En dificultades para unificar a la izquierda tras año y medio como líder del Partido Laborista británico, Keir Starmer se esforzó el miércoles por convencer a sus militantes de que puede llegar al poder, desmarcándose de la línea muy izquierdista de su predecesor.
Pese al elevado número de víctimas de la pandemia en el Reino Unido, 136.000 muertos, y a la escasez que golpea a supermercados y gasolineras, los conservadores de Boris Johnson siguen por delante de los laboristas en las encuestas.
Y a su poco carismático líder le cuesta afirmar autoridad para acabar con las luchas internas entre el centro y la izquierda.
Bajo presión para dar un nuevo impulso a su mandato, este exabogado de 59 años expuso su visión el miércoles en la clausura de la conferencia anual del partido en Brighton, en el sur de Inglaterra.
De padre obrero y madre enfermera, Starmer recordó sus orígenes humildes y aseguró que los laboristas pueden dar respuesta a los grandes retos económicos, climáticos, laborales y sanitarios tras la crisis del covid-19.
Atacó frontalmente al gobierno de Johnson, enzarzado en una crisis de abastecimientos agravada por el Brexit.
"Prometen acabar con las desigualdades pero ahora ustedes no pueden ni repostar", lanzó en referencia a las numerosas gasolineras cerradas por falta de suministro.
Acusó al ejecutivo de "ignorar el problema" y de dejar que el poder adquisitivo de los británicos disminuya, al tiempo que se muestra incapaz de aprender las lecciones de la pandemia.
Johnson es "un ilusionista" que, tras llevar a cabo el Brexit, ya no tiene ningún truco bajo la manga, acusó. Pero "estos tiempos exigen un líder responsable con valores claros", argumentó.
"Pónganse al trabajo, o quítense de en medio y déjennos intervenir para arreglar las cosas", insistió entre aplausos Starmer, que ambiciona llegar al poder en las legislativas de 2024.
Con este discurso, que despertaba grandes expectativas y que no pudo realizar en persona el año pasado debido a la pandemia, Starmer buscaba acallar a quienes le achacan una pésima comunicación, cuando aspira a superar una larga lista de derrotas electorales, entre ellas la debacle de 2019, el peor resultado laborista en 85 años.
Tras más de diez años de gobiernos conservadores y un año y medio de pandemia, Starmer podría tener vía libre.
Pero sus primeros 18 meses como líder laborista no han sido un camino de rosas. Heredó, en pleno confinamiento, un partido indeciso sobre el Brexit, sumido en acusaciones de antisemitismo crónico y lastrado por la debacle electoral.
Y el miércoles su primera intervención en persona ante las bases, en la que según algunos se jugaba su mandato, fue regularmente abucheada por algunos, una señal de las profundas divisiones que persisten en el seno del laborismo.
"Un discurso no cambiará nada. Necesitamos unidad. Necesitamos machacar sistemáticamente a los conservadores", dijo a la AFP George Aylett, estudiante de Ciencias Políticas de 25 años, asistente a la conferencia.
Starmer se lleva mal con el ala izquierda del partido, que se ha mantenido fiel a su predecesor, el exsindicalista radical Jeremy Corbyn.
Mucho más al centro, Starmer se enemistó con ellos al renunciar por ejemplo al compromiso de nacionalizar a los gigantes de la energía.
Considerando que Starmer "rompió todas sus promesas de unificar el partido", Aylett quiere que se permita el regreso del suspendido Corbyn a las filas de los diputados laboristas. Y pide nuevas elecciones en la cúpula.
Pero Julie Cattell, de 65 años, funcionaria de Brighton y miembro del Partido Laborista desde 1987, calificó el discurso de "electrizante" tras la "horrible" era de Corbyn.
Starmer "habló desde el corazón, desde su propia experiencia vital, desde sus raíces familiares", dijo. "Creo que toda esta conferencia fue un punto de inflexión. Es agradable volver a estar orgullosa de ser miembro del Partido Laborista", agregó.
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