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El sentimiento de manejar algo que se percibe como infinitamente poderoso es difícil de describir. Mientras avanzo a velocidades inéditas para mí, la adrenalina me invade y, en un instante, reflexiono: estoy viviendo algo único, algo que ni siquiera en sueños podría haber imaginado. Me encuentro en la cabina del icónico 718 Spyder RS, creando un recuerdo que perdurará por muchos años.
La misión es sencilla: disfrutar de los diseños aerodinámicos, el sonido del motor, la potencia, la velocidad y el lujo que un deportivo alemán de alta gama transmite en primera persona.
Gracias a una invitación de Porsche Costa Rica, tuve la posibilidad de asistir al Porsche World Road Show (PWRS) Puerto Rico y conducir algunos de los modelos más icónicos de la marca bajo la supervisión de pilotos expertos.
PWRS es un evento de talla mundial que se realiza desde el año 2000 y ha alcanzado más 45 países, en este tanto la prensa como entusiastas de la marca tienen la posibilidad de conducir una gran variedad de deportivos alemanes. La edición del 2024 fue la cuarta que se llevó a cabo en Puerto Rico.
Conforme el viaje se acercaba, las expectativas rondaban constantemente mi cabeza. La idea de conducir vehículos que hasta ahora había visto únicamente en videos de YouTube me hacía sentir ansioso y emocionado.
El día del test drive inició temprano. Pasadas las ocho de la mañana, ya me encontraba recibiendo instrucciones de los pilotos sobre las medidas de seguridad que debíamos seguir durante el camino. Poco antes de empezar, todavía me sentía incrédulo sobre lo que estaba a punto de vivir.
El trayecto comenzó a las afueras de San Juan y se dirigió a localidades como Santa Isabel y Yabucoa. El recorrido total fue de unos 305 kilómetros, atravesando la isla de norte a sur y de regreso.
La ruta resultó placentera y cómoda, dibujando paisajes que ofrecieron bellas postales a través del parabrisas y las ventanas. Carreteras costeras, autopistas de alta velocidad, un parque eólico y zonas de curvas en montaña fueron algunos de los escenarios que permitieron probar el dinamismo y la adaptabilidad de Porsche en diversos entornos.
En la primera parte del recorrido, tomé el volante de un Taycan en su versión base. Desde el inicio, sus pantallas y controles, con su estética futurista, me sorprendieron, anticipando la experiencia única de un vehículo deportivo eléctrico multifuncional.
La sensación de conducirlo me maravilló. Su estabilidad y empuje inicial son impresionantes, definitivamente es un modelo que poco o nada tiene que envidiarle a los vehículos de combustión. Avanzar a altas velocidades envuelto en silencio produce una sensación que parece antinatural, anticipando el futuro de la conducción.
El Taycan es ideal para llevar a los niños al colegio, pasear por la ciudad o realizar largos viajes, pues cuenta con una autonomía de 566 km. Todo esto sin perder la estética de un automóvil de gama alta.
En segundo turno, me tocó sentarme al control de un SUV espacioso con acabados de lujo. Estar en un Cayenne GTS se siente como la combinación perfecta entre la estética y el poder de un deportivo convencional con la adaptabilidad de un todoterreno que es capaz de rendir al máximo en los entornos más exigentes.
Definitivamente su nuevo motor V8 biturbo de 4.0 litros es una adhesión importante a destacar. Este supone un total de 500 HP, lo que significa un aumento de 40 caballos en comparación a su versión anterior.
Su conducción es suave pero poderosa. La altura es un plus que cualquier vehículo desearía frente a los imprevistos que aparecen en carretera, todo esto mientras el confort se hace presente en todo momento.
Tras los dos primeros autos, sabía que me esperaba lo mejor para el final. Desde que supe que tendría la posibilidad de sentarme en el asiento del piloto del 718 Spyder RS y del 911 GT3 RS, el espíritu de un niño pequeño el día de Navidad me invadió por completo.
Ambos modelos tienen cabinas similares, con capacidad para solo dos personas. La impresión de estar entrando en un auto de carreras se hizo presente desde el instante en que terminé de sentarme.
El Spyder RS en el que me monté es amarillo con detalles en negro. Acelerar, escuchando el sonido de sus tomas de aire laterales y el rugido de su motor, ubicado justo detrás de los asientos, produce un eco magnífico.
El épico sonido combinado con la estabilidad y el agarre que presenta el vehículo en las curvas hacen sentir al conductor como un verdadero piloto de pruebas. Me cuesta creer que estoy sentado en una máquina cuya velocidad máxima es de 304 kilómetros por hora y que acelera de 0 a 100 en 3,4 segundos.
Posteriormente, me tocó conocer el 911 GT3 RS. Desde inicio, me llamó la atención su diseño con un gran alerón en la parte trasera. Más adelante, el instructor me comentó que este modelo es una obra maestra aerodinámica, concebida para aprovechar la corriente de aire de la forma más óptima en cada componente.
Su conducción me sorprendió. Pese a ser el auto más potente del repertorio, su forma de moverse se adaptó muy bien a todos los escenarios que recorrimos. La aceleración inicial es poderosa pero no atrevida, y la movilidad fue muy fluida, casi como si flotara sobre el asfalto. Eso sí, cuando tocó probarlo en la autopista, sentí que por momentos el auto se iba a levantar del suelo y volaría sobre las calles de Puerto Rico. Algo impresionante.
La lluvia, como epílogo de la aventura, me acompañó en la última etapa del recorrido. A un ritmo más pausado, reflexioné sobre las sensaciones vividas durante el día, mientras una amplia sonrisa se dibujaba en mi rostro. Conducir estas máquinas es una experiencia única, algo que cualquier conductor debería experimentar al menos una vez en la vida.
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