Costa Rica debió enfrentar una marea de gastos extraordinarios por más de ¢700.000 millones a costa de la pandemia de COVID-19, que cumple dos años de haber estallado a nivel mundial. Este es un cálculo conservador y aún así representa alrededor de un 1,8% del PIB.
Ese número es alto y supera el presupuesto de cualquiera de las instituciones incluidas en el Presupuesto Nacional para el año 2022, con excepción del Ministerio de Educación Pública y del Poder Judicial.
El cálculo solo contempla los gastos relacionados con las inversiones de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) para la atención de la crisis sanitaria, el apoyo monetario a esta entidad para compensar los ingresos mermados por la reducción de jornadas laborales, los subsidios alimentarios pagados por tres meses a los trabajadores que tuvieron menos sus ingresos en 2020, y la inversión que se hará en el fondo de avales y garantías para apoyar empresas afectadas por la emergencia.
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Específicamente, la CCSS reporta haber utilizado unos ¢170.000 millones para la atención directa de la emergencia entre 2020 y 2021; mientras que los pagos de vacunas hechos por la Comisión Nacional de Emergencias (CNE) ya ascienden a los ¢68.000 millones (al tipo de cambio actual) y los subsidios alimentarios de 2020 implicaron erogaciones por ¢260.000 millones.
Además de todo eso, el Estado enfrentó un pago extraordinario de ¢42.800 millones a la Caja, para que esta rebajara la base mínima contributiva que pagan los patronos durante algunos meses; y ahora el Gobierno empleará ¢174.000 millones para financiar el fondo de avales y garantías que busca facilitar el acceso al crédito para empresas afectadas por la crisis.
Sin embargo, el costo va más allá de esas partidas. La pandemia también golpeó a una economía que creció menos de lo que se esperaba a inicios de 2020, batalla con la inflación y mantiene números altos de desempleo.
La producción recibió golpe
El producto interno bruto (PIB) a precios de mercado para el año 2021 creció un 7,6% en la comparación interanual, según la serie del PIB encadenado, que utiliza como año de referencia el 2017. Sin embargo, esa cifra oculta un rezago que persiste. La expectativa del Banco Central para inicios de 2020 era que Costa Rica crecería un 2,5% ese año y un 3% el siguiente; lo cual habría permitido al país alcanzar un nivel de producción 2,2% mayor en 2021.
La pandemia truncó las expectativas con la caída de la economía en 2020, que fue de un 4,3% a nivel mundial y de un 4,1% en Costa Rica, muy superior al golpe asestado por la crisis financiera de 2009.
El rezago en la producción se cerraría hasta en el bienio 2022-2023, según redactó el Banco Central (BCCR) en su informe macroeconómico de enero de este año. Se espera que el producto interno bruto crezca un 3,9% en 2022 y un 4% en 2023, y eso permitiría recortar la diferencia, No obstante, el conflicto que se ha desatado con la invasión de Rusia en Ucrania ahora es una nueva amenaza.
La adaptación a la pandemia fue diferente entre los diferentes sectores productivos. Todos tienen características y capacidades distintas. Por ejemplo, la industria turística todavía sigue por debajo de sus niveles de actividad de la prepandemia, ante una demanda que se redujo.
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La economista Adriana Rodríguez considera que si bien el país mostró resiliencia en algunos aspectos, la atención normativa de la administración pública fue más lenta y eso también puede explicar el rezago persistente en la producción.
“Si bien el músculo financiero estaba debilitado por los años previos de déficit fiscal y no había mucho margen para adaptar planes de ayuda muy ambiciosos, el sistema regulatorio fue muy lento”, observó. “El proyecto de fondo de avales se llevó casi toda la pandemia en su discusión y los términos de readecuación en materia regulatoria para el sector bancario fueron importantes, pero de vida corta”, apuntó.
Aunque se aprobaron algunos alivios económicos para el sector productivo y social como la reducción en el pago del marchamo de 2020, algunos más importantes como la condonación de cuotas adeudadas a la Caja no se pudieron llevar a cabo por resolución constitucional.
Golpe de finanzas públicas
El SARS CoV-2 también implicó duras consecuencias fiscales para el país. La recaudación tributaria a diciembre de 2020 cayó un 11,2% en la comparación con 2019, a pesar de que ese año fue el primero en que se aplicaron la mayoría de las reformas tributarias aprobadas en 2018 durante todos los 12 meses del año.
En números duros, Costa Rica pasó de percibir ¢4,9 billones en ingresos tributarios en 2019 (aún con menos impuestos) a ¢4,3 billones en el primer año de la pandemia.
Esa caída, junto con los gastos extraordinarios que produjo la emergencia sanitaria, ensancharon el déficit fiscal a un 8% de la producción: un número cuyas proporciones no se veían desde los tiempos que precedieron la crisis de deuda en los años ochenta.
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En 2021, el déficit fue mucho menor que en el primer año de la pandemia (5% del PIB), en gran parte por la recuperación de los indicadores de actividad económica y su impulso a la recaudación fiscal. En ese nuevo período, marcado por una mayor apertura económica, Costa Rica reportó ingresos tributarios de ¢5,6 billones: una cifra récord, a pesar de la continuidad de la emergencia.
Los gastos económicos extraordinarios de la pandemia, sin embargo, no son un asunto superado y Costa Rica todavía deberá presupuestarlos por unos años más. El país sigue pagando por vacunas para prevenir la enfermedad y adquirió un préstamo para apoyar la gestión crediticia de empresas afectadas por la pandemia.
Para ese fondo se utilizarán $270 millones provenientes del Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE); lo cual implicará incorporar tres partidas de gasto extraordinarias en los presupuestos de 2022, 2023 y 2024, por poco menos de ¢60.000 millones cada una.
Contabilizar el costo específico de la emergencia en términos de gastos extraordinarios es casi imposible, según un estudio realizado por el Ministerio de Salud, con el apoyo técnico de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Estas entidades señalaron que “la magnitud de la pandemia impidió que el total de las transacciones quedaran detalladas y documentadas” y que “la construcción de las cuentas implica reconstruir las transacciones que no fueron identificadas”.
Por ejemplo, al monto antes dicho podrían sumarse los recursos que se utilizaron para apoyar el rastreo de casos de COVID-19, los tamizajes y otros subsidios que se entregaron regionalmente a personas impactadas por la emergencia.
Desempleo e inflación
En materia de desempleo, también existe una pérdida persistente; aunque ha mermado con el paso del tiempo. Los datos de la más reciente encuesta continua de empleo determinaron que 2,1 millones de personas se registraron como ocupadas hasta enero de este 2022, unas 91.000 menos que en en el mismo período de 2019.
La diferencia persiste principalmente en el sector informal y en poblaciones de calificación media, que suele ser más dependiente de los trabajos presenciales.
La pandemia también se tradujo en mayor inflación para Costa Rica y el mundo, ante los shocks de oferta y demanda que implicó la reapertura económica de 2021.
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Después de años en cifras muy bajas en Costa Rica, los efectos de la emergencia sanitaria, aunados a crisis por escasez de algunas materias a nivel internacional, ubicaron el indicador en un 3,3% al cierre de 2021. En las principales economías occidentales los indicadores fueron mucho más altos.
El costo de la pandemia de COVID-19 incluso puede ser mucho más profundo si se toman en cuenta las consecuencias que podría traer consigo el “apagón educativo” que produjo, en palabras del Programa Estado de la Nación. La suspensión de lecciones presenciales y su efecto a futuro es un agujero cuya profundidad aún se desconoce.
A fin de cuentas, el impacto de una catástrofe como esta pandemia solo se podrá dimensionar con el paso de los años.
“Yo no podría identificar algo con qué comparar la pandemia”, afirmó la economista Rodríguez. “Las medidas de restricción sanitarias; las restricciones de movilidad; los horarios de no circulación. Hablamos de cosas a las Costa Rica no estaba acostumbrada... El hecho de tener al turismo en cero, siendo la economía costarricense tan receptora de este... La pandemia fue algo inesperado y nuevo para todos, hasta el punto que en los países desarrollados uno se fue dando cuenta del nivel de destrucción hasta que todo iba avanzando”, concluyó.