En nuestro mercado cambiario existe un incentivo perverso para que algunos de los participantes más grandes y con mejor información se beneficien cuando el tipo de cambio aumenta, generando una dinámica que termina empobreciendo a la mayoría de los costarricenses.
Un incentivo perverso es una consecuencia imprevista, no intencionada ni deseada, producto de establecer cierta forma de organizar, controlar o dirigir determinada actividad humana.
Por ejemplo, en algunos países los médicos recetan más medicinas, más consultas con especialistas y más exámenes de los necesarios para sanar a sus pacientes, únicamente porque su pago está en función de las ventas de medicinas, consultas y exámenes. La Gran Recesión se presentó en parte porque a los vendedores de hipotecas se les pagaba por el volumen de ventas y no por la rentabilidad esperada de los créditos que colocaban.
En Costa Rica existe un incentivo así, ¡perverso!, en muchos de los más grandes y con más poder de negociación de los intermediarios cambiarios autorizados. El incentivo es para que el tipo de cambio solamente suba, lo que empobrece a la mayoría de los ticos, esto debido a que con el fin de proteger su patrimonio tienen una muy alta posición positiva en moneda extranjera, sí ya sé, voy a explicar esto como se debe.
“Empecemos por el principio”: Supongamos que usted ha decidido hacerse banquero en Costa Rica. Desde los 80 ha vivido en Miami, por lo que la moneda que usa es la del imperio -ponga voz de Chávez-, así que usted, después de conocer lo que la irresponsabilidad monetaria hace con una moneda, ama el dólar, viene a Costa Rica a hacer negocios, pero todas sus cuentas las hace en dólares, o sea, consolida contablemente en dólares.
Como banquero usted pondrá capital para iniciar su negocio, supongamos que son $200, buscará depósitos del público, les pagará a esos clientes una tasa de interés por esos recursos, luego analizará los clientes que le piden dinero, determinará a cuáles prestarles y a cuáles no, y a los que les prestó les cobrará una tasa de interés más alta. Comprar barato y vender caro, hasta aquí todo bien.
Ahora, a usted la regulación le pide que el capital que aportó para poder operar su banco lo tenga en colones, no en su moneda el dólar, con esto, usted tiene que pasar sus dólares a colones, su capital en dólares estará sujeto a los vaivenes del tipo de cambio, si usted un día quiere dejar de ser banquero en tiquicia tendrá que pasar su capital de colones a dólares, con lo que estaría expuesto a que el tipo de cambio haya afectado su capital, positiva o negativamente.
¿Qué creen que harán estos grandes participantes para no verse afectados negativamente? Sube, sube, sube
Como usted es una persona inteligente, para evitar eso va a hacer negocios en dólares en Costa Rica, al fin y al cabo, Costa Rica tiene una integración comercial y financiera muy importante con el resto del mundo, fuera de Costa Rica está el 99,93% de la producción mundial. Esa integración que se da mayoritariamente en dólares, así que hay personas y empresas en Costa Rica que necesitan realizar depósitos y pedir préstamos en dólares.
Ahora que está haciendo negocios en dólares, ya no solo en colones, usted va a procurar, para proteger su capital -aquí viene el incentivo perverso-, tener más dólares prestados de los dólares que ha captado, en nuestro ejemplo, si pidió $800 prestados, tendrá colocados en crédito $1,000, lo que origina una posición en moneda extranjera (PME) de $200.
En el otro lado de la moneda, o sea, en colones, usted tendrá captados ₡500.000 y prestados ₡500.000. A un tipo de cambio de 500, su capital de $200 (colonizados en ₡100.000) respaldará el descalce de sus actividades en dólares, tal como se muestra en el siguiente balance para un Banco puro, que solo hace intermediación financiera.
Esa posición en moneda extranjera de $200, que originalmente se constituyó -válidamente- para proteger el capital de los dueños del Banco, hace que si el tipo de cambio aumenta ¢50, se presenten ganancias por valoración de activos y pasivos en dólares de ¢10.000 (200x¢50), una ganancia que no tiene nada que ver con las actividades de intermediación financiera, o sea, con el fin último que justifica la existencia de los bancos.
¢10.000 pueden sonar poco, ¿qué tal si todo el balance anterior está en millones?, o sea, las ganancias son ¢10.000 millones o $18,18 millones, ¿la cosa cambia verdad? ¿Recuerdan al doctor recetando más medicinas, más consultas y más exámenes? ¿Ahora entienden por qué algunos economistas lo único que repiten es “hay que devaluar”? Al igual que el doctor, ¿estarán actuando por los intereses del paciente -el pueblo- o por los intereses personales? Juzguen ustedes.
Bueno, ¿cómo solucionar esto? ¡Sencillísimo! Simplemente se debe permitir que el patrimonio sea registrado en dólares, para esto se puede/debe utilizar deuda subordinada. En el ejemplo siguiente se presenta un balance para el mismo banco puro -que solo hace intermediación financiera- teniendo una posición neutra.
Para este caso, dónde la proporción de activos en moneda extranjera a activos totales es 50%, estamos mostrando una posición patrimonial en moneda extranjera también del 50%, los dueños de los bancos podrían buscar el 100% y enfrentar los cargos a capital respectivos, una posición completamente válida.
Ahora que la PME es $0, si el tipo de cambio aumenta no hay ganancias extraordinarias, si disminuye tampoco hay pérdidas. El incentivo perverso desapareció, sin embargo, el capital de los dueños sigue en la cantidad y la moneda que ellos desean, algo muy favorable, market friendly que llaman.
El BCCR introdujo varios cambios positivos a finales del 2016 con el objetivo de mejorar la formación de precios en el iliquido y poco profundo mercado cambiario costarricense, la cereza en el pastel a esas medidas es introducir que los intermediarios financieros que deseen mantener su patrimonio dolarizado, lo hagan a través del capital en deuda subordinada en dólares, no a través de la posición en moneda extranjera.
PD: La última vez que escribí sobre este tema (El Misterioso Caso de los Dólares Desaparecidos: Parte II), a uno de estos economistas nada más le faltó llamar al conserje del lugar donde trabajo para quejarse, ¡ah los incentivos perversos!