Uno es un político curtido, del partido más tradicional de Costa Rica con la mayor longevidad. El otro es un dirigente prácticamente desconocido, que tomó el relevo de un joven partido con apenas tres elecciones y que desafió al bipartidismo.
Difícilmente se podría tener dos versiones más antagónicas, hermanadas tan solo por un cumpleaños a cuatro días de diferencia con un año de distancia, y estar en la definición de una carrera matizada por los obstáculos de la desconfianza, el abstencionismo, y con un premio discutible: la Presidencia con minoría parlamentaria y con un gigantesco déficit, tratando de dotar al país de un sentido de confianza y de ir en una dirección correcta.
Johnny Araya del Partido Liberación Nacional (PLN) y Luis Guillermo Solís, del Partido Acción Ciudadana (PAC), son los finalistas de la elección número 16 desde que se fundó la Segunda República y se creó el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE).
En este proceso, el PLN participó en las 16 citas electorales, de las cuales ganó 9 y perdió 6; es decir, triunfó en un 60% de las justas en que participó. Su mejor desempeño fue en 1953, cuando logró el respaldo de 64% de los votos válidos, pero en 1970 logró un 43% del padrón.
El PAC ha participado en cuatro elecciones desde su fundación en 2000, sin victoria en las definiciones presidenciales. Su mejor desempeño fue en 2006, cuando sacó un 39,8% de los votos válidos y estuvo a solo 18 mil votos del candidato del PLN, el expresidente Óscar Arias.
Dos versiones opuestas
Araya, ingeniero agrónomo de 56 años, es el típico político. Dirigió la alcaldía de San José por 22 años (casi un 40% de su vida) en diferentes lapsos desde 1982. Fue candidato a la Presidencia en el 2010, pero fue derrotado por la actual presidenta, Laura Chinchilla. En el 2014 volvió a aspirar y obtuvo la candidatura tras los retiros del expresidente José María Figueres, y del ex ministro Rodrigo Arias.
Solís, un historiador, político y básicamente un académico de 55 años, es un debutante. Aunque ejerció la secretaría general del PLN en el 2002 por menos de un año, solo estuvo bajo los reflectores al lanzar su precandidatura en el PAC en el 2013. Virtualmente desconocido para el gran público, logró una victoria milimétrica: superó por 72 votos a Juan Carlos Mendoza, en una convención de apenas 23.247 votos, un 0,7% del padrón, que lucía lejanísimo de los niveles de 50% de la intención de voto de Araya en las encuestas.
La campaña de ambos fue totalmente diferente. Araya se lanzó por la ruta del miedo, concentrándose en el temor que podrían provocar en el electorado los dos principales rivales que identificó, José María Villalta del Frente Amplio, a la izquierda, y Otto Guevara, del Movimiento Libertario, a la derecha.
Solís, sin ser considerado una amenaza, tuvo vía despejada para su ruta de la alegría. Su principal problema parecía ser conocido, y no ser considerado un "voto protesta", sin mayor utilidad. Además, debía llenar el vacío de un PAC que estuvo acostumbrado a un único candidato presidencial, su fundador Ottón Solís.
Campaña de rupturas
Fue además la campaña de las renuncias: la dimisión de José Miguel Corrales en su partido Patria Nueva, la de Rodolfo Hernández en el PUSC, luego de la convocatoria, y la de Araya, tras la primera ronda.
También fue la campaña de los conflictos internos, como el de Villalta contra Jorge Arguedas en el Frente Amplio; Solís contra Victor Morales, en el PAC; Hernández contra los candidatos a diputados en el PUSC; y la renuncia de Araya con la dirigencia del PLN que cuestionó su prematura salida de la campaña.
Y finalmente, fue la campaña de las rupturas, en la que las redes sociales y los debates sacaron del ring a las plazas públicas y las campañas publicitarias millonarias. Las encuestas quedaron nuevamente bajo los reflectores, y la política tradicional dio señales de estar dejando el paso a nuevas formas de hacer política, donde electores inconformes tenían más peso que los electores fieles.
Asi, la definición el 2 de febrero llegó con mas interrogantes que certezas. Solís sorprendió a Araya, con 629.866 votos (30,6% de votos válidos) contra los 610.634 del liberacionista (29,7% de votos válidos). Fue la votación más baja del PLN en su historia: 19,9% del padrón, debajo del 20,8% que impuso el hermano del actual candidato, Rolando Araya, en el 2002.
El desafío
Este domingo 6 de abril en la noche habrá presidente electo. Esta vez no habrá más postergaciones. Lo será Solís, si reedita el triunfo de la primera ronda, o Araya, si logra recortar la diferencia, a pesar de que las encuestas daban favorito al rojiamarillo por niveles de 75% a 25%, antes de que Araya anunciara su intempestiva renuncia a la campaña, un mes antes de la elección definitiva.
Habrá historia. El PAC ganará por primera vez la Presidencia, o el PLN ligará, por primera vez, tres mandatos consecutivos.
Y habrá desafío. El presidente deberá enfrentar un mandato con una bancada minoritaria. Si es Solís, será con los 13 del PAC (12, si mantienen el aislamiento de Victor Morales). Es decir, les faltarán 16 solo para mayoría simple, 25 para la calificada. Y con el reto de lidiar con un diputado que no teme romper la línea, como Ottón Solís, quien lo demostró cuando fue legislador por el PLN en 1994.
Si es Araya, deberá conducirse con una asamblea en la que los 18 diputados son la primera minoría. Requiere 11 más para lograra mayoría simple y 20 para la mayoría calificada. Su bancada tiene experiencia con diputados como Antonio Álvarez y Rolando González, pero a su vez son potenciales precandidatos, lo que podría hacerles tener agenda propia.
Además, cualquiera de los dos deberá enfrentar un déficit fiscal que ya anda por niveles de un 6%, mientras la economía todavía da muestras de desconfianza. Es cierto, se espera un crecimiento de alrededor de 4%, por encima del 3% del 2013, y la inflación es relativamente baja, pero los movimientos del tipo de cambio y las tasas de interés han generado suspicacia.
Recuperar la confianza en el campo económico será difícil, pero podría ser un reto menor, comparado con el desafío de recuperar la credibilidad en el ámbito político en general. Por ello, superar el abstencionismo empieza como la primer prueba para el próximo mandatario.