A estas alturas todo tenemos clara la diferencia entre liderar y mandar. Sin embargo, ante la falta de liderazgo aceptamos la cultura del capataz, es decir, de quien nos dice que es lo que debemos hacer. ¿Puede generar resultados? Por supuesto, sin embargo no es claro que tan sostenibles sean.
Los casos de éxito de las empresas por lo general señalan a la persona que con pocos recursos terminó construyendo un negocio famoso. En ellos por lo general se conversa con el propietario quien nos cuenta de su camino de obstáculos y como logró superarlos. ¿Pero alguna vez hemos visto un caso de éxito donde son los trabajadores de la empresa quienes señalan como a través de la visión del líder se logró superar la adversidad? Mucho menos común, ¿no es así? Una forma de ver su comportamiento a lo largo del tiempo es mediante la rotación de personal. Vean los números de su firma. Si las cosas “van bien” pero la rotación es alta, entonces; no van tan bien como creemos.
Liderar no es nada fácil, ya que se requiere reconocer nuestras propias debilidades y rodearnos de personas que nos complementan, saber escuchar a todo nuestro equipo (y no solo a “los de confianza”), aprender a convencer más que a imponer. Hay muchas mezclas que parecieran funcionar pero que a la larga las fallas en la estructura se hacen visibles. En las pequeñas empresas los problemas de liderazgo son relativamente comunes, y la razón es bastante simple. Partimos siempre del supuesto de que el empresario (propietario) tiene claro que es lo que se debe hacer y por tanto, sus decisiones van en la dirección correcta. Los fallos por tanto, se dan en la operación y son responsabilidad del equipo.
Sin embargo es claro que nadie nace sabiéndolo todo y el empresario no es la excepción. Pero por alguna razón, todos piensan que ello no es así y que el empresario sabe lo que hace. Hace algún tiempo nos dimos a la tarea a entender el proceso de desarrollo empresarial y como se van adquiriendo los conocimientos y las competencias que se requieren para sacar adelante un negocio. Una de las conclusiones más importantes es que este es sin duda un proceso de prueba y error y es parte de las razones por las cuales más del 80% de las empresas no sobreviven los dos primeros años. De ahí que este proceso debe involucrar un diálogo permanente con su equipo de trabajo; tanto porque (i) la soledad en la toma de decisión puede generar daños irreversibles al negocio, y (ii) porque es el equipo quien por lo general tiene la mayor interacción con los clientes, y por tanto, información de primera mano sobre lo que ellos necesitan.
En el gobierno suele suceder que se contrata a gente inteligente y capaz, pero para decirle que es lo que debe hacer. ¿Para que contratamos gente talentosa sino usamos su talento? Mejor le pagamos a gente menos capaz para que haga lo que queremos, y al final, si no resulta tenemos a quien echarle la culpa (como también hacen muchos gobiernos). Lo que se busca con un liderazgo propositivo es construir con ellos y no enviarlos a hacer cosas con las que quizás no estén de acuerdo, que no conocen o bien que no ayudaron a crear. Steven Covey señalaba que las personas ocupan su tiempo haciendo cosas urgentes pero no importantes porque muchas veces no somos conscientes de la diferencia. De ahí la conveniencia de rodearse de personas que ayuden a encontrar la diferencia. Si bien liderar es guiar, a veces nos encontramos solos o perdidos en un mar de opciones. No es malo no saber, ni pedir ayuda. De hecho, en ella puede ser que se encuentre la verdadera esencia del liderazgo.