La sociedad costarricense presenta síntomas de apatía hacia los temas políticos. La principal manifestación es el creciente abstencionismo que en el 2022 se posicionó sobre el 43,2% del padrón electoral en la segunda ronda, pero que presentó sus primeros síntomas más de 20 años atrás.
Desde las elecciones de 1998 -votación en la que resultó electo Miguel Ángel Rodríguez- el sistema político costarricense no encuentra el antídoto para tratar los síntomas del desinterés entre el electorado.
“Esa crisis de partidos en Costa Rica está dando paso a dos situaciones: una explosión de partidos políticos y el liderazgo personalista”, aseguró Carlos Murillo, director del Observatorio del Desarrollo de la UCR.
La búsqueda de un líder, sin importar la ideología o equipo que lo rodea, es lo que caracteriza actualmente a los votantes en el país. El 87% de los costarricenses no tiene simpatía partidaria, según el último informe del Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) de la Universidad de Costa Rica (UCR).
El financiamiento de los partidos políticos y de las organizaciones locales son dos áreas que se plantean para fortalecer la democracia y no ceder espacio al populismo. Pero no es la única opción, ya que la transformación a un sistema parlamentario es otro de los caminos que plantean expertos consultados por EF.

Cambios en el sistema político
Rodrigo Chaves llegó a la silla presidencial por medio del apoyo real del 29,5% del electorado. Esto se traduce como el menor respaldo ciudadano en la historia de la Segunda República.
El mandatario obtuvo el poder sin el respaldo de un partido político tradicional. Al contrario, la clave de Chaves fue precisamente esa: dejar atrás los colores de una bandera partidaria y en su lugar trazar un discurso de líder antisistema donde su nombre sea su propio estandarte.
Pero el personalismo no sigue una ideología clara porque no responde a una agrupación consolidada. Esa característica puede transformarse en populismo y llegar hasta el autoritarismo, empañando una de las democracias más sólidas de Latinoamérica.
Ronald Alfaro, investigador y coordinador del CIEP, consideró que además del personalismo, el autoritarismo, la discriminación, la guerra de la cancelación y el antagonismo son las herramientas que usan distintos actores para ganar simpatizantes cuando el sistema político no funciona de manera deseable.
“Llevamos 25 años en un proceso de desgaste. Esto es una crisis de representación política”, dijo Alfaro.
Toma de decisiones
La figura de un líder hace que los ciudadanos trasladen las decisiones a esa persona y respalden sin miramientos la posición tomada -aunque puede afectarlos a ellos mismos y al país- porque se sienten identificados con su retórica.
De acuerdo con Murillo, las decisiones se toman bajo un autoritarismo competitivo. “Esto significa que hay un líder que toma las decisiones y la sociedad dice ‘esa es la decisión correcta’ y van en masa sin tomar conciencia, además, la gran mayoría va a favor de ese líder”.
Ese sentido de pertenencia le facilita a la figura presidencial tomar decisiones sin recibir gran crítica de la ciudadanía. Asimismo, dentro de su propia agrupación no existen herramientas que regulen su enfoque político debido a que pertenecen a partidos políticos nuevos que no trazaron una dirección clara en el tiempo.
El adoctrinamiento es el músculo que impulsa a ese tipo de figuras que no utilizan la violencia física para gobernar, sino la verbal. No es necesario un golpe de Estado porque el líder autoritario requiere el sistema de elecciones para poder legitimar su gobierno ante la sociedad.

Futuro del sistema político
El debilitamiento de los partidos políticos produce que ninguna agrupación se posicione como el rival a vencer. El tradicional bipartidismo compuesto por Liberación Nacional (PLN) y la Unidad Social Cristiana (PUSC) acumula tres y cinco elecciones, respectivamente, sin alcanzar el apoyo de la mayoría.
La caída de esas vertientes políticas se produjo, entre otras causas, por la falta de figuras que destacaran de manera fuerte en las elecciones. Ese factor le restó credibilidad al PLN, por ejemplo, cuando Johnny Araya renunció a la candidatura en la segunda ronda frente a Luis Guillermo Solís, del Partido Acción Ciudadana (PAC).
El personalismo fuera de grupos consolidados demostró que gana adeptos. Según Murillo, en Costa Rica ahora se utilizan los partidos como maquinarias político-electorales que se requieren únicamente en los procesos electorales, pero el resto del tiempo dejan de actuar como equipo.
Este debilitamiento de la democracia no es exclusivo de Costa Rica. El Latinobarómetro 2024 indica que cuatro de cada diez personas en Latinoamérica creen que el sistema democrático puede funcionar sin partidos políticos, parlamento ni oposición.
Murillo sostiene que la democracia occidental solo funciona con partidos políticos y que el futuro del sistema político en Costa Rica se definirá en febrero de 2026, año de las elecciones presidenciales.
Para fortalecer las dos estructuras que sostienen la democracia (ciudadanía y partidos) es necesario -según Alfaro- modernizar el sistema de financiamiento de los partidos y crear mayor articulación entre las organizaciones locales y la población.
Otra de las recomendaciones del investigador del CIEP radica en elevar los criterios para formar partidos políticos y al mismo tiempo facilitar la desinscripción cuando no se participa en elecciones.
De momento no se vislumbra la disminución del enfriamiento entre los votantes para las próximas elecciones. Sin embargo, consideran que las agrupaciones tienen que crear estrategias para sumar mayoría en la Asamblea y hacerle frente a directrices populistas que ganan adeptos dentro del plenario.
Murillo brindó dos escenarios para las próximas elecciones:
- Una total atomización de la Asamblea Legislativa debido a que ninguna fracción tendría más de diez diputados. Esto podría paralizar el plenario por falta de acuerdos.
- Alianzas entre dos o tres agrupaciones político-electorales para conseguir una mayoría calificada y efectuar reformas.
Pero el politólogo Daniel Calvo va más allá con su proyección sobre este tema y vislumbra una transformación hacia un sistema parlamentario. “No sé si tendremos la madurez suficiente, pero la migración hacia un sistema parlamentario me parece que podría dar una mejor solución a las demandas de la sociedad”.
Calvo indicó que también se necesitan reformas de carácter constitucional. La idea de una Asamblea Constituyente la ve de manera positiva para agilizar reformas, así como reducir la cantidad de diputados que conforman el Congreso.
Los tres expertos coincidieron en que el sistema democrático en el país se va diluyendo porque no ha logrado resultados positivos entre los votantes. El punto de inflexión será, según ellos, las elecciones del 2026 cuando el país decida continuar bajo un mismo personalismo y abrir las puertas a cambios constitucionales o elegir un líder con un corte político completamente distinto al actual.