Hillary Clinton llegó este domingo a su casa de Chappaqua, cerca de Nueva York, antes de la medianoche. A la hora prevista.
En ese momento, los motores del Boeing 757 de Donald Trump rugían en el cielo en dirección a Virginia, adonde llegaba con dos horas y media de retraso para celebrar su quinto y último mitin del día.
Esta es la imagen del final de una campaña presidencial estadounidense, agotadora e interminable, de cara a los comicios del martes: una candidata experimentada a quien no le gustan las sorpresas y que estudia todos sus desplazamientos y un retador que acelera la maquinaria electoral para terminar esta carrera a toda vela.
Pero la aspirante a convertirse en la primera presidenta de Estados Unidos todavía debe recorrer 3.300 km para llegar a la meta: una última jornada de campaña para convencer a los indecisos.
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Clinton visita este lunes cuatro ciudades del noreste del país, en un final de carrera muy apretado, tal y como revelan las encuestas.
Primero estará en Pittsburgh, bastión de los demócratas en Pensilvania. Luego en Grand Rapids, Michigan, donde Trump se ha convertido en una auténtica amenaza.
Posteriormente se desplazará a Filadelfia, donde tendrá lugar uno de los mítines más importantes de su campaña junto a Barack y Michelle Obama y su marido Bill.
La larga jornada culmina a medianoche en Raleigh, Carolina del Norte, antes de emprender el regreso a Nueva York.
"íEstamos poniendo todo nuestro corazón en el esprint final!", gritó a su audiencia el sábado por la noche en Filadelfia, durante un concierto ofrecido por Katy Perry, una de las celebridades que más la ha respaldado. "íNecesitamos vuestra ayuda!".
En estas intensas horas de viajes, reuniones, mítines y encuentros con votantes, no cabe un alfiler en el Boeing 737 de la candidata demócrata, decorado con una "H" gigante y el eslogan "Stronger Together" (Más fuertes juntos).
Clinton siempre se instala en la parte delantera junto a su círculo más cercano, compuesto entre otros por su confidente Cheryl Mills y Philippe Reines, el hombre que interpretó a Trump en los preparación de los debates. Nadie la ve, una cortina la protege.
Sus consejeros, en cambio, se acomodan detrás, en la cabina que ocupa la prensa. Su responsable de comunicación, Jennifer Palmieri, es la primera en celebrar en pleno vuelo la aclaración del director del FBI de no presentar cargos formales contra la exsecretaria por el caso de los correos electrónicos. Un regalo caído del cielo.
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En las últimas 72 horas, colaboradores, personal de seguridad y reporteros han ido de punta a punta del país, pasando por todo tipo de climas y paisajes: desde las torres de Filadelfia, los puentes de acero de Pittsburgh, las palmeras de Miami hasta el estadio de fútbol americano de Cleveland.
Como su audiencia no puede compararse a las masas que moviliza Trump, su equipo se encarga de cuidar hasta el último detalle de la decoración de los actos para crear eventos telegénicos.
El republicano sabe improvisar como nadie mítines en centros deportivos con capacidad para 10.000 personas o hangares de aeropuertos. Clinton se mueve mejor en espacios más pequeños, como el mercado de Detroit de metal y cristal, repleto de banderas, que el viernes acogió a 4.000 seguidores.
"Mi madre siempre me decía que la ira no es una propuesta. Enfádate, exprésate, pero luego arremángate y ponte a trabajar", dijo en alusión a su rival.
Su audiencia está entregada, pero la mayoría ha ido a verla por las dudas que despiertan los sondeos.
"Tengo miedo de las represalias de los partidarios de Trump. Son ignorantes, no saben cómo funciona la política", afirma angustiada Tina Gloss, una actriz de 47 años, durante el acto en Detroit.
Bajo la lluvia de Miami, Rol Sears tampoco esconde su nerviosismo, aunque lo toma con más calma. "Si gana Trump, ¿qué puedo hacer? No voy a desesperarme".
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Siempre que entra en una cafetería, la candidata demócrata repite lo mismo: "Necesito vuestras oraciones", "Id a votar, es necesito".
Después analizar y criticar durante semanas el pasado y el carácter de su adversario republicano, la exsecretaria de Estado optó por ser positiva en el cierre de la que puede ser la última campaña electoral de su vida, si pierde el martes.
El domingo hizo un paralelismo entre las ideas de los padres fundadores y los mandamientos de Cristo en una iglesia de creyentes negros en Filadelfia.
Luego en Manchester (New Hampshire, noreste) retomó el tono patriótico de su discurso de investidura celebrado en julio.
"Nuestro país afronta un momento decisivo", afirmó. "íDeben votar, no cuenten con el azar, no cuenten con los demás, usen su voz y su voto!", exclamó, erigiéndose en protectora de la Constitución.
"¿Vieron los tres debates?", pregunta a la audiencia. "¿Pasé cuatro horas y media al lado de Donald Trump demostrando una y otra vez que tengo la fortaleza para ser presidenta!".