En estos momentos críticos para la humanidad, los académicos, los gobiernos, e incluso la sociedad se encuentra dividida entre la necesidad de salvar vidas (asociado al coronavirus), frente salvar empresas y empleos, asociados al impacto económico de la misma enfermedad, que ha hecho estragos en el turismo, y todas las actividades asociadas (hotelería, tours, restaurantes, transporte interno y transporte aéreo, etc.), sin contar con todas las actividades económicas que han enviado a casa a sus trabajadores para que no se contagien, pero al mismo tiempo, despidiéndolos –o reduciendo su jornada y salario-.
¿Es necesario elegir entre una y otra? No debería ser. La enfermedad ha puesto a trabajar a muchas actividades económicas: la industria farmacéutica que está trabajando 24/7 en busca de una vacuna o medicamentos para paliar la pandemia. Al mismo tiempo, las industrias de uniformes y trajes de protección, mascarillas, guantes y otros accesorios. Sobre todo, las tecnologías de información y comunicación (TICs), que nos permiten establecer conexión con todos en tiempo real, los servicios de videoconferencia (Skype, Zoom, Collaborate, etc.).
Además, muchos artistas han liberado sus producciones para ser vistas gratuitamente y entretener a las personas en sus casas. Todo ello, sin contar con las innumerables actividades en pequeña escala (como las ferias), donde la gente busca crecientemente productos frescos y precios bajos.
Por supuesto, muchas industrias han sufrido y sufrirán los estragos de la pandemia. Pero hay otras que se vislumbran como las nuevas gacelas del futuro. Sin embargo la prioridad es salvar vidas. La economía sufrirá sin duda, eso es inevitable.
La propia subdirectora del FMI lo señaló hace pocos días, el mundo entró en recesión, tan o quizás más profunda que la del 2008. Es momento de poner el hombro en la carreta, pero todos, y en proporción a lo que tenemos. Existen industrias que han mantenido ganancias por años (como el sistema financiero, los grandes almacenes, los supermercados, las empresas de telefonía, entre otros). Este es el momento de mostrar su agradecimiento, sacrificando ganancias pasadas e ingresos proyectados.
El sistema financiero puede “congelar” al menos tres meses todos los pagos de créditos de todo tipo (incluyendo tarjetas); no negociarlos, sino congelarlos. Es decir, asumir que abril, mayo y junio nunca existieron. Y regresar en julio –ojalá con un escenario más claro- a cobrar lo mismo de siempre (si tiene un crédito, se corrió tres meses más, sin ningún interés adicional; si tiene tarjeta, continua con sus pagos en julio, como si fuera abril). Claro, eso supone mantener su equipo de trabajo sin entradas. Pero seamos claros, solo un crédito de tarjeta paga 60% de intereses y 40% de principal.
Es momento de sacrificios, no de hacer cuentas. Lo mismo desde el sector público; congelar pagos de luz, agua, teléfono, Internet, y repactar los pagos sin intereses en tres o más meses. También dejar de pagar el bono escolar y que esos recursos sirvan para crear una especie de “seguro de desempleo” por tres meses a quienes perdieron el empleo, la economía informal que dejó de percibir ingresos por la necesidad de quedarse en casa y trabajadores independientes que vieron reducido a cero sus ingresos. El impuesto a los salarios por encima del millón (que debe incluir pensiones de lujo y todos los salarios de universidades públicas, ministros y jerarcas de instituciones públicas y privadas), sería el otro componente de este fondo.
Todo lo anterior permitiría mantener el consumo a flote y ello haría que la economía no pare.
En cuanto a la actividad privada, ese es momento de grandes sacrificios. Ya se sabe de empresas heroicas que han enviado a sus trabajadores a casa con salarios completos. Esto no será indefinido, pero al menos se cuenta con ingresos para hacer frente al consumo que debe sostenerse para no entrar en un declive profundo. Las grandes empresas pueden sostener a su capital humano –con sacrificios, pero ahora si toca- esos tres meses críticos. Pero no gratis.
Hay algo que las empresas nunca (o casi nunca) hacen; detenerse y pensar –con todo su equipo- si lo que están haciendo está bien, si es momento de cambiar, o de hacer las cosas de otro modo.
Este es el momento. Tiene a su equipo de trabajo completo y toda su atención: desarrolle videoconferencias (incluso por WhatsApp) con sus trabajadores y plantee preguntas respecto de cómo imaginan el futuro del negocio. ¿Que podrían hacer si esto vuelve a pasar?, ¿qué estrategias pueden desarrollar para adaptarse lo más rápidamente posible a esos cambios? Que han conversado con los clientes, ¿qué piensan ellos? ¿Qué han percibido en la calle (los pocos que han podido salir)?
Esta es una gran oportunidad para reflexionar junto a sus equipos sobre el futuro, el negocio, los cambios, las nuevas oportunidades. Dese la oportunidad de hablar con ellos sinceramente, y que planteen todo lo que quieran, en esa lluvia de ideas nada es tonto o irrelevante, es un momento de crear casi que desde cero. Escuche con atención, ya que en vez del final de su negocio, puede ser el comienzo de su NUEVO NEGOCIO. Si necesita un facilitador, aquí me tiene a cero costos. Es momento de construir lo nuevo.