El equilibrio entre la recaudación y la reactivación es muy delicado. Pareciera la historia del huevo y la gallina… ¿Cuál va primero?
En materia municipal, quizás un poco tarde, recientemente se nos aprobaron tres medidas de alivio. Una, la menos alentadora, es la que permite al patentado suspender su licencia para que no le cobren el impuesto mientras no está desarrollando la actividad.
Recordemos que la naturaleza particular del impuesto de patentes municipales implica la dualidad entre el permiso para realizar actividades, vinculado con el devengo del referido tributo, llamado patente. Y, por disposición de ley, el tributo se paga aunque no se desarrolle la actividad. Y como, a veces, cuesta tanto cumplir con toda la tramitomanía para obtener la patente, el hecho de suspenderla temporalmente puede convertirse en un calvario. Entonces, la nueva ley facilita el no perder la patente (ni tenerla que gestionar otra vez); sino más bien suspenderla.
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Del otro lado, a aquellos patentados que demuestren una reducción del 20% en sus ingresos, pueden solicitar el diferimiento del pago, hasta por tres trimestres o nueve meses, según la periodicidad del rubro, por concepto de impuestos de patentes y permisos para expendio de licores; servicios municipales y precios públicos (como sería alumbrado, recolección de basura) y arrendamientos de espacio en mercados municipales.
No hay alivio para el Impuesto de Bienes Inmuebles, lo cual habría sido fundamental. Sin él, la crisis podría terminar por arrebatarle a muchos lo único que tienen.
Seguimos pensando que estas moratorias tienen dos problemas: por una parte, son de relativamente corta duración; y, por la otra, parten de la premisa de que los contribuyentes muy rápidamente seremos capaces de pagar. Aunque suene trillado, es mejor un porcentaje bajo de algo; que un porcentaje alto de nada. Bajar sustancialmente los gastos, que se saben excesivos, es la fuente para obtener recursos mientras los contribuyentes nos reactivamos.