En Costa Rica hay más de un millón de personas que trabajan de manera informal. 1.001.784 trabajadores para ser exactos, de acuerdo con los datos de la última Encuesta Continua de Empleo (ECE) publicada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).
La cifra representan el 46,1% del total de ocupados. Respecto al mismo periodo del año anterior, el porcentaje de informalidad aumentó 4,8 puntos porcentuales.
El crecimiento en el indicador desencadena en un conjunto de interrogantes, más cuando se considera su composición. Es grupo heterogéneo, hay independientes y contratados, hombres, mujeres, jóvenes y adultos.
Sin embargo todos tienen en común ser parte de una población creciente dentro del mercado laboral costarricense. Son personas asociadas a vulnerabilidades y que a la vez impactan en el sistema laboral del país.
¿Quiénes son?
De acuerdo con el INEC, una persona tiene que cumplir ciertas características para ser considerada como trabajador informal. Hay diferencias importantes entre aquellos que son asalariados o independientes.
En el caso de los primeros, si su patrono no paga el seguro social son trabajadores informales. Por su parte, un trabajador independiente puede cotizar ante la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS) y seguir, estadísticamente, en la informalidad.
La diferencia radica en si el independiente puede o no separar la contabilidad de su empresa de los ingresos del hogar. Si no puede hacer la diferencia, entonces cae en la informalidad.
Una tercera categoría son los ayudantes no remunerados.
En medio de los números al alza destacan las mujeres. Aunque no son la mayoría, sí son el grupo con la variación más grande. El porcentaje de trabajadoras informales creció 5,8 puntos respecto al mismo periodo en 2018. “Se ha feminizado la informalidad”, destacó Natalia Álvarez viceministra de Trabajo.
Muchos de estos puestos de trabajo están en comercio y servicios. La mayoría en la zona urbana y realizados por personas con secundaria incompleta, afectadas por la pobreza. En esto coinciden tanto los datos del INEC como los mapeados por el Ministerio de Trabajo.
Otra categoría que importante son los trabajadores independientes. Las personas que trabajan por su cuenta, tienen una empresa o actividad y son empleadores, se clasifican en su mayoría con empleo informal, de acuerdo con el INEC. 466.000 ocupados independientes entraron en la clasificación de informales para el primer trimestre del 2019.
Costa Rica no está sola en esta debilidad de su mercado laboral.
En América Latina y el Caribe el impacto de la informalidad es uno de los aspectos más negativos, de acuerdo con el estudio de Políticas de Formalización de América Latina, publicado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Más de la mitad de los 263 millones de trabajadores de la región, están en condiciones informales. De estos, los trabajadores por cuenta propia representan el 84,1%.
Tanto en Costa Rica como en el resto del continente este es un fenómeno asociado con pobreza y a condiciones de vida más precarias.
Trabajadores vulnerables
Los trabajadores informales son personas que no están cubiertas por la legislación laboral.
La mayor parte son personas que no cotizan para la seguridad social, con empleos de baja productividad e ingresos bajos, de acuerdo con María Luz Sanarrusia, investigadora del INEC encargada de la ECE.
La tasa de desempleo en Costa Rica se ha estacionado por encima del 10% con algunas variaciones que el INEC estima no significativas como el aumento de 1 punto porcentual entre el primer trimestre del 2018 y el mismo periodo de este año. En contraste la informalidad creció.
Esto es porque la informalidad es una respuesta inmediata al desempleo. La necesidad de obtener recursos, hace que las personas trabajen en lo que puedan y esos puestos no suelen ser formales, de acuerdo con Sanarrusia. En esto coincide Allen Cordero, director de la Escuela de Sociología de la Universidad de Costa Rica.
“Es una respuesta desesperada al desempleo creciente” señala Juan Robalino, Investigador del Instituto de Investigaciones de Ciencias Económicas (IICE) de la UCR.
Sin embargo la informalidad no es homogénea. No todos están en situación de pobreza, ni son vulnerables social o laboralmente. Pero sí la mayoría que se ubica en la informalidad de subsistencia, por debajo de salario mínimo.
Socialmente la informalidad tiene mucha importancia. Lo cierto es que los trabajos suelen tener peores condiciones – tanto en salarios como con estándares laborales mínimos–. Derechos como la cesantía, el aguinaldo o las vacaciones, se suman al seguro social y quedan de lado.
“Si el trabajo se está informatizando, estamos ante trabajos de menor calidad. Podría estar detrás de incrementos de pobreza en territorios en vulnerabilidad, sobretodo en las periferias de las ciudades” declaró Cordero.
El impacto económico
La presencia del empleo informal es un dinamizador de la economía del país, pero no el más apropiado.
Es preferible que las personas estén dentro de la categoría de ocupados que en el desempleo, porque van a tener acceso a más recursos. Sin embargo, no es comparable con el efecto que genera el aumento de trabajadores formales.
“Salen del desempleo, entran en la fuerza laboral y dinamizan la economía, sin embargo producen menos que si estuvieran en un trabajo formal” declaró Robalino.
Hay un efecto inmediato en la productividad del país. Este tipo de trabajador tiene que valerse por sí solo, a veces incluso en trabajos que no tienen demanda, y eso afecta en que tengan poco capital de inversión o compra.
La informalidad es también un costo muy alto para la sociedad en general e incluso para los sistemas políticos. Su existencia reduce recursos fiscales que eventualmente podrían financiar programas sociales, según detalla el estudio de la OIT.
Ese millón de trabajadores informales afecta la calidad del mercado laboral costarricense. Hay presencia de trabajo precarizado y de ingresos bajos. Simultáneamente afecta también a las empresas porque reduce la capacidad de compra de las personas. Es decir, afecta la economía en general. También se genera competencia desleal entre los comercios.
Sin embargo las soluciones tampoco son a corto plazo. Las tasas de informalidad decrecen entre un punto porcentual por año a apenas décimas de punto porcentual en cinco años, según los datos de la OIT.
Mientras tanto el Gobierno apuesta por incentivar la formación técnica y profesional. Además proponen simplificar los trámites tributarios para para atraer a los que hoy no cotizan.
El objetivo es que las nuevas empresas y los nuevos trabajos nazcan en la formalidad desde el inicio, para así reducir ese millón de personas que resulta escandaloso en un país de las proporciones de Costa Rica.