Terminar el colegio puede generar que alguien reciba , por su salario, poco más de ¢2 millones al año, comparado con el sueldo que obtendría, en el mismo plazo, si solamente hubiera terminado la primaria.
Ese ingreso adicional, derivado de una mayor escolaridad, no se traduce solo en dinero, sino que también está asociado con cambios en el consumo.
Por ejemplo, los hogares jefeados por personas con mayor escolaridad gastan un mayor porcentaje de su ingreso en educación y salud, de acuerdo con los hallazgos de la investigación de EF realizada con base en los datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (Enigh).
Según la Calculadora Salarial de EF, un hombre de 46 años, con solo la primaria concluida, que labora en la empresa privada mediana, en el sector de manufactura, y otras variables, gana ¢354.177, en promedio, al mes.
Si una persona con ese perfil concluye la secundaria, su ingreso crece un 45%, lo que equivale a ¢159.403 más, para un salario promedio de ¢513.579.
Esa diferencia de ¢159.000, en un año, es la que generaría un ingreso adicional por año (12 meses de salario y un aguinaldo) de ¢2 millones.
La inversión en educación superior también tiende a dejar ingresos crecientes en el mercado laboral costarricense.
Si esa persona, que solamente completó primaria, estudiara hasta obtener un bachillerato universitario, su ingreso promedio crecería un 255%. Esto equivale a ¢903.317 más que el promedio de alguien con educación primaria y para un salario mensual promedio de ¢1.257.494.
El salto académico significaría un ingreso anual adicional de ¢11,7 millones al año.
Hace dos semanas EF informó que el salto de un bachillerato universitario a un posgrado puede duplicar el ingreso.
¿Cómo cambia la vida?
El mayor ingreso derivado de la educación tiene efectos reales en el consumo.
Lo que los expertos llaman “clima educativo” está fuertemente correlacionado con el consumo de los hogares.
En esta investigación, el clima educativo es el promedio de años de escolaridad de los mayores de edad de un hogar y que reciben un ingreso por trabajo (asalariados, patronos y cuenta propia).
Así, un hogar con clima educativo “bajo” caracteriza a aquellos hogares en los que sus miembros mayores de edad y que reciben un ingreso tienen un promedio de escolaridad igual o menor a seis años . Es decir, en promedio, en ese hogar los trabajadores tienen como máximo la escuela concluida.
Los hogares con clima educativo “medio” serían aquellos en los que sus perceptores de ingreso tienen un promedio de escolaridad de entre siete y 11 años.
Y se catalogan como hogares con clima educativo “alto” aquellos en los que el promedio de escolaridad de sus miembros que participan en el mercado laboral es de 12 o más años (los miembros del hogar que trabajan han estudiado algo más después de salir del colegio).
La inversión en servicios de salud y educación es, en términos porcentuales, menor entre los hogares menos escolarizados que en los que tienen mayor nivel educativo. Esto se relacionaría con su mayor capacidad de pagar estos servicios privados.
Mientras en el clima “bajo” los hogares gastan 3,2% en salud y 1,6% en educación, en los núcleos de clima “alto” esos porcentajes corresponden a 5,3% y 7,2%, respectivamente.
Entre los sectores de mayor escolaridad también se registra un mayor consumo de actividades de recreación y cultura.
Mientras las personas de clima educativo bajo gastan un 6% del ingreso del hogar en ese rubro, los de medio y alto gastan 8% y 8,3%, respectivamente.
¿Cuánta fe en el futuro?
Ahora, si invertir en educación es rentable, dado que es esperable que los ingresos de las personas se incrementen en el futuro, ¿por qué hay altos porcentajes de jóvenes fuera de la educación? (en Costa Rica la exclusión de la secundaria es de 8,7%, el porcentaje es relativamente alto, pero es el más bajo registrado de los últimos 10 años)
Entre los más pobres la explicación es la falta de recursos.
En ciertos escenarios, si un joven deja de trabajar para estudiar, simplemente no podrían comer ni él ni su familia.
Sin embargo, la explicación es más compleja en casos menos extremos.
“Por un lado, es importante que los estudiantes comprendan los retornos de la inversión sobre la educación, y por otro lado ,que los padres también lo hagan”, mencionó Andrés Valenciano, director ejecutivo de la Fundación Acción Joven, que nació para prevenir la exclusión de jóvenes que asisten a colegios públicos de atención prioritaria.
“Las investigaciones muestran que, cuando los padres de familia saben que hay retornos sobre la inversión en educación, inclusive en los primeros años educativos, la gente va a esforzarse en enviar a los hijos al colegio”, aseguró Valenciano
La literatura sobre el hábito de ahorro en los individuos muestran que, explicar a las personas las recompensas futuras de no gastar todo el dinero en el presente cambia, hasta cierto punto, su conducta en favor del ahorro. Algo que también logran al conocer su situación presente e imaginarse el futuro si ahorraran.
Este ejercicio puede realizarse, en el caso de la inversión en educación, con la Calculadora Salarial de EF, en la cual el usuario introduce siete características propias y el web app le estima un salario promedio.
Posteriormente, esta persona puede variar todas sus características, entre ellas, la escolaridad, para conocer el efecto que tendría el cambio.
Sin embargo, la realidad puede más que la imaginación, y la esperanza de recibir un retornos futuros por la inversión en la educación se llega a nublar.
“La investigación en República Dominicana muestra que ese retorno en las comunidades pobres no se ve, entonces los estudiantes subestiman la recompensa de estudiar al ver a su alrededor”, advirtió Valenciano.