Para ellos no hay maestros ni patronos. No hay tareas ni responsabilidades laborales. Son más de 200.000 los jóvenes costarricenses que pasan sus días sin estudiar ni trabajar.
La cifra impacta, pero el peso de la población “nini” (como se conoce a los jóvenes con edades entre los 12 y 24 años, que no participan del sistema de educación regular y que tampoco trabajan), decreció entre 2000 y 2011.
A principios del milenio, un 23,9% del total de la población costarricense en ese rango de edad encajaba en el perfil de los “ninis”. Once años después, el porcentaje se redujo a 19,3%, según una investigación del programa Estado de la Nación con base en los datos de los censos del Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC).
La gravedad del fenómeno de los “ninis” en Costa Rica palidece al comparar las cifras con las de otros países de la región centroamericana.
En el istmo hay 2,2 millones de jóvenes de 12 a 24 años que no estudian ni trabajan, equivalentes a una quinta parte del total de la población en ese rango de edad, según el Cuarto Informe Estado de la Región.
En Honduras cerca de una cuarta parte de la población (23,5%) en ese grupo de edad es “nini”.
Sin embargo, una afectación mayor en otros países de la región no solventará el problema que esta población podría llegar a representar para el país en un futuro.
“Están en la edad clave para adquirir las destrezas que van a utilizar en el mercado laboral. Ahora los mantiene la familia, ¿pero en el futuro quién los va a mantener?”, preguntó Antonella Mazzei, investigadora del Estado de la Nación.
Su baja escolaridad, así como su poca o ninguna experiencia laboral, colocan a estos jóvenes en una situación desventajosa para una eventual inserción en el mercado de trabajo.
El potencial desaprovechado de este capital humano no solo es una pérdida para la productividad del país, sino que en un futuro le puede pasar una alta factura si se ven obligados a recurrir a los mecanismos de auxilio que ofrece el Estado.
En estos once años, el país ha encarado el fenómeno de los “ninis” concentrando los esfuerzos en ampliar la cobertura del sistema de educación regular e implementando estrategias para combatir la deserción.
Sin embargo, esta población tiene muchos rostros y una sola receta no alcanza a todos.
Los rostros de los “nini”
La definición de la población “nini” no toma en cuenta los motivos por los cuales estos jóvenes se encuentran en una condición de inactividad. Este es un elemento que marca la diferencia, y que divide a esos 200.000 personas en al menos cuatro grupos distintos.
El primero está conformado por quienes si bien no tienen interés o posibilidad de proseguir con sus estudios, sí desean trabajar.
El subgrupo de los desempleados es el más pequeño dentro de la población “nini” y aglutina a un 1,6% del total de jóvenes entre 12 y 24 años.
Las mujeres con responsabilidades en el hogar (4,6%) son el subgrupo más vulnerable y con menor grado de escolaridad. Muchas de estas jóvenes son madres adolescentes dedicadas al cuido de sus hijos.
“Algunas otras se quedan en la casa porque se considera que ya tienen suficiente educación y que deben ayudar con las labores domésticas, patrones culturales que todavía subsisten”, dijo Natalia Morales, investigadora del programa Estado de la Nación.
Si bien estas jóvenes realizan trabajo no remunerado, están marginadas del sistema educativo y del aparato productivo. Esta condición las vuelve vulnerables a un futuro de dependencia económica.
Los jóvenes que buscan opciones de formación ajenas al sistema regular de educación (4,7%) son el único subgrupo dentro de la población “nini” que creció entre 2000 y 2011.
Estos jóvenes se enrolan en cursos de computación o idiomas que no necesariamente serán reconocidos por el sistema de educación formal o por el mercado laboral.
Los jóvenes de estos tres subgrupos tienen alguna particularidad que podría separarlos de los estigmas relacionados con los “ninis”. Su exclusión del sistema educativo y del mercado laboral no es total o tiene explicaciones.
El enigmático núcleo duro
La segmentación deja a 89.694 jóvenes que no estudian ni trabajan sin que exista información sobre motivos o circunstancias que expliquen esta conducta.
Este subgrupo bautizado como el “núcleo nini” es el que presenta una disminución de 3,4% entre 2000 y 2011, la mayor entre los diferentes categorías. No obstante, sigue siendo el pez gordo, pues representa el 8,6% de la población en el rango de edad entre 12 y 24 años.
“No sabemos las razones por las cuales no estudian ni trabajan. No sabemos qué hacen. No tenemos información suficiente que nos brinde una explicación”, comentó Mazzei.
Tampoco se sabe qué sucede con estas personas cuando salen del rango de edad que define a los “ninis”.
Si el censo no alcanza para esclarecer estas interrigantes, sí ayuda a pintar un perfil definido.
En el núcleo “nini” predominan las mujeres. El problema tiende a crecer en número entre los 12 y 18 años, cuando alcanza sus mayores concentraciones. Posteriormente, tiende a decrecer levemente conforme la edad aumenta hasta los 24 años.
Los cantones fronterizos como Los Chiles, La Cruz, Talamanca y Buenos Aires tienen una incidencia mayor que los municipios dentro de la Gran Área Metropolitana.
En pie de guerra
La receta que ha aplicado el Gobierno para combatir este fenómeno ha sido la ampliación de la cobertura del sistema educativo y el combate contra la deserción.
Los esfuerzos han dado frutos. La merma generalizada en el porcentaje de los “ninis” se acentúa entre los jóvenes con edades entre los 12 y los 17 años.
En la otra cara de la moneda, la tasa de cobertura de la educación secundaria pasó de 78,8% en 2002 a 85,9% este año, según datos del Ministerio de Educación Pública.
“No hay una única explicación para la reducción de los ‘ninis’, pero me parece que hay un impacto del programa Avancemos. Tener un ingreso más o menos equivalente a lo que podrían ganar trabajando se convierte en un estímulo para permanecer en las aulas”, estimó Leonardo Garnier, ministro de Educación Pública.
Avancemos, con 185.000 beneficiarios, ofrece a las familias de estudiantes en condición de riesgo social un subsidio condicionado a la permanencia del alumno en el sistema educativo.
Además de este programa de ayuda monetaria, el Ministerio de Educación ha implementado algunas estrategias para aminorar el fracaso escolar, que termina por expulsar a estudiantes desmotivados.
Uno de los cambios es que los alumnos que reprueban una asignatura no se vean obligados a repetir todo el año; sino que puedan avanzar en aquellas que sí aprobaron.
También pretenden multiplicar las actividades extracurriculares, con la esperanza de crear un tejido de apoyo en la comunidad del centro educativo.
“Nos hemos dado cuenta de que si el estudiante tiene problemas pero forma parte de algo, sea el equipo de fútbol, el grupo de teatro o la banda de garaje, sus mismos compañeros ayudan a sostenerlo en el colegio”, comentó Garnier.
También se hacen esfuerzos por mantener a las adolescentes embarazadas en las aulas, especialmente con programas de becas dedicadas a esta población.
De igual forma, se propicia un cambio cultural en los centros educativos para evitar que se expulse del sistema a las jóvenes.
Flanco descubierto
Estos avances son valiosos, pero se concentran en atender a solo una parte de los “ninis”.
Las opciones para los jóvenes con más de 18 años se reducen a los cursos impartidos por el Instituto Nacional de Aprendizaje, el programa Empléate del Ministerio de Trabajo y algunas iniciativas del Consejo Nacional de la Persona Joven.
Sin embargo, la cobertura es limitada.
La iniciativa del Ministerio de Trabajo está destinada a la población joven que no estudia ni trabaja, mediante capacitaciones en ocupaciones técnicas con alta demanda en el sector productivo. No es necesario tener el bachillerato, pues el programa contempla opciones de capacitación específicas para quienes no terminaron el colegio.
En el primer aniversario de operación, Empléate contaba con 2.000 beneficiarios. La expectativa es duplicar esa cantidad en el corto plazo. Pocos espacios para un grupo que ronda las 200.000 personas.
Por su parte, el Consejo de la Persona Joven trabajó un programa de ventanillas únicas de atención integral para los jóvenes que logró generar ofertas formativas, laborales y empresariales, explicó Kenneth Carpio, director de la entidad.
Sin embargo, la iniciativa se limitó a los cantones de Desamparados y Upala. Hasta el momento, no ha logrado trascender a nivel nacional.
“Tenemos que profundizar. Esperamos aportar más datos a la investigación del Estado de la Nación con nuestra propia encuesta. Este instrumento nos dará insumos que permitan atender mejor a esta población”, aseguró Carpio.
Algunas preguntas de las 110 preguntas incluidas en la Encuesta Nacional de Juventud en la que actualmente trabaja el Consejo, y cuyos resultados serían públicos alrededor de mayo de 2013, podrían ayudar a esclarecer varias de las interrogantes.
Con respuestas sobre los motivos que llevan a los jóvenes a esa marginación, se podrían encontrar los ingredientes que faltan para terminar de cocinar una receta efectiva contra el fenómeno “nini”.