Se le atribuye a Vladimir Lenin haber dicho que los empresarios son tan miopes que "nos venderán la soga con la que los ahorcaremos". Lenin estaba cometiendo una simplificación, pero tenía un punto: muchos empresarios están tan concentrados en las ganancias de corto plazo que pierden de vista los cambios que toman lugar de manera más paulatina y que eventualmente pueden llevar a su fin. En otras palabras, no la ven venir.
Se me vino a la mente eso cuando leí una nota de La Nación sobre el apoyo ni tan disimulado que algunos líderes empresariales le están dando a Johnny Araya por ser el candidato que "no representa los extremos". Por un lado, los susodichos empresarios se manifiestan alarmados por la creciente popularidad de José María Villalta y la reconocida empatía de su proyecto político con el socialismo bolivariano chavista. Pero por el otro, dicen no creer en la libertad de empresa "absoluta" porque eso supuestamente atenta contra los pobres. Ergo, apoyan a Johnny Araya que representa un modelo de capitalismo "administrado".
La realidad sea dicha: a estos empresarios no les gusta competir y prefieren un gobernante que les "administre" sus mercados. En palabras de la presidenta de la Cámara de Exportadores, "Puedo decir que a la Cámara le interesa la administración del comercio y no el comercio libre total". Es de esa mentalidad que nace el modelo mercantilista que tenemos actualmente en Costa Rica donde ciertos empresarios y políticos coluden para protegerse mutuamente las espaldas en detrimento de la población en general. Johnny Araya es el candidato mercantilista por excelencia, y prueba de ello es que nominó de candidato a vicepresidente al gerente de una empresa que nunca ha competido en el mercado nacional (ni pagado impuesto de renta tampoco).
Estos empresarios mercantilistas argumentan que su animadversión al liberalismo económico radica en una supuesta preocupación por los pobres. Sin embargo son estos mismos empresarios los que luego publican campos pagados en los periódicos pidiéndole al Banco Central que afloje en su lucha contra la inflación para así mejorar su competitividad vía un colón barato. Son estos mismos empresarios en zonas francas los que no quieren pagar impuestos y prefieren que sean otros los aturuzados con más tributos. Son estos mismos empresarios proteccionistas los que cobran el doble por sus productos de lo que tendrían que cobrar si no estuvieran protegidos de la competencia.
El problema es que a la larga este modelo mercantilista y proteccionista empieza a generar desigualdades y corruptelas que terminan trayéndoselo abajo. Y, por lo que hemos visto en América Latina, el mercantilismo no es reemplazado con un sistema de libre mercado, sino por gobiernos populistas que prometen destruir al empresariado. ¿Quieren un ejemplo? Ahí tenemos a Venezuela. Durante muchos años el empresariado local coludió con la clase política gobernante, adecos y copeyanos, para instaurar un modelo mercantilista altamente corrupto que beneficiaba a unos pocos y dejaba por fuera a amplios sectores de la población. Finalmente vino el líder mesiánico que prometió acabar con el sistema y empezar uno basado en el socialismo del siglo XXI.
Los empresarios mercantilistas costarricenses, que aclaro son un grupo específico y no representan a todos los empresarios del país, más o menos captan que ese proceso ya está en camino en Costa Rica: "Hay fuerzas en segundo lugar descontentas con el manejo del país. Si no nos involucramos para cuidar nuestras empresas, no vamos a tener nada que cuidar en poco tiempo y, si no, pregúntenle a algún venezolano", dijo ayer Marco Cercone en una actividad empresarial donde básicamente endosó a Johnny Araya. Lo que Cercone no ve es el mediano plazo: tal vez la amenaza populista de José María Villalta sea derrotada en estas elecciones, pero si el modelo mercantilista que promete seguir Johnny Araya continúa generando desigualdad, corrupción y descontento, en el 2018 será imparable.
El populismo bolivariano de izquierda es consecuencia directa del mercantilismo corporativista de derecha. Cercone y sus colegas continúan apoyando un modelo que eventualmente conducirá a que les pongan una soga al cuello. Y, si no, pregúntele a algún venezolano.