Según el poeta y médico estadounidense Oliver Wendell Holmes “los tributos son el precio que pagamos para vivir en una sociedad civilizada”.
Así es. Por medio de los tributos se financia el aparato estatal que nos ayuda a vivir en comunidad (aunque en algunos países, apenas a sobrevivir).
El concepto de tributo es el género de tres especies bien definidas.
Para empezar, tenemos a los impuestos, que son aquellos que se pagan sin que recibamos un servicio o bien estatal directamente a cambio. Por ejemplo, cuando salimos al comer y pagamos la cuenta, en la factura nos estarán cobrando el 13% del impuesto sobre las ventas. Con dicho impuesto, el Estado puede construir una escuela en un pueblo recóndito, en la cual nuestros hijos probablemente nunca estudiarán. El hecho que no disfrutemos de la escuela no implica que no debamos colaborar para que se construya. La solidaridad es vital en materia de impuestos.
En segunda instancia tenemos las tasas. Estas son las que pagamos cuando recibimos bienes y servicios directamente a cambio. Por ejemplo, cuando pagamos por recibir un servicio público, como el transitar en una carretera.
Por último, existen las contribuciones especiales. Se trata de un tributo que se cancela por la construcción de una obra que beneficia directamente al ciudadano. Pensemos en un barrio, donde se construye un parque de juegos cuyo costo es financiado 70% por la Municipalidad y 30% por los vecinos.
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El autor es Gerente de Impuestos de Deloitte.