La polémica sobre los transgénicos ha alcanzado matices absurdos. Como era de esperarse, los grupos ambientalistas pegaron el grito al cielo por la decisión del gobierno de aprobar un permiso para que la compañía Monsanto sembrara dos hectáreas de maíz transgénico en el país. Pero la cosa no quedó ahí: más de una veintena de diputados, encabezados por Luis Fishman y Juan Carlos Mendoza, firmaron una moción pidiéndole al Ejecutivo suspender el permiso. Algunos medios de comunicación no se han quedado atrás y le han dado una cobertura desproporcionada a los argumentos de los opositores. Y ahora hasta la Sala IV ha intercedido aceptando para su conocimiento un recurso de amparo y así suspendiendo temporalmente la autorización.
Debo admitirlo, en los cuatro años y medio que tengo de escribir este blog, nunca había recibido una reacción tan visceral a un comentario como la que recibí a raíz del post que escribí hace dos semanas sobre este tema. Es por eso que decidí volver a tratar el tópico, esta vez repasando los diez argumentos más absurdos que he leído contra los transgénicos (sin ningún orden en particular):
1.- Un estudio de la organización Mundial de la Salud del 2005 encontró que "los transgénicos conllevan riesgos sobre la salud de la población y sobre la integridad del medio ambiente".
Esta famosa cita fue divulgada por los grupos ambientalistas hace dos años cuanto una empresa ligada a Pindeco pidió permiso para sembrar piña transgénica en la zona sur. Lo curioso es que cuando uno lee el estudio de la OMS al que hacen referencia, la frase entrecomillada no aparece por ninguna parte. ¿De dónde salió? ¿O será que los ambientalistas se tomaron una pequeña licencia literaria? Más bien, el estudio de la OMS indica que "Los alimentos GM [transgénicos] actualmente disponibles en el mercado internacional han sido sometidos a evaluaciones de riesgos y es improbable que presenten más riesgos para la salud humana que sus contrapartes convencionales".
La realidad es que no hay NI UN SOLO estudio científico serio que haya demostrado que los cultivos transgénicos representen una amenaza para la salud humana o para el medio ambiente.
2.- Sí lo hay: un estudio de la Universidad de Caen en Francia encontró que el maíz transgénico producía cáncer en las ratas en el largo plazo.
Este es el único estudio que han logrado citar los opositores de los transgénicos. Pero basta una rápida búsqueda por Internet para saber que la investigación de marras fue ampliamente desacreditada por la comunidad científica. Un panel de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés), señaló que "Considerando que el estudio... tiene objetivos de investigación poco claros y dado su diseño, análisis y reporte inadecuados, la EFSA encuentra que no tiene la calidad científica suficiente para un análisis de seguridad".
Una declaración conjunta de seis prominentes científicos franceses criticó al estudio señalando que su principal autor lo diseñó de tal manera que iba a producir los resultados que buscaba (es decir, ratas con cáncer): "Dadas las numerosas lagunas en los métodos y la interpretación, la información presentada en este artículo no puede contradecir los numerosos estudios previos que han concluido que el maíz [transgénico] es inofensivo desde el punto de vista sanitario, como lo son más generalmente, las plantas modificadas genéticamente que han sido autorizadas para consumo de animales y humanos".
Como vemos, el único estudio al que apelan los opositores de los transgénicos ha sido totalmente desacreditado.
3.- La razón por la que no hay estudios científicos es que todos son financiados por empresas como Monsanto y por lo tanto dicen lo que esa transnacional les ordena.
Y empezamos con las teorías de conspiración... Y como toda teoría de conspiración, no es cierta. Un estudio conjunto de las Academias Nacionales de Ciencias (entes públicos) de Reino Unido, Brazil, China, India, México y Estados Unidos encontró que "es crítico que los potenciales beneficios de la tecnología [genética] se pongan a disposición de los países en desarrollo". También, un resumen de 81 estudios financiados todos por por la Unión Europea igualmente señala que las técnicas detrás de los cultivos transgénicos "probablemente los hacen más seguros que la reproducción convencional de plantas". En el 2010 un estudio de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos llegó a la conclusión que "En general, los cultivos GD [genéticamente diseñados] han tenido menos efectos negativos en el ambiente que los cultivos no GD producidos convencionalmente".
Toda esta es investigación pública que no responde a los intereses de ninguna empresa.
4.- En YouTube hay múltiples documentales que muestran los peligros de los trangénicos.
Sí, y también en YouTube puedo encontrar a The Doors cantando "¿Cómo te voy a olvidar?" y a Axl Rose bailando cumbia. También puedo encontrar muchos documentales sobre cómo el hombre nunca llegó a la Luna o que los servicios de inteligencia de Israel estuvieron detrás de los ataques del 11 de septiembre. Si los famosos documentales en YouTube tienen algo de cierto, estoy seguro que podrían referir a un solo estudio que los sustente. Pero como vemos, ese no es el caso.
5.- No se necesita presentar ningún estudio para sustentar la oposición a los transgénicos. Por precaución debemos rechazarlos hasta que estemos 100% seguros de que sean seguros. Además, esos estudios no analizan el efecto a largo plazo de los transgénicos. Como decía Gardel, "Veinte años no son nada".
Este es uno de los peores argumentos que he oído hasta ahora. Luego de asustar sobre las consecuencias nefastas de los transgénicos a la salud y al ambiente, los opositores a estos dicen que no hace falta presentar estudios que demuestren esas historias de horror. "Por precaución" debemos prohibirlos. ¿Precaución de qué? ¿Y hasta cuándo estaríamos 100% seguros según ellos? Como vemos, dos décadas de investigaciones científicas no son suficientes para los ambientalistas, y siempre pedirán más. Con el mismo cuento, los teléfonos celulares o los microondas también deberían prohibirse porque no está comprobado que no producen cáncer en el largo plazo.
Además, el efecto de largo plazo sí ha sido estudiado. Un análisis de 12 estudios sobre el impacto a largo plazo de la alimentación con transgénicos (publicado el año pasado), llegó a la conclusión que "Los estudios reseñados presentan evidencia que muestra que las plantas GM son nutricionalmente equivalentes a sus contrapartes no GM y que pueden ser usadas seguramente como comida o alimento para animales".
6.- Si los europeos prohíben los transgénicos es por algo...
¿Y por qué será? Obviamente no es por ciencia, como demuestra el hecho que investigaciones financiadas por la misma Unión Europea han encontrado una y otra vez que los cultivos transgénicos son seguros.
El motivo por el cual los europeos restringen severamente los transgénicos es múltiple: por un lado tiene que ver con el poderoso lobby agrícola que prefiere no competir directamente con sus pares de otras naciones como Estados Unidos, Canadá, Argentina, Australia, etc., que sí utilizan tecnologías de punta como la biotecnología agrícola. Recordemos que el lobby de los agricultores es extremadamente poderoso en Europa y recibe miles de millones de dólares en subsidios al año.
También, es cierto que sectores importantes del público europeo se oponen a los transgénicos. En parte esto nació luego de los casos de la enfermedad de la "vaca loca" que ocurrieron en 1996. Aún cuando esos episodios no tuvieron absolutamente nada que ver con los cultivos transgénicos, grupos ambientalistas y la prensa sensacionalista europea aprovecharon la coyuntura para ligar los temas y minar la confianza del público europeo en las autoridades regulatorias de seguridad alimenticia. Más aún, el papel que los Partidos Verdes juegan en la política europea a la hora de formar coaliciones (como en el caso de Alemania de 1998 al 2005) hace que muchas veces la agenda de los ambientalistas ―por más divorciada que esté de la ciencia― termine filtrándose en política pública.
De tal forma que hay un alto componente ideológico detrás de la resistencia europea a los transgénicos, como lo ha señalado el académico Les Levidow de The Open University en el Reino Unido, "La agenda anti-biotecnológica agrícola de los ambientalistas adquirió mucho más apoyo en Europa (que en EE.UU), por ejemplo ligando a la comida GM con el escepticismo del público hacia los peligros de la agricultura intensiva y la 'globalización' anti-democrática".*
Pero el fondo del argumento es en sí absurdo: "si los europeos lo hacen, nosotros también deberíamos hacerlo". Suena mucho a "si los europeos tienen cargas tributarias del 50% y llevan sus estados a la bancarrota, nosotros también deberíamos hacerlo". Neocolonialismo mental de primera.
7.- Costa Rica es diferente y no podemos permitir que nuestro ecosistema se vea arruinado por la introducción de los transgénicos.
Memo para la gente que dice eso: En Costa Rica se viene sembrando transgénicos desde hace 20 años. En el país hay 443 hectáreas de algodón, piña, soya y banano transgénicos. También en años recientes se ha cultivado maíz, tiquisque, plátano y arroz modificado genéticamente. Cinco empresas están detrás de estos cultivos: Semillas Olson, D&PL Semillas (Monsanto), Bayer, Semillas del Trópico y Del Monte. Hasta el momento nadie ha logrado documentar y demostrar problema alguno con estos cultivos.
Los ambientalistas quieren asustar como si se tratara de algo nuevo cuando llevamos ya dos décadas sembrando transgénicos. La tecnología ha estado en el país por tanto tiempo que incluso en el 2006 la Universidad de Costa Rica, con financiamiento de la Unión Europea (sí, de los mismos europeos), lanzó el Centro Nacional de Innovaciones Biotecnológicas (CENIBiot) con el fin de potenciar el uso de la biotecnología para la agroindustria nacional. Resulta extrañísimo que ningún ambientalista se haya ido a amarrar frente a la UCR por eso.
8.- Sembrar maíz transgénico no resultará en ningún beneficio para Costa Rica porque las semillas que se producirán serán enviadas a Estados Unidos y ni siquiera se utilizarán para alimentación o transferencia tecnológica para el país.
Este argumento es esbozado por Mauricio Álvarez, presidente de la Federación Ecologista, en el Semanario Universidad y me parece totalmente contradictorio. Primero se quejaban de los supuestos peligros del maíz transgénico para la salud humana. Ahora dicen que este cultivo no beneficia al país porque no será usado para alimentación. ¿Entonces?
9.- Primero muerto antes que comer transgénicos.
Al menos que Usted nunca haya consumido productos Nestlé, Bimbo, Gerber, Coca Cola, Kellogs, Maseca, Nestlé, Pepsi, entre muchas otras marcas, Usted ya lo hizo. Los transgénicos han sido utilizados por más de dos décadas en cientos de productos que consumimos todos los días en Costa Rica. A nadie le ha dado ni siquiera un ataque de caspa por eso.
10.- Usted no estudió biotecnología y por lo tanto no sabe de lo que habla.
¿Y los opositores sí estudiaron biotecnología? Aquí he echado mano a la última literatura científica sobre este tema, el cual he seguido de cerca desde hace 10 años. Aparte de videos de YouTube y citas inexistentes de estudios, ¿a qué apelan los opositores de los transgénicos?
El debate sobre los transgénicos ha apelado a los temores de un público desinformado. Y los ambientalistas han hecho fiesta con los temores de la gente. Si mañana hiciéramos una encuestra sobre si los costarricenses estarían a favor de prohibir el ácido hídrico (un químico incoloro, inodoro e insípido que causa la muerte de miles de personas todos los años por inhalación accidental) en la preparación de alimentos, muy probablemente la mayoría de la gente se manifestaría a favor. El ácido hídrico, por supuesto, es el agua.
No permitamos que la histeria y las manipulaciones de grupos anti-ciencia nos desinformen.
Cita:
* Les Levidow, “The Transatlantic Agbiotech Conflict as a Problem of Opportunity for EU Regulatory Policies” en Robert Falkner, ed., The International Politics of Genetically Modified Food: Diplomacy, International Trade and Environmental Law (Hampshire: Palgrave Macmillan, 2006), p. 127.