A estas alturas ya nadie debería quejarse por pagar impuestos. Todos sabemos que son necesarios para financiar el gasto y la inversión del Gobierno en ámbitos necesarios para la sociedad: educación, salud, seguridad, infraestructura, etc. Sin embargo, una cosa es la necesidad de cobrarlos y otra la forma de hacerlo. Aquí es donde radica el problema.
Si bien es cierto, nadie quiere pagar impuestos, hacer difícil el procedimiento es probablemente el peor error que un gobierno podría cometer, ya que aumenta el incentivo a evadir.
Lamentablemente, nos encontramos en una encrucijada donde todo apunta a que el procedimiento aumenta la tramitología, y eventualmente, la necesidad de contratar a un contador únicamente para estos fines. Eso incrementa los costos de operación y con ello, se reduce la rentabilidad de los negocios. Estos son solo algunos ejemplos de los problemas operativos encontrados.
Sobre la forma de declarar: muchos de los pequeños negocios usan el facturador de Hacienda justamente como un mecanismo para reducir sus costos, ya que es gratuito. Sin embargo, es una permanente complicación, por lo engorroso que es facturar. A eso ahora hay que sumarle la declaración del IVA a partir del 15 de agosto.
Además de lo anterior, se han encontrado problemas de operación de la plataforma. Al inicio del proceso de facturar, el software te pide “…un correo para facturar…”, y no te deja hacer la factura.
Luego, el fechador del software es manual (es decir, si necesito poner una ley de 1980, debo retroceder innumerables veces ya que el calendario retrocedía por meses – afortunadamente ya resuelto, pero solo desde el 2000 en adelante).
A eso hay que agregarle el servicio de atención telefónica. A las interminables esperas, una vez que llegaba tu turno, ¡se colgaba la llamada! Conclusión: es necesario ir a Hacienda a preguntar.
Y para terminar, ¿qué pasa si usted factura hoy, pero le pagarán en 30, 60 o 90 días? Es usted quien debe financiar el pago del IVA a Hacienda. Y si es una pyme (como la inmensa mayoría de las empresas), ¿tendrá el flujo de caja suficiente?
Parto de que el grueso de las empresas son mipymes y además de pagar impuestos, el empresario propietario debe producir, vender, negociar con clientes, proveedores, etc. ¿Es justo que deba usar todo ese tiempo por algo que no tiene nada que ver con su actividad económica? ¿Quién le repone los costos y tiempo perdido? ¿Cómo va a financiar el impuesto para luego cobrarlo?
Por eso muchas veces se ve la relación del Estado con las (pequeñas) empresas como una lucha entre Goliat y David. Quizás esta analogía es útil en la medida David tiene que luchar contra un ente gigantesco que, aparentemente, no tiene mucho interés en los problemas del empresario, tanto como en su necesidad de recaudar.
Así las cosas, sin negar la necesidad de contribuir, la recomendación es sobre lo importante de primero establecer las reglas, clarificar las dudas, probar los sistemas, y luego empezar a operar.
Recordemos que la mayoría de las empresas son micro, pequeñas y medianas. Así, la aplicación de la norma va directo hacia ellas, dado que no son la mayoría las que están informadas de que pueden acceder a regímenes excepcionales. Esto es algo que Hacienda y Economía deben hacer siempre; informar permanentemente a las empresas.
Ante la implementación del IVA, se solicitó más tiempo antes de empezar (tanto por las razones anteriores como por ser poco oportuno en un momento de crisis económica), pero no sucedió. Ahora veremos lo que ocurrirá en el cierre fiscal.