Rusia invadió territorio ucraniano este 23 de febrero y el conflicto, en medio de dimes y diretes sobre eventuales sanciones y represalias entre Oriente y Occidente, abren la puerta para enormes presiones sobre precios y su volatilidad. El mundo apenas se comenzaba a reponer de la pandemia del SARS-CoV-2, pero las tensiones geopolíticas abren un nuevo frente de inestabilidad en indicadores cruciales.
El impacto ya se hace sentir en los precios de distintas materias primas como el petróleo y algunos metales, lo cual amenaza con mayores niveles de inflación a la economía mundial. La inflación ya era un problema que se arrastraba de la pandemia de COVID-19, que generó grandes shocks de oferta y demanda con sus apagones económicos y golpes a las cadenas de suministro.
La situación complica el escenario mundial y principalmente a los bancos centrales. Es posible que las autoridades mantengan la intención de utilizar sus herramientas para enfrentar la subida inflacionaria de los últimos meses; pero estas suelen implicar “un enfriamiento” de las economías y, en ambiente hostil por la guerra y las tensiones geopolíticas, podrían ser más dolorosas para la producción.
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Cuánto se agrave el impacto del conflicto dependerá del tiempo que transcurra y de qué tanto degenere.
El Banco Central (BCCR) estimó un crecimiento de la economía costarricense del 3,9% para este 2022; sin embargo, ya reconocía las tensiones geopolíticas de Europa del Este como un riesgo para alcanzar ese número. Las mencionó puntualmente en su más reciente Informe de Política Monetaria como una de las amenazas señaladas por organismos internacionales a nivel mundial.
Uno de los principales productos que se verían afectados es el petróleo, cuyos precios han reaccionado con rapidez ante el incremento de las tensiones en Ucrania y, más aún, ante la operación militar desatada este 23 de febrero en la región de Donbás. Esta es una de las materias primas clave que están en juego para Costa Rica y el mundo, junto con otros metales y recursos energéticos que ya sufren por la incertidumbre.
Un problema de antes
Es usual que las principales consecuencias económicas de una crisis geopolítica se dejen sentir sobre los precios de materias primas. Sin embargo, en esta ocasión, ese efecto se mezcla con los problemas preexistentes de inflación que ya había dejado el COVID-19, en una especie de ‘tormenta perfecta’.
La inflación ya era un problema en la mayoría de países del mundo y en las principales potencias occidentales ya alcanzaba niveles históricos con el COVID-19.
Según la economista Adriana Rodríguez, gerente del Puesto de Bolsa de Grupo Acobo, esta situación “pone la tarea cuesta arriba” para los bancos centrales del mundo. “El hecho de no haber actuado el año pasado sobre las expectativas inflacionarias y haberlo dejado para este año –ahora con un conflicto geopolítico en una zona clave para el flujo energético– reúne las condiciones ideales para una crisis”, puntualizó.
Los bancos centrales pueden utilizar distintas medidas para frenar la inflación; entre ellas, subir las tasas de referencia o retirar liquidez de las calles. No obstante, todas ellas implican desincentivos para el consumo y la producción.
“Si subo tasas de interés en medio de un proceso de guerra, la economía se podría desestimular muchísimo”, comentó Douglas Montero, especialista en mercados internacionales.
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Esta crisis geopolítica ya evidencia impactos muy fuertes en el precio de insumos clave para Costa Rica y para sus principales socios comerciales. Por ejemplo, ya se han visto afectados los precios del petróleo. Estos han aumentado sustancialmente en las últimas semanas, ante el involucramiento de Rusia, que es un productor a gran escala.
El precio del Brent (la principal referencia petrolera europea) escaló por encima de los $104,3 la mañana de este 24 de febrero, superando una barrera de los $100 por barril que no se tocaba desde 2014. De la primera semana de 2022 a la fecha, el incremento registrado es de hasta un 32% al momento de la operación militar y nada indica una reducción muy cercana.
Un incremento de este tipo en el precio del petróleo acarrea serias implicaciones para Costa Rica. De hecho, también incide en su tipo de cambio, por el gasto que realiza el país de sus divisas en la factura de importación.
Otros productos
Un impacto similar al del petróleo podría esperarse para el mercado del gas natural, en Europa.
La producción rusa llena cerca de un 40% del consumo de la Unión Europea (UE) y, aunque esta trabaja desde hace meses en un plan de contingencia, los países del Foro de Exportadores de Gas (GEPF) indicaron este 22 de febrero que su capacidad es limitada para aumentar la producción y llenar así el vacío que podría dejar el gigante euroasiático en caso de un bloqueo.
Solo en entre el 16 de febrero y el 24 de febrero (día posterior a la invasión en Donbás), el precio del TTF holandés (la referencia del gas natural europeo) aumentó un 52%.
El precio pasó de los 69,8 euros por megavatio hora (MWh) al cierre del 16 de febrero, a 106,1 euros solo nueve días después.
Materiales como el níquel o el aluminio también han subido de precio. Estos también se producen en Rusia y ya venían al alza desde antes del conflicto, por problemas de oferta. Según publicó la agencia de noticias Reuters, solo las empresas rusas Norilsk Nickel y Rusal suministran el 10% del níquel del mundo y acumulan un 5% de las existencias globales de aluminio, respectivamente.
El economista Douglas Montero recordó que Rusia también es el principal productor de trigo del mundo: una materia que se utiliza para una enorme cantidad de tareas en diversas industrias.
“Si uno lo traduce todo esto a Costa Rica, hablamos de inflación importada”, afirmó. “Las cosas pueden venir de fuera con un mayor precio por su producción y también pesaría la factura por la importación de petróleo, cobre, níquel, baterías y todo eso”.
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¿Tensiones pasajeras?
Los mercados financieros y de commodities, o materias primas, usualmente se recuperan rápido de los choques geopolíticos –siempre y cuando no deriven en conflictos armados. Sin embargo, es imposible determinar todavía ante qué tipo de enfrentamiento nos encontramos y cuál será su duración.
“En este caso estamos en un terreno de crisis, sí”, afirmó la economista Rodríguez; “pero de momento el mercado no ve un conflicto armado todavía”, subrayó.
En conflictos regulares, explicó el estratega de Deutsche Bank, Jim Reid, a la revista Fortune, los mercados de acciones tardan alrededor de tres semanas en tocar fondo y otras tres en recuperarse.
Para Douglas Montero, sin embargo, es aventurado decir cuánto durará el conflicto actual. Desde su punto de vista, sería un grave error comparar la situación actual con otras tensiones de años recientes en materias comerciales, como las ocurridas entre China y Estados Unidos durante la administración de Donald Trump.
“La subida de precios dependerá de qué tan fuerte sea el conflicto, al igual que su duración”, subrayó.
Según el analista internacional Carlos Murillo, jefe del Observatorio del Desarrollo (OdD) de la Universidad de Costa Rica, las potencias de Occidente ha demostrado una actitud muy cauta hasta el momento, pero todo puede variar. Resta por ver qué tan fuerte será la reacción en las próximas semanas de Occidente, y si se pliega o no a los deseos rusos (más allá del discurso de represalias).
Para los mercados es imposible prever a ciencia cierta cuándo ocurrirá un conflicto armado; sin embargo, la economista Rodríguez explicó que suelen reaccionar a algunas señales de alerta. Entre ellas están eventuales alteraciones en indicadores como los mercados de energía, las divisas, y la demanda de refugios para la riqueza como el oro o los bonos del Tesoro estadounidense.
Además de las subidas en los precios, ya se ven otras señales. Según la revista Fortune, en una publicación de este 21 de febrero, se ha visto un importante aumento en la demanda de bonos del Tesoro, lo cual provocó una caída del 1,5% en los rendimientos del Estado norteamericano, entre el 18 de febrero y el momento de esa publicación.
Nota del redactor: La información se actualizó el 24 de febrero, tras el inicio de la operación militar rusa en Ucrania.