Los choques entre Estados Unidos y China en escenarios que se multiplican para incluir el comercial, tecnológico y político levantan chispas que ya salpican a Costa Rica.
Washington estableció sanciones contra ejecutivos de varias subsidiarias de China Communications Construction Company (CCCC), casa matriz de China Harbour Engineering Company (CHEC) empresa encargada de la ampliación de la ruta 32.
El duelo no solo representa riesgos, sino que también trae oportunidades para Costa Rica. La mezcla entre desconfianza al alza y el efecto de la pandemia en las cadenas de abastecimiento le dan impulso a la tendencia del nearshoring y el país cuenta con buenas condiciones para atraer empresas que busquen trasladar operaciones a terreno occidental.
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¿Cuál es el camino más inteligente para una pequeña economía abierta y dependiente de los mercados externos? Es una pregunta que debe plantearse el país conforme la confrontación entre las potencias extranjeras escala en acritud.
El camino
En una visita oficial al país a inicio del 2020 el Secretario de Estado de los Estados Unidos, Mike Pompeo ofreció un discurso en el que la relación de Costa Rica con China llamó la atención.
“Nosotros trabajamos como aliados de Costa Rica. Esto es un contraste importante con las promesas que hace el gobierno de China que solo ofrecen deuda, dependencia y erosionan la soberanía”, declaró Pompeo, señalando la cooperación e inversiones de la nación asiática en el país.
La respuesta china no se hizo esperar. A través de un comunicado la embajada de este país recordó que “Costa Rica fue el primer país de Centroamérica en establecer relaciones diplomáticas con China en el nuevo siglo”. Relaciones recalcadas como exitosas para ambas naciones.
Ahora, como en la época de la Guerra Fría, las potencias se pelean influencias en la comunidad internacional y el papel de Centroamérica dentro de la esfera de influencia natural de Estados Unidos vuelve al escenario geopolítico.
“Washington tenía un poco abandonada a América Latina, pero este va a ser el momento de volver a prestar atención”, explicó Rosemery Hernández, directora de la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional (UNA).
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Esa atención renovada se presenta cuando la pandemia tensó la eficiencia en las cadenas globales de valor. La repatriación de las operaciones de compañías estadounidense que migraron al oriente en busca de menores costos, ha sido la consigna de Trump desde que hacía campaña para convertirse en presidente.
Para esto usó una estrategia simple. Atraer a las empresas de vuelta con beneficios fiscales y castigar a las que se quedaran fuera con la misma receta. La apuesta era generar empleo y controlar los mercados financieros y de inversiones.
La COVID-19 demostró que la mayoría de los suministros estaban ubicados en Asia, con preponderancia de China, y que la dependencia era mucha. No solo Estados Unidos, sino que múltiples países empiezan a tener miedo al desabastecimiento.
La necesidad de relocalizar y regionalizar hace que América Latina destaque. Estar en el mismo uso horario, la cercanía, la similitud cultural y el manejo del inglés, son armas a favor de Costa Rica, estimó Francisco Chacón, exviceministro de Comercio Exterior.
Para sacarle provecho a estos factores, el país debe dejar clara su posición de mayor apertura. “La luz se va a dar en la OCDE, ahí hay más ojos viéndonos y se verá si somos lo suficientemente estables y amigables”, argumentó Hernández.
Hasta el momento Costa Rica lo ha hecho muy bien en cuanto a las empresas multinacionales de tecnología y dispositivos médicos, de acuerdo con Jorge Sequeira, director de la Agencia de Promoción de Inversiones en Costa Rica (Cinde). En estas áreas la mayoría de los negocios se mantienen ininterrumpidos a pesar de la pandemia.
“El 98% de esta gente se envió a trabajar a la casa, sin que se interrumpieran los procesos. Este es un tema de seguridad de los negocios. Le podemos decir al mundo que este es un lugar seguro para invertir”, aseguró Sequeira.
Lo cierto es que una vez pasada la pandemia, con los países empobrecidos por la crisis, la competencia por atraer IED será feroz. Y ante esto Costa Rica tiene retos. Además de tener una línea clara como país de que la IED es bienvenida y buscada, hay aspectos técnicos a mejorar.
Por ejemplo, es necesario contar con fibra óptica de forma generalizada, de acuerdo con Chacón. Y de la misma forma, se debe mejorar y actualizar la mano de obra para responder a las solicitudes del mercado. Esto incluye mejorar el bilingüismo y apostar por carreras tecnológicas.
También hay un tema de costos. De acuerdo con Sequeira es imperativo que el país apunte a bajar costos de producción, particularmente en electricidad y en flexibilizar opciones laborales.
El mejor escenario es uno en el que Costa Rica no tenga que elegir. Que pueda responder directamente a Estados Unidos y garantizar la entrada de nueva inversión y con ella más empleos, pero en la que también siga fortaleciendo su relación con China, que aunque nueva, podría dar frutos positivos.
Sin embargo, con el conflicto en ascenso, las potencias no han parado de atacarse una a la otra. Una de las últimas medidas fueron las restricciones impuestas por Estados Unidos ante algunas empresas estatales de chinas, entre ellas algunas subsidiarias de China Communications Construction Company (CCCC), empresa madre de China Harbour Engineering Company (CHEC), que es la compañía encargada de la ampliación de la Ruta Nacional 32 entre Río Frío y Limón. La embajada norteamericana se aseguró de resaltar este último punto en su comunicación oficial.
¿Y China?
Al igual que con Estados Unidos, Costa Rica tiene un TLC vigente con China y la potencia asiática tiene razones de peso para el acercamiento. Para Hernández, Costa Rica es geopolíticamente importante, para cualquier país que quiera tener influencia en los vecinos centroamericanos, pero también, para mantener la influencia en el patio trasero de la otra potencia.
El hecho de que Costa Rica fuera el primer país de la región en restablecer relaciones con los chinos, hace apenas 13 años, significó que Panamá y El Salvador siguieran sus pasos, pero la tarea no está terminada. De los 22 estados que actualmente reconocen a Taiwán, cuatro están en Centroamérica.
Para Costa Rica no todo ha sido color de rosas. Los atrasos en la construcción de la Ruta 32 a cargo de CHEC, como bien se encargó de recordar la embajada norteamericana, mantienen la obra inconclusa e incluso han significado que el Gobierno hablara de pérdida de confianza con los trabajos realizados, que de a poco se ha empezado a restaurar.
Con la decisión de la administración de Óscar Arias (2006-2010) de volver a ser amigos de China, el país también empezó un nuevo proyecto, la creación de la Sociedad Reconstructora Chino Costarricense (Soresco). Era una nueva refinería en Limón que sería propiedad de ambos países.
El gran plan terminó en un gran juicio internacional, después de que la Refinadora Costarricense de Petróleo (Recope), decidiera separarse de Soresco. El conflicto no se resolvió hasta 2018, más de una década después de que se planteara la idea y el fallo fue a favor de Costa Rica.
Actualmente la inversión china en el país es baja. Costa Rica sigue sin meterse en las cadenas globales de valor que la potencia ha creado. Es además un reto difícil, dado el tipo de mano de obra que hay en el país y además la lejanía entre ambas naciones.
A pesar de esto, la relación de Costa Rica con China es buena, aunque no tan intensa como con otros países. Los proyectos desarrollados en el país son relativamente modestos. La relación debería mejorarse, siempre sabiendo que Estados Unidos es el principal socio comercial, de acuerdo con Chacón. También es el que más aporta turistas al país.
Sobre la misma línea lo ve Sequeira. Costa Rica debe mantenerse neutral. “Está claro que nuestro socio más importante es Estados Unidos, hemos estado bien manteniendo ese balance, pero el acercamiento comercial con China debe continuar”, explicó.
Escenarios de la nueva guerra
Tal vez el escenario más marcado de la disputa entre Estados Unidos y China es el comercial. Las dificultades de acceso de bienes estadounidenses a China es el principal generador de este conflicto. Mientras para los productos chinos es fácil entrar a Estados Unidos, en el trayecto inverso hay obstáculos.
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Ambas potencias han trabajado para llegar a arreglos. China, por ejemplo, se comprometió a comprar más a Estados Unidos para equilibrar la balanza, pero los resultados no han sido los esperados.
Por ejemplo, siete meses después de la firma de un acuerdo preliminar entre Washington y Pekín, las compras chinas de productos agrícolas estadounidenses siguen por debajo de los objetivos establecidos en enero.
Solo en esta materia China se comprometió a aumentar sus importaciones en $32.000 millones con respecto a los niveles de 2017. De acuerdo con datos del Instituto Peterson para la Economía Internacional (PIIE), las compras agrícolas chinas a Estados Unidos apenas alcanzaban en junio el 39% de su objetivo semestral, según cifras estadounidenses, y el 48%, según las de la aduana china.
Esta disputa de carácter comercial viene acompañada de una guerra tecnológica. El dominio de la tecnología 5G, la que se espera que marque el desarrollo tecnológico en las próximas décadas, es el escenario bélico.
Quien controle la tecnología, y particularmente los datos que genera, va a tener ventaja en el futuro. De momento, China va ganando la carrera. De acuerdo con datos de Global System for Mobile Communications Association (GSMA), China controlará el 70% de las conexiones globales de 5G para el cierre del 2020.
Estados Unidos incluyó el control de las redes 5G en su Estrategia de Seguridad Nacional del año 2017 y lucha porque la diferencia con China no sea insalvable.
En 2019, el Departamento de Comercio de Estados Unidos puso a Huawei en una especie de lista negra, que definía que sin licencia específica, las empresas estadounidenses no podrían comerciar con la marca china, a la que acusa de ser un peligro para la seguridad nacional. Google se unió a la batalla al dejar a los nuevos celulares de Huawei sin apps ni servicios. Como respuesta, la empresa creó sus propias aplicaciones y servicios móviles.
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En mayo del 2020, Estados Unidos volvió a poner restricciones prohibiendo que las empresas estadounidenses suministran nuevos chips HiSilicon, los más modernos, a Huawei. Todas estrategias para debilitar la marca asiática, que encabeza el avance de la 5G
La Casa Blanca ha reclutado aliados en la batalla. Por ejemplo, el Reino Unido decidió descartar a Huawei como proveedor de sus redes de 5G y prohibió la compra de equipos del gigante chino a partir de 2021. Además ordenó que los equipos antiguos se deberán retirar antes de 2027.
En la misma línea se da el bloqueo de TikTok. El presidente Donald Trump emitió un decreto que prohibirá que la aplicación de redes sociales TikTok opere en Estados Unidos si su empresa matriz china, ByteDance, no la vende antes del 15 de setiembre del 2020. ¿Por qué? El Gobierno estadounidense alegó que la aplicación “captura automáticamente grandes extensiones de información de sus usuarios, como datos de ubicación e historial de búsqueda. Esta recopilación de datos amenaza con permitir que el Partido Comunista Chino acceda a la información personal y privada de los estadounidenses”.
Esta batalla sigue en pie. La empresa china demandó a Estados Unidos, mientras empresas como Microsoft y Oracle pujan por su compra.
En la arena política las cosas tampoco están quietas. Estados Unidos envió en agosto del 2020 a Taiwán la delegación más importante desde 1979. China respondió al viaje señalándole como una “amenaza para la paz”.
Aunque China ya venía dando sus primeros pasos para convertirse en una potencia política desde la década de los 70, fue hasta la llegada del presidente Xi Jinping al poder, que la nación potencializa el interés de ser potencia comercial.
El cambio ha sido tanto, de acuerdo con Gerald Solano, analista de comercio internacional, que Estados Unidos entró en déficit comercial con China. Es decir, le compran más a China que lo que la potencia asiática les compra a ellos.
El escenario del déficit se vuelve más interesante si se analiza quién le debe a quién. La atracción de Inversión Extranjera Directa (IED) a un régimen que años atrás se cerró por completo al mundo y el impulso de las exportaciones le dieron armas a China para ser otra potencia.
“Es interesante porque China sigue siendo catalogada como país en desarrollo, pero es una potencia”, explicó Hernández de la UNA.
La nueva Ruta de la Seda es un proyecto que aspira a consolidar a China como una potencia mundial. Los opositores chinos catalogan el plan de infraestructuras a lo largo de los cinco continentes como un intento de dominación mundial. Los que defienden al gigante asiático lo ven como una posibilidad de sacar a regiones olvidadas de la pobreza y de interconectar el mundo.
“Hay un claro interés en convertirse en la primer economía global. Esto empieza a generar conflicto en Estados Unidos y Trump ha querido dar el golpe en el tema comercial”, argumentó Solano.
La estrategia de China además ha buscado explotar los frentes flacos de la gestión de Trump en la Casa Blanca.
En medio de la crisis por la pandemia China salió a ayudar al mundo dando donaciones de millones de mascarillas que incluso llegaron a Costa Rica, pero además con expertos en el tema, ayudas económicas y de tecnología.
Mientras Estados Unidos se retiró de la organización Mundial de la Salud (OMS), China donó $30 millones al ente. Un ejemplo más del recelo de la actual administración estadounidense hacia el multilateralismo.
Conforme la lucha entre ambas potencias recrudece Costa Rica debe jugar sus cartas para sacar provecho de las oportunidades que se le presenten y esquivar los riesgos.