La muerte de Fidel Castro, en una Cuba que ya funcionaba sin él, llevaría al afianciamiento de los cambios introducidos desde hace una década, aunque –si no ocurre ningún hecho extraordinario– la duda es a qué ritmo se seguirán.
De continuarse con la transformación, en el corto plazo no implicará que la economía de mercado –que seguirá perforando la actividad productiva y comercial de la isla con su propia dinámica– supere a la actividad estatal. Al menos, dice The New York Times, "la salida de Fidel de la escena puede desencadenar un debate mucho más libre en Cuba sobre su futuro".
Para dentro de dos años, el actual presidente Raúl Castro cederá su puesto, en teoría a Miguel Díaz Canel, exministro de educación y "su heredero". Díaz Canel mantiene la tesis de que Cuba se oriente a la economía mixta y se mantenga con un Estado de partido único.
Que se frenen o no los cambios dependería del rol de las fuerzas armadas y la resistencia del retos de la burocracia interna. También dependerá –tras la ventana de apertura bajo la Administración Obama– de cómo se concrete la posición de revertir esas negociaciones que ha manifestado el presidente electo en Estados Unidos, Donald Trump.
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Fidel Castro siempre había mostrando su desconfianza a los cambios que introdujo su sucesor y hermano Raúl Castro desde el 2006, como también dudaba del "socialismo de mercado" de China y Vietnam y hasta de la misma negociación con EE. UU.
Su fallecimiento facilitaría retomar los cambios. La duda es sobre el ritmo en que podrían implementarse más modificaciones y cuál sería alcance o profundidad.
A Cuba le urge dado que las iniciativas aperturistas aprobadas en los últimos años no han sido suficientes. A eso se suma, la debilidad del apoyo de Venezuela con petróleo subsidiado.
De hecho la economía cubana creció apenas 1% en la primera mitad del 2016, menos de la mitad de lo previsto oficialmente.
Según El País, de España, se mantienen muchas barreras culturales, ideológicas y estructurales, levantadas "en Cuba durante la persecución de la utopía igualitaria".
También hay una burocracia temerosa de perder su seguridad, ventajas y privilegios.
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Los cambios en la isla empezaron tras el colapso de los países socialistas del Este de Europa, entre 1989 y 1993.
Entonces, tímidamente se había permitido la iniciativa privada, la inversión externa en empresas mixtas (con control mayoritario local), el turismo, la entrada de remesas familiares, las visitas de parientes cubanos en el extranjero, la despenalización de la tenencia de divisas y la transformación de una gran cantidad de empresas públicas en cooperativas agrícolas.
En el año 2010, el VI Congreso del Partido Comunista aprobó más de 300 lineamientos económicos y sociales en respuesta a la crisis financiera global que se originó en EE. UU. en el 2008.
Las nuevas medidas incluyeron la creación de impuestos, la eliminación de la prohibición de acceso de los cubanos a los hoteles y centros turísticos, y la eliminación de las prohibiciones de salida de cubanos al exterior y de regreso de quien lo deseara, incluidos los disidentes.
También se permitió que los cuentapropistas (más de 500.000) contrataran empleados en sus restaurantes, peluquerías, comercios y otros negocios autorizados; arrancó la actividad inmobiliaria con la compraventa de viviendas y vehículos; y se autorizó tambien "la tenencia" de computadoras y teléfonos móviles.
Las medidas contemparon la introducción de nuevas modalidades de inversión externa, el usufructo privado de tierras de cultivo ociosas, y la reducción del aparato estatal (se intentó recolocar el 10% y el 35% de la planilla pública en el incipiente sector privado).
Sin embargo, la actividad inmobiliaria se realiza con diversas restricciones, el acceso a Internet es limitado y lento, sobre los disidentes se ejerce "un control sofisticado" aunque "menos carcelario", y las empresas estatales mantienen una participación del 71% de la producción.