Washington. El espectro de una guerra comercial entre Estados Unidos y China se cierne sobre el mundo, tras el anuncio de aranceles recíprocos a las importaciones y la presentación de una demanda de Washington contra Pekín ante la OMC por derechos de patentes.
El representante estadounidense de Comercio (USTR) indicó en un comunicado haber presentado una “demanda de consulta” contra China ante la Organización Mundial de Comercio (OMC), respecto a “ciertas medidas chinas relativas a la protección de los derechos de propiedad intelectual” al negar derechos básicos a los poseedores de patentes.
China, a su vez, concretó sus primeras amenazas comerciales contra Estados Unidos, al advertir que impondrá aranceles a más de un centenar de productos estadounidenses, horas después de que Donald Trump anunciara su ofensiva comercial contra Pekín.
El espectro de una guerra comercial entre ambos gigantes del Pacífico hizo tambalearse las bolsas de todo el mundo.
El parqué de Shanghái cedió un 3,39% el viernes; el de Shenzhen, el segundo de China continental, cayó en un 4,49%, y el de Hong Kong perdió un 2,45%. La víspera, Wall Street había cerrado con pérdidas del 3%.
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“China no teme en absoluto una guerra comercial”, advirtió el ministro chino de Comercio. “Si se inicia una guerra comercial, China luchará hasta el fin para defender sus intereses legítimos con todas las medidas necesarias”, había apuntado el jueves la embajada china en Washington.
Ese día, el presidente Donald Trump firmó en la Casa Blanca una Resolución que orienta al USTR a elaborar en 15 días una lista de productos chinos cuya importación a Estados Unidos pasará a ser objeto de pesados aranceles.
Trump denunció “la agresión económica de China” y anunció medidas punitivas contra la importación de productos chinos por valor de hasta “60.000 millones de dólares” para poner coto a la, según él, competencia desleal de Pekín y el robo de la propiedad intelectual. Anteriormente, sus asesores económicos habían hecho alusión a “unos 50.000 millones” de dólares.
Washington alega que empresas estadounidenses son forzadas a repasar tecnología, patentes y propiedad intelectual para operar en China, y ello constituye “competencia desleal” que motiva la adopción de medidas comerciales.
Por su parte, China respondió rápidamente el viernes publicando una lista de 128 productos, o líneas arancelarias, sobre los que aplicará tasas de aduana del 15% o del 25% si las negociaciones con Washington no llegan a buen puerto.
Con todo, las medidas de retorsión de China parecen moderadas: los productos que se verían afectados equivaldrían a 3.000 millones de dólares en importaciones a China el año pasado, esto es, apenas el 2% del total de las exportaciones de Estados Unidos hacia ese país el año pasado (154.000 millones, según las aduanas chinas).
Productos como frutas, vino, etanol, ginseng o tubos de acero sin soldar podrían ser gravados con un arancel del 15%, mientras que el de la carne de cerdo o el aluminio reciclado sería de un 25%.
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La lista no incluye, sin embargo, la soja, que Estados Unidos exportó a China por valor de 14.000 millones de dólares el año pasado.
Pero la administración Trump decidió jugar la carta de la moderación con varios de sus principales aliados en este caso, incluyendo a la Unión Europea, Australia y Corea del Sur, al anunciar el jueves por la noche la suspensión, hasta el 1 de mayo de 2018, de esos aranceles al acero y el aluminio, promulgados el 8 de marzo.
China, pese a ser el primer productor mundial, solo exporta el 2% del acero importado en Estados Unidos, y menos del 10% del aluminio.
El secretario estadounidense de Comercio, Wilbur Ross, explicó que las nuevas sanciones anunciadas contra Pekín eran, ante todo, el “preludio de una serie de negociaciones”.
El representante estadounidense para el Comercio, Robert Lighthizer, recalcó que las medidas buscaban principalmente preservar el sector de la alta tecnología, la “parte más esencial” de la economía estadounidense.
Según Everett Eissenstat, uno de los asesores de Trump, la decisión de aplicar los aranceles está basada en que Pekín obliga a las empresas extranjeras que deseen operar en su mercado a que compartan tecnología con sus socios chinos.
Para la Casa Blanca, eso constituye el robo de propiedad intelectual estadounidense, y por lo tanto se trata de una “competencia desleal”.
Además, Washington alega también el déficit comercial colosal con Pekín, un importante socio comercial (375.200 millones de dólares en 2017, según las aduanas chinas).
Estados Unidos intenta obtener el respaldo de sus otros socios comerciales. “Es un problema que atañe a todo el mundo, todos los que comercian con China lo tienen”, consideró Peter Navarro, asesor en materia comercial de Donald Trump .