En cuanto Peter Millington se enteró de que las Fiestas de San Fermín de la ciudad española de Pamplona volverían a celebrarse este año, tras dos de pausa por la pandemia, empezó a preparar el viaje.
Este asesor financiero británico de 38 años es un asiduo de estos festejos desde que asistió a ellos por primera vez cuando era estudiante universitario, y estaba deseando volver.
Millington explicó que reservó su vuelo desde Londres y su hotel en febrero, días después de que el alcalde de Pamplona anunciase que, este año sí, se celebrarían las fiestas patronales.
"No hay nada igual, es totalmente único", dijo a la AFP en la ciudad navarra (norte) el miércoles, día en que la fiesta quedó inaugurada con el lanzamiento de un cohete ("el chupinazo") que abre nueve días de jolgorio sin pausa.
"Tenía que estar aquí", añadió, señalando al mar de juerguistas -la mayoría vestidos con el tradicional traje blanco y el pañuelo rojo- que bebía alegremente a su alrededor.
Los festejos de San Fermín, inmortalizados en la novela de Ernest Hemingway de 1926 "The Sun Also Rises" ("Fiesta"), han atraído durante mucho tiempo a un gran número de extranjeros, muchos de los cuales, como Millington, regresan año tras año.
Y con los viajes en auge desde que se levantaron las restricciones por la pandemia, los visitantes extranjeros han vuelto con fuerza a Pamplona.
Entre los asiduos que de nuevo pisan Pamplona, está John Hemingway, nieto del gran escritor estadounidense, que llegó desde la ciudad canadiense de Montreal, donde reside.
"Está bien estar aquí. Es un soplo de aire fresco, tras esta locura de los confinamientos y la distancia social", explicó Hemingway, que, a los 61 años, vive sus décimos sanfermines.
La fiesta, que se celebra desde la Edad Media, combina conciertos, procesiones religiosas, comidas opulentas, fuegos artificiales y alcohol a todas horas.
Pero es conocida, sobre todo, por "los encierros", esa prueba de coraje que consiste en correr ante una manada de toros bravos de más de media tonelada y astas afiladas.
Todos los días, a las 8H00 de la mañana, cientos de temerarios corren con seis toros por un recorrido de 850 metros, desde un corral hasta la plaza de toros de Pamplona.
Los corredores no llegan más que a acompañar a la manada una pequeña parte del recorrido, porque la velocidad de los animales hace imposible algo más.
Por la tarde, los toros se enfrentan a los matadores en la plaza de Pamplona y a una muerte casi segura.
Alrededor del 40% de los corredores proceden del extranjero, siendo Australia, Estados Unidos y Gran Bretaña los países que más visitantes envían, según el Ayuntamiento de Pamplona.
"En cuanto doblamos la esquina, los toros estaban ahí", explicó Roger Sandhu, un hombre de negocios de 30 años de Estados Unidos, que corrió su primer encierro este jueves.
"Fue una experiencia increíble, sin duda", sentenció.
Para Jack Denault, un canadiense de 50 años que vive en Francia, lo mejor de los sanfermines es la "camaradería" que existe entre los asistentes.
"Los lazos que creas con gente con la que festejas, dura para siempre", explicó Denault, que siempre alquila el mismo apartamento cuando viene a Pamplona.
"Somos tantos los que venimos cada año, y es un gran encuentro".
Denault ha participado en más de 80 encierros en San Fermín, pero dice que son sólo una "pequeña parte" de la fiesta.
Ha venido a todas las fiestas desde 2008 y tiene un tatuaje de una pezuña de toro en el brazo por cada año asistido.
"Seguiré viniendo mientras mi cuerpo me lo permita", afirmó este trabajador del sector de la hostelería, ya jubilado.
Las fiestas no pudieron celebrarse ni en 2020 ni en 2021, por la pandemia.
Timothy Pinks, un conductor londinense de 60 años que acude a San Fermín con regularidad desde los años 80, se mostró encantado de que el evento volviera a organizarse este año.
"Es el paraíso en la tierra. Nueve días de Navidad para nosotros, los adultos", dijo mientras tomaba unas copas con un nutrido grupo de amigos en una céntrica plaza de Pamplona.
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