A un mes del desfile militar del 9 de mayo que conmemora el final de la Segunda Guerra Mundial y es la celebración más importante en Rusia, el presidente Vladimir Putin y su ofensiva en Ucrania enfrentan complejos desafíos.
Estos son algunos de los objetivos que le esperan al mandatario ruso:
Enfrentado a una feroz resistencia ucraniana que ha impedido a sus fuerzas tomar Kiev, Rusia anunció a finales de marzo que se concentraba en el Donbás, en el este de Ucrania.
Esta cuenca minera de mayoría rusoparlante está desgarrada desde 2014 por una guerra entre las fuerzas de Ucrania y separatistas armados y apoyados por Moscú.
El objetivo declarado ahora es conquistar esta región cultural y geográficamente más cercana a Rusia, de la cual los rebeldes prorrusos solo controlan una parte.
Aunque aún no hay un "redespliegue masivo" hacia el este, "fuerzas aerotransportadas comienzan a sumarse a las fuerzas (rusas) en y alrededor del Donbás", señala un alto responsable occidental.
Tras un inicio de ofensiva marcado por importantes dificultades logísticas, el Estado Mayor ruso deberá planificar sus operaciones con más cuidado, ante el riesgo de que el conflicto se prolongue aún más.
El ejército ruso estará bajo presión para conseguir resultados antes del 9 de mayo, día feriado en el que se celebra la victoria sobre la Alemania nazi en 1945.
Cada año, Putin encabeza un desfile militar frente al Kremlin para exhibir el poderío ruso.
Como Moscú afirma que combate a los "nazis" un Ucrania, esta fecha permite trazar un paralelo con la victoria de 1945, teniendo en cuenta que la Historia es otro campo de batalla del Kremlin.
Si bien constata que esta fecha es "importante", el responsable occidental advierte sin embargo que apurar una ofensiva en el Donbás a raíz de un "imperativo político" puede conducir a un "desastre militar".
Para Vasili Kashin, experto en geopolítica en la Escuela Superior de Economía de Moscú, la fecha del 9 de mayo "no desempeñará ningún papel".
"Se trata de una guerra importante", que moviliza muchos medios, dijo a la AFP. "Nadie va a actuar en función de un 'día feriado'".
Si la conquista del Donbás parece difícil antes del 9 de mayo, la captura de Mariúpol, gran ciudad portuaria sitiada al precio de una catástrofe humanitaria, podría ser presentada como una victoria.
En forma paralela, Rusia continúa sus negociaciones con Ucrania, a pesar de que los países occidentales dudan de su voluntad de diálogo.
El Kremlin alterna estas últimas semanas entre una línea blanda y otra dura y, luego de haber saludado progresos a finales de marzo, el jueves acusó a Kiev de dar marcha atrás con sus propuestas.
Para los expertos, Rusia quiere dar un gran golpe militar para estar en posición de fuerza antes de negociar de manera seria.
Para Kashin, el resultado de las negociaciones estará "determinado por la dinámica" en el terreno.
El punto más difícil es "el estatuto de Crimea y del Donbás", ya que Moscú quiere que Kiev reconozca la soberanía rusa en la primera y la independencia del segundo. Para Kashin, Rusia va a intentar "alcanzar sus objetivos cueste lo que cueste".
Además de la situación en el terreno, Putin tiene que mirar de manera atenta los indicadores económicos, ya que el impacto de las sanciones occidentales comienza a hacerse sentir, con un inflación elevada y riesgos de escasez, en particular en la industria.
Según Serguéi Khestanov, consejero para cuestiones macroeconómicas del corredor bursátil Open Broker, el impacto se sentirá verdaderamente "en tres o cuatro meses", con "la acumulación de problemas logísticos".
El primer ministro ruso Mijaíl Mishustin estimó el jueves que son necesarios "al menos seis meses" para que la economía se "reestructure". Mientras tanto, el Estado interviene de manera masiva, lo que despierta el temor de una planificación de la economía.
El martes, por ejemplo, Putin ordenó fabricar más material agrícola y establecer "objetivos claros" para compensar las importaciones suspendidas.
"Por suerte, hay bastante gente en el gobierno que entiende que la introducción de una planificación del Estado aceleraría el derrumbe", declaró a la AFP Khestanov.
El Kremlin reforzó la represión en Rusia con la detención de miles de manifestantes, el bloqueo de medios independientes y redes sociales y la mención de términos duro como "purificación" de la sociedad o "traidores".
Como resultado, cerca del 83% de los rusos dice aprobar el accionar de Putin, según un sondeo en marzo del instituto ruso independiente Levada, una cifra que debe ser relativizada en un contexto ultrarrepresivo.
Estos esfuerzos dan lugar también a una retórica cada vez más hostil hacia los occidentales.
La vocera de la diplomacia rusa Maria Zajárova acusó el miércoles a los medios occidentales de ser "cómplices" de los abusos en Bucha, de los cuales Moscú niega la responsabilidad, acusando a Kiev de la masacre de civiles.
En una señal del clima nacionalista, el expresidente y ex primer ministro Dmitri Medvedev multiplica las declaraciones imperialistas y ha llamado, por ejemplo, a crear una Eurasia "desde Lisboa hasta Vladivostok".
Un editorialista de la agencia estatal Ria Novosti instó de su lado a "desucranizar" Ucrania.
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