El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro y el líder ultraderechista italiano, Matteo Salvini, rindieron homenaje este martes en Pistoya (centro de Italia) a los 500 brasileños que murieron en la Segunda Guerra Mundial.
El acto oficial, al que asistieron autoridades brasileñas y locales, fue organizado ante el monumento erigido en el cementerio de la ciudad en memoria de los soldados brasileños que murieron combatiendo contra los nazis, los llamados "pracinhas", y cuyos restos fueron trasladados en la década del 60 a Brasil.
La presencia de Bolsonaro ha generado polémicas y protestas en toda la región, tal como ocurrió la víspera en la ciudad de Padua y en Anguillara Veneta, donde recibió la "ciudadanía honoraria", concedida por la municipalidad liderada por la Liga, partido que dirige Salvini, y de donde emigraron hace más de un siglo sus ancestros.
Además de las marchas convocadas por los partidos de izquierda, movimientos ecológicos, organizaciones antimafia en Pistoya, se unió a la protesta la iglesia local.
El obispo de Pistoya, Fausto Tardelli, precisó que no presidió la ceremonia por rechazar la explotación mediática de la celebración de los muertos, que se recuerdan este martes, por lo que el acto estuvo a cargo del párroco local de San Rocco, Piero Sabatino.
También los frailes del convento de San Antonio de Padua, que el mandatario brasileño visitó el lunes en forma privada, criticaron la gira de Bolsonaro "una persona que acaba de ser acusada por su propio país de crímenes de lesa humanidad", lamentaron en un comunicado.
"Pido disculpas por las polémicas que dividen (...). La amistad va más allá de las polémicas que no representan al pueblo italiano", aseguró el líder ultraderechista y exministro del Interior italiano durante la ceremonia.
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