la guerra en Europa del Este. El veto de las importaciones rusas, entre otras consecuencias de ese último factor, ha quitado al planeta energía, materiales agrícolas y metales, entre otras materias esenciales.
“En ese contexto”, describía Daniel Ortiz, de Cefsa, es que los bancos centrales “tienen el objetivo de mantener una inflación baja y mantener los niveles de empleo, aunque se tenga un costo en términos de empleo y de producción”. Pero la corrección que ofrece esta medicina tampoco es gratuita. Es más bien amarga.