A pesar de que el Brexit, o la salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE), se firmó en el 2016 tras un referéndum, nunca significó una acción inmediata. El proceso, se llevaría a cabo de manera paulatina y las últimas semanas han significado un verdadero dolor de cabeza para ese proceso
El panorama actual del Brexit, bien se podría calificar como una crisis autoimpuesta, que podría no terminar en marzo del 2019 cuando se supone, el Reino Unido debe abandonar final y completamente la UE.
Algunos de los aspectos económicos que han derivado del estado actual del Brexit, son los motivos por los que Theresa May, Primer Ministra británica, busca ejecutar un desligue de la UE más suave de lo que se prometió previo a las urnas y por lo que la parte más conservadora de los británicos vitoreaba.
En las calles de Londres, incluso se habla del BINO (Brexit In Name Only, en español: brexit solo de nombre).
En las últimas semanas, se han concentrado las acciones que “entorpecen” el avance de la ruptura. May ha tenido que ceder ante los parlamentarios, quienes estuvieron a punto de tomar el control de las negociaciones del Brexit. La Primer Ministra concedió al Parlamento un voto significativo y prometió no abandonar necesariamente la UE sin un acuerdo con el bloque europeo.
Ningún acuerdo, por accidente
Sin embargo, sobre el acuerdo prometido por May, se han lanzado una serie de interrogantes. El estancamiento de las negociaciones con la UE es la principal causa que podrían derivar en que el Reino Unido abandone la Unión en marzo de 2019 sin el trato que buscan, principalmente, los opositores a la salida.
El trato, debería estar enfocado en no eliminar la fusión aduanera que existe entre los países miembros de la UE. En el peor de los casos, al menos suavizar los procesos fronterizos.
Las preocupaciones sobre el acuerdo, fueron expuestas por el Ministro de Relaciones Exteriories británico en Bruselas, culpando principalmente a la parte de la Unión. "Sin un cambio real en el enfoque por parte de los negociadores de la UE, ahora enfrentamos un riesgo real de no llegar a ningún acuerdo por accidente, y eso sería increíblemente difícil económicamente”, aseguró Jeremy Hunt.
Incluso, y a pesar de su posterior promesa, en comparecencia en el Congreso, la Primer Ministra aseguró que “ningún acuerdo era mejor a un mal negocio” cuando se trataba de Brexit. Insistió que estaban trabajando en un “buen negocio”, pero que paralelamente se intensificarían los planes para un escenario “sin trato”, para poder emitir “avisos técnicos” a las empresas que se verían afectadas.
La negociación entre la UE y el Reino Unido se tensa principalmente cuando se habla de los acuerdos comerciales y de dinero. El secretario del Brexit Dominic Raab, amenazó con la posibilidad de que Reino Unido no pague 39 millones de libras en facturas pendientes si las negociaciones comerciales se paralizan.
El mismo Hunt, ha insistido en que salir sin un acuerdo de la UE es el camino para los británicos a pesar de las dificultades económicas que podría representar. "Gran Bretaña encontraría ese desafío, pero al final encontraríamos una manera no solo de sobrevivir sino de prosperar económicamente. Pero mi verdadera preocupación es que cambiaría las actitudes públicas británicas hacia Europa durante una generación”, declaró Hunt en Bruselas.
La posibilidad de salir de Europa sin un trato comercial favorable también se ve con malos ojos por parte de los empresarios. La cabeza de Amazon en Reino Unido advirtió al secretario de Brexit, que Gran Bretaña enfrentaría "disturbios civiles" pocas semanas después de un Brexit sin trato, según varios medios británicos.
La Primer Ministra ha sido la receptora de las críticas de quienes se oponen a la salida de la UE, pero en los últimos días también de quienes abogan porque se cumpla el Brexit. Es decir, los más conservadores y aliados de May.
En una reciente visita a Irlanda, la Ministra reiteró su intención de desechar sus compromisos con la UE e Irlanda, para después desdecir sus palabras.
Theresa May, quien se desempeña como Primer Ministra del Reino Unido desde el 2016, poco después de que el pueblo británico votara a favor de abandonar la UE, fue atacada por la parlamentaria conservadora Andrea Jenkyns, quien le preguntó "en qué momento se decidió que Brexit significa permanecer".
May se defendió, argumentando que cualquier acuerdo tenía que ser creíble y proteger la economía, así como honrar el resultado del referéndum de 2016.
Incluso el exsecretario de Relaciones Exteriores, Boris Johnson, ha presionado a May, acusándola de “vacilar” sobre lo que quiere. Johnson, quien fuera cara de la campaña a favor del Brexit, incluso argumentó en el Parlamento que “no es demasiado tarde para salvar al Brexit”.
Las luchas internas, han sido aprovechadas dentro del lado opositor a la salida de la UN, quienes han hecho mella en las diferencias de los políticos conservadores.
Como consecuencia de estos ataques, Theresa May decidió tomar el control personal de las conversaciones con la UE sobre la salida, con Dominic Raab secretario del Brexit, puesto a un lado de sus funciones y sustituyéndola en las labores más internas del país.
El Brexit enfrentado a mentiras
Lo que plantearon inicialmente los que pelearon a favor del Brexit es que no perderán mucho al abandonar la Unión. Los argumentos se centraron en que podían negociar con los países europeos que están fuera de la UE. Incluso, enfrentarse a los impuestos bajos que la UE le da a las economías que no pertenecen a la Unión.
Los más creyentes de la ruptura con la UE apelaban a una alternativa comercial que se equipare a los negocios que el Reino Unido, tiene con el resto de Europa. El nombre principal para esa alternativa era Estados Unidos, quien compensaría cualquier pérdida que pudieran tener de los negocios europeos.
El problema recae en que las ventajas que ofrece la UE a los países miembros no son solo no cobrar impuestos, sino que los productos de países dentro de la Unión, se pueden mover entre una frontera y otra sin pasar por cada una de las aduanas. Es decir, no es solo pagar menos, son menos trabas y más agilidad.
Es en esos atrasos fronterizos donde se escudan los opositores al Brexit, poniendo como uno de los ejemplos, lo que significaría para la industria automotriz británica los atrasos en la importación de partes desde Europa. La pérdida de tiempo en las importaciones aumentaría los costos de manera significativa.
Trump tampoco es la solución para los británicos.
Primero, las señales que ha mandado el presidente estadounidense al resto del mundo son de una economía proteccionista. El libre mercado no es, ni por asomo, la bandera de Trump. Ha quedado claro en los aranceles establecidos a China y en las medidas que promete establecer para llevar de nuevo a Estados Unidos a las empresas que están asentadas fuera del país.
Los impuestos con los que entran a Estados Unidos los productos de la UE ya son bajos. Pero una unión unilateral entre ambas naciones podría más bien significar un mal para los del Reino Unido. Por la diferencia del tamaño de las economías, sería como si los británicos entregaran el control total de su política a Estados Unidos. Además de esto, entra a jugar la lejanía geográfica que hay entre Gran Bretaña y América.
Es por esto que la Primer Ministra busca que la fusión aduanera con Europa no se vea afectada con la salida de la Unión. Si esto pasara, sí sería un BINO más que un Brexit, porque el control de la política comercial del Reino aún estaría en manos europeas, sin que los británicos tuvieran ningún voto en las decisiones de la Unión.