¿Y si los costarricenses dejamos de ofendernos, atacarnos, denigrarnos, pisotearnos, insultarnos, maltratarnos, despreciarnos, agraviarnos, desacreditarnos, amenazarnos, descalificarnos, humillarnos, vilipendiarnos, mofarnos, desprestigiarnos, rebajarnos y atropellarnos como lo hemos estado haciendo en las últimas semanas?
Demasiado odio, violencia y arrogancia en las redes sociales. Facebook y Twitter transformados en campos de batalla. Comentarios llenos de cólera en sitios web. Correos electrónicos haciendo gala de groserías. WahtsApp que son un tributo a lo ordinario.
La palabra al servicio de la furia. Los teclados cómplices de la saña. Los posteos olorosos a mala fe. Los mensajes en una fiesta de exabruptos. Las "discusiones" una pelea de boxeo donde se permiten los golpes bajos. El ingenio vestido de pachucada. El sentido del humor maquillado de odio. La respuesta artera, al cuerpo.
A ver quién hunde más profundo la daga del prejuicio, quién corta más músculos, venas y tendones con el puñal del resentimiento, quién daña más órganos vitales con la espada de la burla, quién corta más cabezas con el sable de la patraña.
Somos hermanos, un solo pueblo, alegres, generosos, solidarios, bondadosos, todo amor y apoyo incondicional cuando se trata de la Selección de Nacional Fútbol, las tragedias sobrenaturales como el huracán Otto y la tormenta Nate, o causas humanitarias como los 90 minutos por la vida.
No obstante, la política, la religión, el aborto, la fertilización in vitro, la diversidad sexual, el recorte de gastos públicos como pluses salariales y transferencias y el aumento de impuestos son temas capaces de despertar nuestros más bajos instintos, sacar lo peor de nosotros: los fantamas, demonios, la cacería de brujas.
"Guerra santa"
De la noche a la mañana se desata una "guerra santa" en la que participan muy diversos ejércitos: los dueños de la verdad, los inteligentes, los pensantes, los intelectuales, los iluminados, los únicos que ven la realidad, los que sí entienden el mundo, los que forman parte del bando de los buenos, los que sí aman a Costa Rica, los espirituales, los voceros oficiales de Dios, los inmaculados e impolutos, los de la religión verdadera, los tolerantes...
... Y el país se divide, polariza, distrae, pierde el norte, muerde el anzuelo del pleito de bar o gradería de estadio y olvida los problemas y retos de fondo que impiden atacar los rezagos y atentan contra el desarrollo; tan serios que demandan unidad nacional, que no significa que todos pensemos igual pero sí que contribuyamos en dejar de atizar el fuego y más bien creemos un ambiente social sereno que favorezca la atención seria y responsable del déficit fiscal por parte de los actores políticos, sin lo cual no solo no habrá recursos para financiar la agenda social, sino que pagaremos las consecuencias de tasas de interés más altas.
Es entonces cuando urge hacer una pausa, una tregua, un alto en el camino por el bien de Costa Rica, aceptarnos y respetarnos a pesar de las diferencias, y desempolvar las palabras del filósofo francés nacido en Argelia, Albert Camus (1913-1960): "En el hombre hay más cosas admirables que despreciables" y "Admitir la ignorancia, rechazar el fanatismo, reconocer los límites del mundo y del hombre, el rostro amado, la belleza al fin, ése es el espacio en el que nos reuniríamos de nuevo con los griegos".
Reitero: ¿Y si los costarricenses, en esta hora crítica para el país —debido a la incertidumbre que genera una segunda ronda electoral y un déficit fiscal que nos acerca al precipicio— dejamos de ofendernos y trocamos la intransigencia, el orgullo, la intolerancia, la mezquindad, la negación, el fanatismo y la terquedad por un poco de cordura, respeto, madurez, cabeza fría, sensatez, inteligencia, prudencia, reflexión y empatía?
Cierto, no resolveríamos los problemas de manera automática, pero al menos crearíamos una atmósfera propicia para debatir en serio. Costa Rica lo merece; todos lo necesitamos.