Líbano, que celebra elecciones legislativas el 15 de mayo en medio de un hundimiento económico, es un país de frágiles equilibrios, diezmado por las crisis políticas y a menudo víctima colateral de las vivas tensiones regionales.
Líbano es uno de los países más pequeños de Oriente Medio con apenas 10.000 kilómetros cuadrados encajados en el extremo oriental del Mediterráneo.
Considerado como relativamente liberal en una región mayoritariamente conservadora, alberga 18 comunidades religiosas y dispone de un sistema estatal de reparto del poder entre las principales confesiones.
Conforme al pacto nacional vigente desde la independencia de Francia en 1943, el presidente debe ser un cristiano maronita, el primer ministro un musulmán sunita y el presidente del Parlamento un musulmán chiita.
Después de 15 años de guerra civil (1975-1990), el país pasó a estar de facto bajo tutela siria en los años 1990 hasta la retirada de los soldados de ese país en 2005.
A pesar de esta marcha, las instituciones políticas quedaron ralentizadas o paralizadas por los antagonismos entre los pro y los antisirios.
En marzo de 1978, el ejército israelí penetró en Líbano para poner fin a los ataques de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), a la que hizo retroceder hasta el río Litani antes de retirarse en junio.
Israel invadió nuevamente Líbano en junio de 1982 y estableció una zona de colchón para garantizar la seguridad de las localidades del norte de Israel.
En 2006, una guerra enfrentó Israel y el movimiento chiita Hezbolá, creado tras la invasión de 1982 y financiado por Irán.
Hezbolá reconoció en 2013 la participación de sus militantes en la guerra de Siria al lado del régimen de Bashar al Asad, una implicación que ha dividido más la política libanesa.
El conflicto sirio se ha desbordado regularmente a Líbano, donde ha habido varios atentados.
Con una población de 4,5 millones de habitantes, Líbano asegura acoger a 1,5 millones de refugiados sirios, de los que casi un millón están inscritos en la ONU.
Más de tres cuartos de las familias de refugiados sirios viven bajo el umbral de la pobreza, según la ONU.
Además, decenas de miles de refugiados palestinos viven en Líbano, en su mayoría en 12 campos repartidos por el país.
Líbano atraviesa una de las peores crisis económicas a nivel mundial desde 1850, según el Banco Mundial, causada por décadas de mala gestión y de corrupción de una clase dirigente casi inalterable desde hace décadas.
Desde 2019, los libaneses están sometidos a draconianas restricciones bancarias que les impiden acceder libremente a su dinero y sufren las consecuencias de la depreciación de la moneda local, que ha perdido un 90% de su valor ante el dólar en el mercado negro.
Actualmente, más del 80% de la población vive bajo el umbral de la pobreza, según la ONU.
El país, que causó default en su deuda soberana en 2020, sufre importantes lagunas en materia de desarrollo, especialmente en cuestiones de suministro de agua, producción de electricidad y gestión de residuos.
Aliada tradicional de Líbano, Francia tiene con este país vínculos históricos, culturales, políticos y económicos, alimentados por la francofonía de parte de su población.
Estas relaciones tienen sus raíces bien ancladas en el pasado. En el siglo XVI, por un acuerdo entre el monarca Francisco I y el sultán otomano Solimán I, los reyes de Francia se convirtieron en protectores oficiales de los cristianos de Oriente.
Tras el desmembramiento del Imperio otomano, Francia se convierte en 1920 en la potencia mandataria en Líbano y fija sus fronteras con Siria. En 1943, París le concederá la independencia.
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