El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, anunció este martes que se postulará para la reelección en 2024, entrando, a sus 80 años, en una feroz nueva campaña por la Casa Blanca “para terminar el trabajo”.
"Cada generación tiene un momento en el que ha tenido que defender la democracia. Defender sus libertades fundamentales. Creo que este es el nuestro. Por eso me presento a la reelección como presidente de Estados Unidos. Únanse a nosotros. Terminemos el trabajo", escribió Biden en un mensaje de Twitter acompañado de un video.
Si Biden ganara las elecciones de 2024, su mandato se prolongaría hasta sus 86 años, algo nunca visto.
No es tan carismático como otros presidentes pero su empeño y fama de bondadoso le han abierto puertas a lo largo de una vida salpicada de fracasos políticos y de dramas personales que no le han impedido creer en su buena suerte.
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“Por el amor de Dios somos Estados Unidos de América. No hay nada que no podamos hacer”, suele decir el 46º presidente.
En 2017 Joe Biden parecía abocado a una jubilación y un relativo olvido cuando en agosto un desfile de extrema derecha por las calles de Charlottesville (Virginia, sur) le empujó a librar una “batalla por el alma de Estados Unidos”, y contra el entonces presidente republicano Donald Trump.
Every generation has a moment where they have had to stand up for democracy. To stand up for their fundamental freedoms. I believe this is ours.
— Joe Biden (@JoeBiden) April 25, 2023
That’s why I’m running for reelection as President of the United States. Join us. Let’s finish the job. https://t.co/V9Mzpw8Sqy pic.twitter.com/Y4NXR6B8ly
“Nuevo comienzo”
En su investidura el 20 de enero en el Capitolio, asaltado días antes por partidarios de Trump, Biden prometió un “nuevo comienzo”.
Experiencia política no le falta. Fue senador a los 36 años, vicepresidente de Barack Obama durante ocho y ahora es presidente de un país con grandes desigualdades sociales y raciales, un récord de muertos por sobredosis y matanzas con armas de fuego.
Él asegura que se recuperará recurriendo a los valores americanos originales, a aquel sueño fundacional de prosperidad y la famosa “búsqueda de la felicidad” consagrada en la Declaración de Independencia.
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Biden quiere devolver la “dignidad” al Estados Unidos “olvidado” por la globalización, a ese electorado al que sí supo seducir Donald Trump, un multimillonario nacido en una familia adinerada.
Joseph Robinette Biden Junior les dice y repite que procede de la “clase media” y desciende de inmigrantes irlandeses.
Nacido el 20 de noviembre de 1942 en Scranton, Pensilvania (noreste), “Joey”, el mayor de cuatro hermanos, no creció en la pobreza, pero su padre, empresario, sufrió altibajos económicos.
Senador con 29 años
La realidad de los afroestadounidenses la conoció gracias a un trabajo como socorrista en un barrio de mayoría negra. Con el tiempo se convirtieron en parte de su éxito electoral.
Después de estudiar derecho, y sin haber luchado en Vietnam, el joven se convirtió en 1972, a los 29 años, en senador por Delaware por el Partido Demócrata.
Un mes después de las elecciones, su esposa Neilia y su hija, todavía bebé, murieron en un accidente de coche.
El nuevo senador prestó juramento junto a la cama de hospital de sus dos hijos supervivientes, Beau y Hunter.
Estados Unidos también recuerda la triste imagen de un Joe Biden devastado en 2015 por el dolor en el entierro de Beau, fallecido de cáncer.
Estas tragedias han marcado a un presidente que, tras un tiroteo o una catástrofe, sabe consolar. Se le conoce precisamente por su empatía, pero también por sus meteduras de pata.
Tartamudez
Biden no tiene la elocuencia de Barack Obama ni el brío de Donald Trump, pero suple con obstinación la falta de carisma.
Cuenta que de niño corrigió solo un tartamudeo recitando poesía irlandesa.
Intentó tres veces llegar a la Casa Blanca. En una de ellas, en 1988, sus deseos se vieron truncados por acusaciones de plagio.
En 2008, se convirtió en vicepresidente.
Cuando le toco a él elegir vicepresidente se decantó por Kamala Harris, la primera mujer y asiática y afroestadounidense en conseguirlo.
Fue elegido con la promesa de restablecer la normalidad después de la pandemia y de Trump.
Se puso manos a la obra: vacunación masiva, impulso económico y vuelta a la escena internacional.
El presidente cultiva una imagen de estadounidense medio, al que le gustan los helados y los Corvettes. Pero como millonario ofreció a su nieta una boda casi principesca en la Casa Blanca.
Y poco importa si la prensa se agita. La mantiene alejada de su familia.
Con su segunda esposa Jill Biden, madre de su hija Ashley y profesora universitaria, Joe Biden se refugia casi todos los fines de semana en su casa de Wilmington (Delaware).
Este ferviente católico, pero defensor del derecho al aborto, sólo sale de casa para ir a misa.
Se deshace en alabanzas hacia el difunto Beau, pero quiere ser un padre comprensivo con Hunter, que ha sufrido numerosas adicciones y es blanco de los republicanos que le acusan de haber realizado negocios turbios en Ucrania y China.
Afganistán, Ucrania
En el verano de 2021, el relativo estado de gracia del que gozaba Biden se esfumó por la caótica retirada de Afganistán y más tarde por un aumento histórico de la inflación.
Desde entonces su índice de popularidad es bajo.
Los estadounidenses constatan el andar rígido y los momentos de confusión del presidente.
Los tranquilizadores informes médicos de noviembre de 2021 y febrero de 2023 no cambian las cosas.
A Biden le cuesta contagiar su optimismo, a pesar de algunos éxitos innegables, como su liderazgo occidental tras la invasión rusa de Ucrania y sus reformas económicas gigantescas, para hacer frente a China.
Y eso que al principio solo controlaba el Congreso por una cortísima mayoría y ahora conserva únicamente el Senado.
También tiene que lidiar con una Corte Suprema ultraconservadora, herencia de su predecesor, que en 2022 dinamitó el derecho constitucional al aborto.
Pero resiste, como se vio en noviembre de 2022, cuando el Partido Republicano no le infligió la derrota aplastante que se esperaba en las elecciones de medio mandato.
Ahora se vuelve a subir al ring electoral para “salvar el alma de Estados Unidos”, o al menos intentar cumplir esa promesa.