El cambio climático muestra señales de acelerarse y sus repercusiones apuntan a ser irreversibles si el planeta continúa con la tendencia actual.
Esa es una de las advertencias que lanzó el Panel Intergubernamental del Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC, por sus siglas en inglés) con su sexto informe, difundido esta semana y que se centra en analizar las bases científicas del cambio climático y le achaca, más que nunca, a las actividades humanas la mayor responsabilidad de los cambios por los que atraviesa la Tierra.
Costa Rica no escapa de esa realidad y también se prevé aquí una mayor frecuencia de fenómenos extremos y aumento del nivel del mar. Las consecuencias se extienden por diversos ámbitos como la agricultura o la infraestructura, por lo que los especialistas llaman a tomar medidas para mitigar el impacto y adaptar al país a los cambios.
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Llamado de atención
“Es inequívoco que la influencia humana ha calentado la atmósfera, el océano y el suelo”. Esa es una de las conclusiones que presenta el IPCC en su informe de casi 4.000 páginas denominado Climate Change 2021: the Physical Science Basis.
Las actividades humanas han provocado un aumento significativo en las concentraciones de gases de efecto invernadero (GEI) desde la segunda mitad del siglo XVIII, lo que coincide con los inicios de la Revolución Industrial.
El IPCC calcula que la variación de la temperatura atribuible a los humanos oscila entre 0,8°C a 1,3°C. Cada una de las últimas cuatro décadas ha sido más caliente que la anterior.
Asimismo, la acción humana es muy probablemente el principal impulsor de la disminución de los glaciares, así como el derretimiento del hielo en el Ártico.
“La diferencia con los informes anteriores es que no hay duda de la influencia del ser humano sobre el proceso del calentamiento global. Están confirmando que observan una aceleración del cambio climático”, aseguró Pascal Girot, director de la Escuela de Geografía de la Universidad de Costa Rica (UCR).
A futuro, el panorama apunta a empeorar si continúa la tendencia actual. Con el incremento del calentamiento se prevén más olas de calor extremas y precipitaciones copiosas, sequías y ciclones tropicales intensos en algunas regiones.
Los especialistas prevén que la temperatura mundial promediada durante los próximos 20 años alcanzará o superará un calentamiento de 1,5°C, previsión que se adelantó una década.
Nosotros somos muy vulnerables por condiciones socioeconómicas e influencia de ciclones tropicales. Hemos visto el paso de huracanes por nuestro país, algo que antes no se veía.
— Ana Rita Chacón, encargada del departamento de Desarrollo del IMN.
El clima es un sistema global, por lo cual Costa Rica también sufrirá consecuencias del cambio climático.
Diversas instituciones han realizado proyecciones de lo que se espera en el país. Mucha de esta información está basada, a su vez, en datos previos que ha publicado el mismo IPCC, grupo que genera informes cada siete años, en promedio.
En el 2012, el Instituto Meteorológico Nacional (IMN) elaboró los escenarios de cambio climático para Costa Rica, en los que determinó que las condiciones del clima para el año 2080 serían análogas a las que se experimentan durante un episodio fuerte de El Niño.
Es decir, menos lluvias en el Pacífico, con riesgo de sequías, y más precipitaciones con peligro de inundación en el Caribe.
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En cuanto a la temperatura, en ese momento se proyectaron incrementos a partir del 2025 que llevarían a un aumento de 3°C para finales de siglo.
“Se prevé que se seque más Guanacaste, pero también más humedad en zonas del Caribe y del Pacífico”, comentó Ana Rita Chacón, encargada del departamento de Desarrollo del IMN.
La institución está cerca de dar a conocer nuevos escenarios actualizados en aproximadamente un mes.
Girot agregó que para Centroamérica el IPCC proyecta más olas de calor y sequías e incendios forestales asociados a estos.
Mientras que en el caso específico de Costa Rica, se parte de la experiencia vivida: más probabilidad de eventos como el huracán Otto –que afectó la zona Norte del país en el 2015– o la tormenta Nate, así como las recientes lluvias de este año en Turrialba.
Desde hace más de dos décadas se sabe, por diferentes estudios, que un aumento de 0,8 metros en el nivel del mar pondrá en riesgo diversas comunidades costeras.
Un estudio del 2013 elaborado por el Ministerio de Ambiente y Energía (Minae) identificó las zonas costeras más sensibles al aumento del nivel del mar.
Casi la totalidad de la línea costera del Caribe norte aparece en riesgo, mientras en el Pacífico las áreas más propensas son la ciudad de Puntarenas y sus alrededores, así como Parrita, Quepos y el humedal Térraba-Sierpe, en la zona Sur.
Efectos amplios
Los cambios en el clima tienen repercusiones en múltiples áreas, algunas de ellas esenciales para el funcionamiento y la subsistencia del país, que se traducen en pérdidas económicas.
La Comisión Nacional de Emergencias (CNE) estima que entre el 2005 y el 2017 se registraron pérdidas por $2.210 millones en los rubros de infraestructura, servicios y producción a causa de eventos hidrometeorológicos extremos.
En Costa Rica existe una diversidad de estudios e informes de diferentes instituciones sobre la vulnerabilidad frente al cambio climático, datos que no se actualizan con demasiada frecuencia pues se trata de procesos complejos.
El texto Integración de actividades y estudios de vulnerabilidad y adaptación al cambio climático elaborado por el Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (Catie) en 2014, indica que las provincias de Guanacaste y Puntarenas son las que presentan mayor vulnerabilidad de escenarios secos extremos, mientras que Heredia es la de menor riesgo.
En el caso de escenarios lluviosos extremos, Limón y Puntarenas tienen mayor riesgo, mientras que Cartago, el menor.
Además, el estudio hace una revisión de las vulnerabilidades y efectos en diversas actividades económicas. Por ejemplo, en la agricultura se conoce que la producción agropecuaria es sensible a cambios en la temperatura o en la precipitación y se proyecta una producción con rendimientos decrecientes conforme esas variables climáticas se acrecenten.
“Los resultados muestran pérdidas económicas ocasionadas por el cambio climático (...). Los mayores impactos negativos parecen deberse a incrementos en la temperatura”, prevé el estudio.
Por otra parte, los cambios en las costas podrían incidir en la pesca e incluso el turismo, pues la tendencia al aumento del nivel del mar en el Caribe sugiere la probabilidad de que surjan efectos directos sobre hábitats marino-costeros como playas, humedales y manglares.
“Los eventos extremos van a impactar particularmente sistemas productivos o infraestructura más expuestos, como la agricultura o pesca. Son actividades que están en primera fila del cambio climático”, explicó Girot.
La infraestructura también es otro punto preocupante. El estudio Evaluación de la vulnerabilidad y adaptación de infraestructura ante el cambio climático, también del 2014 y realizado por el Programa de Investigación en Desarrollo Urbano Sostenible (Produs) pone el foco en este tema.
El estudio menciona que hay dos grandes potenciales vulnerabilidades: los cruces de ríos y quebradas que son cruzados por puentes o alcantarillas y los deslizamientos sobre la superficie de rodamiento o socavación de la misma, especialmente cuando el método de construcción fue de corte y relleno.
La crecida de los ríos obliga a crear mejor infraestructura, como puentes más altos. Esta necesidad se agudiza en las rutas 34 (comúnmente llamada Costanera) y la 36, que une la ciudad de Limón con Sixaola.
También se ha llamado la atención sobre la grave situación de algunos tramos de la ruta 160, que conecta las playas del sur de Guanacaste, pues presenta evidencias de erosión costera que pueden agravarse con el aumento del nivel del mar y las marejadas.
En el caso de los aeropuertos, Produs estimó en su estudio que no existen señales de problemas por eventos hidrometeorológicos, pero sí se observan vulnerabilidades en los de Limón y Puerto Jiménez.
El aumento del nivel del mar y la frecuencia cada vez mayor de mareas altas pone también riesgo la infraestructura portuaria, como la de Caldera o Moín.
Además, la futura subida del mar puede reconfigurar la zona marítimo terrestre que se compone de 50 metros de zona pública sumados a 150 metros de zona restringida concesionable. A partir de ese punto, inicia la zona privada actualmente.
Un punto positivo es la biodiversidad. Según el estudio del Catie, Costa Rica presenta la menor vulnerabilidad comparativa de sus ecosistemas terrestres a los efectos del cambio climático en la región mesoamericana.
Eso se debe a los esfuerzos de conservación que se realizan desde hace décadas por distintas vías, lo que contribuye a sectores estratégicos en la economía del país como el turismo.
Mitigación y adaptación
Cuando de enfrentar el cambio climático se trata, mitigación y adaptación son las palabras clave.
La primera con el fin de atenuar los posibles daños y la segunda para reducir las vulnerabilidades e incrementar la resiliencia.
Con ese fin, Costa Rica creó publicó en el 2018 la Política Nacional de Adaptación al Cambio Climático, la cual es el marco rector que orienta las acciones del país en materia de adaptación y establece una serie de metas para el 2030.
El objetivo primordial de la Política es que, para ese año, Costa Rica sea un país que transforme las amenazas en oportunidades.
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Para ello, se propone cumplir con varios ejes y lineamientos como la gestión del conocimiento sobre cambio climático, la planificación territorial, marina y costera, servicios públicos adaptados e infraestructura resiliente, entre otros.
Se intentó conocer el avance de esta política y las acciones específicas a futuro, pero al cierre de esta nota no se obtuvo respuesta del Minae ni de la Dirección de Cambio Climático.
“Hoy se está trabajando en el plan de acción para poder aterrizar esta política en acciones concretas en diferentes partes del país”, explicó Girot, quien participó en el proceso de elaboración del texto.
Una de las carencias que el país debe subsanar es reforzar la provisión de servicios climáticos especializados para generar pronósticos más certeros y construir la planificación territorial diferenciada para cada región del país.
Otro reto pendiente es el financiamiento para concretar las acciones y estrategias que se propone el país a largo plazo, recursos que pueden provenir del presupuesto de entes como la CNE o de la cooperación internacional.
El documento indica solamente que se esperan robustecer los procesos de inversión pública y privada de el financiamiento de gestión institucional, dirigidos a la reducción de pérdidas y daños mediante la adaptación.
“Una de las cosas más importantes es saber a qué nos vamos a adaptar. Estamos promoviendo que tenemos que hacer evaluaciones de riesgo por sector, que todavía no tenemos”, aseveró Chacón.
El cambio climático sugiere retos, pero también oportunidades para innovar en campos como la reducción de emisiones o el mejor aprovechamiento de recursos como el agua.