Christian Bolaños es el jugador centroamericano con más mundiales de fútbol a cuestas. Jugó tres ediciones del máximo torneo internacional con la Selección Nacional: el primero en Alemania 2006, el segundo en Brasil 2014 y el último en Rusia 2018.
Los mundiales de fútbol, reconoce, son momentos de exposición máxima y “trampolines” que le pueden cambiar la vida a cualquier jugador. A él le pasó y afirma que debió aprender en el camino a manejar mejor sus finanzas, tras dar el salto a ligas de fútbol más competitivas fuera del país. A fin de cuentas, la carrera del futbolista no es eterna y saber que el grifo del dinero se puede cerrar en cualquier momento le infundió cierta cautela con el paso del tiempo.
Bolaños dice que su vida habría sido seguramente igual de feliz sin haber participado en sus mundiales, pero reconoce las ventajas de haberlo conseguido para llevar una vida más cómoda.
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Usted jugó tres mundiales mayores con la Selección Nacional y uno de clubes con el Saprissa. ¿Qué representa la vitrina de un mundial de fútbol para un jugador, en términos financieros?
— Representa una responsabilidad grandísima, porque estás siendo elegido dentro de muchísimos jugadores para representar al país. Asistir a un mundial es el mayor premio que un jugador de fútbol sueña y anhela. Por supuesto, la exposición y el trampolín que uno puede tener si a la selección le va bien y si uno individualmente tiene un buen papel es algo que puede abrir muchísimas puertas para dar el salto, ya sea fuera de Costa Rica o a un club mejor.
El salto suyo fue a Europa, jugó en países como Noruega y Dinamarca. Luego también en Canadá y en Catar. ¿Cuánto le cambia la vida a un futbolista costarricense dar ese tipo de “saltos”?
— El fútbol es un negocio y es una profesión que es muy diferente a la de cualquier otra persona. Hablamos de mejores salarios, mejores condiciones. Con estas cosas hay mucho más presión, siempre estás bajo un examen en cada entrenamiento, porque el rendimiento tiene que ser bueno y regular. Te dan algo de un lado, pero aumenta la exigencia.
Ese aumento salarial que implica dar el salto a Europa, por ejemplo, es cambio sustancial, ¿cómo se enfrenta un futbolista a eso?
— Lo ideal sería que los equipos incluyeran orientación financiera, pero eso no está dentro del paquete, por así decirlo, del día a día deportivo. Sí se trabaja mucho la parte psicológica y de nutrición, pero sería importante este otro aspecto.
Crecemos pensando en que queremos alcanzar sueños y metas, pero cuando llega el momento de pensar y decir “bueno, voy a tener la oportunidad de jugar, con mucha suerte, 10 o 15 años, y tengo que ajustarme para cuando llegue el día del retiro”, obviamente es un asunto complejo y no todos los jugadores tienen la misma línea salarial.
Los clubes deberían tener un departamento financiero para que el jugador entienda cómo manejarse con sus salarios, con sus premios y patrocinios, porque al final un mal empleo de esas platas en poco tiempo puede implicar empezar de cero al final de la carrera.
En su caso particular, ¿la educación financiera llegó a la fuerza o hubo asesoría?
— Uno va escuchando muchas cosas. En un momento determinado tuve que sentarme con un profesional y él me guió, me hizo una fotografía mucho más amplia. Uno desconoce todo eso y al final ahí está el futuro de nuestras familias. Es importante darse cuenta de que el tubo no siempre va a estar abierto y esa es la carrera nuestra. Ahí es donde hay que tener cuidado y pensar que todo se puede ir.
Si uno ve ejemplos como el de Mike Tyson, que ganó millones de dólares y se llegó a quedar sin nada, es un asunto que llama la atención. Eso es algo con lo que uno crece, tener un poquito de orden y nada más.
Después de una carrera tan extensa como la suya, ¿guarda algún arrepentimiento financiero o siente que ha tomado las mejores decisiones?
— Nadie es perfecto y menos cuando se es joven. Siempre intenté disfrutar de cada momento con mi familia y de eso no me voy a arrepentir. En el proceso uno tiene que disfrutar y, al fin y al cabo, en la vida nadie se lleva nada el día que el de arriba lo llame. He intentado disfrutar de los buenos momentos con mis seres queridos. Por ejemplo, que mi mamá pudiera viajar, porque nunca lo había hecho.
Ahora que viene un nuevo mundial. ¿Qué tan diferente piensa que habría sido su vida sin jugar esas competencias en su carrera profesional?
— Me habría tocado trabajar muchísimo y estudiar. Yo de pequeño nunca imaginé que iba a jugar tres mundiales, que iba a jugar un Mundial de Clubes, que iba a jugar en el extranjero, y eso fue sucediendo poco a poco. Eso se da porque uno se esfuerza mucho y tiene mucha dedicación, pero también hay que tener un poquito de suerte.
¿Qué hubiese sido de mí? Dicen que cuando uno no conoce algo que nunca tuvo, no le va a hacer falta, y yo de pequeño crecí en una familia muy humilde y trabajadora. Mis papás siempre fueron personas muy correctas y que me dieron buenos consejos. Por eso pienso que, como crecí sin grandes lujos y fui muy feliz, no me hubiese hecho falta nada más. Con mis amistades y si hubiese tenido la misma familia que tengo hoy día, posiblemente hubiera hecho lo mismo que hizo mi papá, ir a trabajar, llevar el sustento a la casa y ser responsable con ellos.
Ya después de esto, tuve la fortuna y la bendición de mejorar el estilo de vida de mi familia, de que mis hijos crezcan de modo diferente a mi infancia. Pero a la vez tuve que hacer muchos sacrificios y pelear mucho por cada diferencia que tiene hoy la vida de mis hijos con la que yo tuve.