Esta es la pregunta que todos los gobiernos se hacen cuando trabajan con pequeñas empresas.
Todos los gobiernos tienden a señalar la necesidad de la formalización casi como un requisito para su desarrollo. Sin embargo no es frecuente pensar en las razones por las cuales las unidades económicas más pequeñas no se formalizan. Finalmente, ¿Qué ganan haciéndolo? O visto de otro modo, ¿Qué pierden si no lo hacen? ¿A alguien se le ha ocurrido pensar si las empresas micro y pequeñas (sobre todo) se hacen esta pregunta?
El asunto es finalmente de incentivos. Las pequeñas empresas buscan primero clientes, es decir, crecer, prosperar; en ese momento la formalización no es tema de su agenda. Ello solo aparece cuando las perspectivas del negocio son halagüeñas, es decir, cuando no se puede seguir creciendo si no es bajo la sombrilla de la formalidad, cuando el mercado nos señala requisitos propios de la formalización.
Por lo general se cree que es cuestión de legislar o desarrollar mecanismos sencillos para la inscripción. O castigar fuertemente al evasor. En el primer caso, ello es necesario pero no para formalizar, sino porque es obligación del Estado hacer procesos simples y transparentes. Lo segundo solo termina por hundir una iniciativa que probablemente hubiera tenido viabilidad con menos presiones.
La simplicidad de los trámites debiera ser un signo distintivo de los gobiernos. Pero ya sabemos que ello no es condición suficiente para que las empresas se registren. Y eso es así porque formalizar es una decisión de largo plazo para un empresario. No depende de una coyuntura favorable sino de una evaluación de si su propuesta de valor será bien recibida por el mercado.
Las empresas se formalizan cuando cuentan con una cartera estable de clientes y perspectivas sólidas de crecimiento. Antes es una ilusión. De ahí la necesidad de trabajar para acelerar los procesos de crecimiento de las empresas vía incentivos a su creación y desarrollo. Por ejemplo, sabemos que un trabajador asalariado puede faltar a su empleo y no perderá salario del día si puede justificar su inasistencia. Pero eso no lo puede hacer un trabajador informal. Así, un día sin trabajo es un día sin ingreso. De ahí que la salud es para el trabajador informal el activo quizás más valioso y por ello la oportunidad de trabajar incentivos desde esa perspectiva.
¿Cómo incentivar a pagar por un sistema de salud que me atenderá siempre, sea que pague o no? Obviamente ese escenario no genera ningún incentivo a pagar. Pero si tuviera incentivos diferenciados en función de lo que pago y bonificaciones asociadas a mi buena salud, probablemente sería más claro el incentivo para la persona en la informalidad. Por ejemplo, dado que los trabajadores informales valoran mucho su salud (porque de otra forma no hay posibilidades de generar recursos), es posible desarrollar un sistema de seguridad diferenciado para ellos.
Se propone un sistema de salud nuevo y diferenciado del actualmente vigente; uno basado en la salud y no en la enfermedad. Es decir, darle a los asegurados (informales) la posibilidad de contar con una o dos revisiones generales al año (como parte de su seguro) y sobre los resultados de su estado de salud, establecer bonificaciones a las personas con buena salud. Así, se premian las buenas prácticas y el pago de todos financia el sistema. Además, como se plantea el hacerse uno o dos chequeos generales al año y no llegar cuando uno se enferma, es posible programar completamente las citas y eliminar la saturación del sistema.
Para que las personas quieran formalizarse, no solo debemos contribuir a acelerar el crecimiento de las pequeñas empresas informales, sino generar incentivos diferenciados que ayuden a generar una cultura de formalidad, pero asociada a resultados.