Cuando Tokio recibió los Juegos Olímpicos en 1964 y la euforia recorría Japón, Itsuo Masuda, que tenía 16 años, sufría una depresión y tenía ideas suicidas.
"Admiraba a los hombres, pero no sabía que estaba ligado a mi sexualidad. Estaba muy confundido debido a esto, escribía muy a menudo a mi madre que quería morir, lo que la hacía llorar todo el tiempo", señala a la AFP.
Ahora, con 73 años, Itsuo Masuda es el propietario de 'Kusuo', un célebre bar gay en el barrio arcoiris de Shinjuku Nichome, en Tokio.
Solo en la barra -su bar está cerrado actualmente debido al estado de urgencia en vigor por la pandemia-, sigue los Juegos en una capital japonesa que los recibe por segunda vez.
En la época en la que se celebraron los primeros Juegos ser gay "era un enorme tabú", recuerda. "Nadie lo decía", añade.
El contraste es total con los Juegos-2020, que muestran una diversidad sexual y de género inédita en la historia del deporte.
Al menos 180 deportistas que participan en el evento son abiertamente LGBT, más del triple que en Rio-2016, señala la página estadounidense Outsports, especializada en información sobre las personas LGBT en el mundo del deporte. Y su orgullo se hace visible en Tokio.
Los vídeos poco convencionales del jugador de voleibol gay Douglas Souza son un éxito en las redes sociales. Es uno de los pocos deportistas brasileños que han hecho pública su homosexualidad en un país que tiene tristes récords de violencia homófoba.
"Estoy muy orgulloso de decir que soy un hombre gay... ¡Y también un campeón olímpico! Cuando era más joven, pensé que no llegaría a nada debido a que lo era", comentó el británico Tom Daley tras su medalla de oro en Tokio junto a Matty Lee en la plataforma desde 10 metros.
Muy involucrada en la defensa de los derechos de la comunidad LGBT, la estadounidense Raven Saunders celebró su medalla de plata en lanzamiento de peso formando una X con sus brazos en el podio, en señal de apoyo a las personas oprimidas.
En la ceremonia de inauguración, la polaca Aleksandra Jarmolinska, especialista del skeet (tiro), desfiló con una mascarilla arcoiris, los colores que simbolizan la comunidad LGBT.
Y por la primera vez en la historia olímpica, ha participado una deportista reconocida transgénero, la halterófila neozelandesa Laurel Hubbard, nacida hombre y que se convirtió en mujer.
Visiblemente superada por los acontecimientos, Hubbard no ha brillado en Tokio, pero su sola presencia provocó un debate complejo sobre cuestiones de bioética, derechos humanos, igualdad e identidad en el deporte.
"Por supuesto no soy del todo ajena a la controversia que rodea mi participación en estos Juegos", afirmó.
"Por ello me gustaría agradecer especialmente al COI por ratificar su compromiso con los principios del olimpismo y establecer que el deporte es algo para todas las personas, que es inclusivo y accesible", remarcó tras una actuación en la que no pudo levantar ninguna barra.
Itsuo Masuda la apoya: "La pobre, ha sufrido tantas críticas... Es solo un ser humano".
Gon Matsunaka, responsable de la 'Pride House' de Tokio, un centro especializado en minorías sexuales que abrió sus puertas en octubre de 2020, piensa que la neozelandesa sufrió una presión suplementaria debido a la atención que recibió.
"Deportistas como ella no deben tener que ser valientes solo porque son transgéneros", afirmó Matsunaka a la AFP, pero valora el gesto del corazón que hizo con sus dedos delante de las cámaras al término de su actuación, ya que "puede ser interpretado como una señal de apoyo a los transgéneros".
"Tenemos mucho camino por recorrer", señala Itsuo Masuda, en un país, Japón, en el que la nueva ley antidiscriminación no fue votada antes de los Juegos debido a la falta de consenso en el Parlamento.
Pero por primera vez, un tribunal japonés decidió en marzo que el no reconocimiento del matrimonio gay en el país era anticonstitucional.
Masuda espera un día ver deportistas abiertamente LGBT participar en los Juegos y que no sea algo extraordinario: "Solo tenemos que vivir más tiempo para verlo".
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