Me refiero, con la pregunta del título, a características muy importantes que van más allá de la experiencia, el dominio de los temas verdaderamente relevantes, los programas de gobierno y los posibles equipos de trabajo.
Respondo de una vez: que sea sensato, cauto, respetuoso, maduro, reflexivo, equilibrado, serio, recatado, razonable, discreto, ponderado, honorable y que posea buen juicio, aplomo, autocontrol, cabeza fría, decoro, señorío. Además, que tenga la lengua conectada al cerebro.
¿Qué no busco?
Contesto de inmediato: que sea temerario, matón, ligero para hablar, estridente, insolente, disparatado, impulsivo, ofensivo, charlatán, precipitado, pendenciero, patán, agresivo, provocador, paranoico, grosero, impertinente, ordinario, déspota y que recurra a los golpes bajos. También, que no se crea inmaculado, un iluminado ni dueño absoluto de la verdad.
Nuestro país no termina de ponerse de acuerdo en torno a temas verdaderamente críticos para su desarrollo presente y futuro como el déficit fiscal, el desarrollo de obra pública, la sostenibilidad del IVM, las pensiones de lujo y otros privilegios, el empleo público, la tramitomanía, la modernización del sistema de transporte público, la generación de empleo, la reforma educativa, los ajustes al modelo de desarrollo (como un mayor impulso al emprendedurismo), la reforma del Estado y la cada vez más complicada gobernabilidad, entre otros temas, como para entregarle la Presidencia a algún político que divida en vez de aglutinar.
Necesitamos un gobernante que sepa escuchar, dialogar, negociar, transar, persuadir, conciliar, convencer, mediar, tejer acuerdos, generar confianza, conseguir aliados; no uno adicto a las imposiciones, discordias, conflictos, tensiones, divisiones, agravios, atropellos y abusos de poder.
Un líder incendiario que no sepa reaccionar de manera mesurada, madura e inteligente —e incluso con fino sentido del humor cuando la ocasión se preste para ello— ante la sana y necesaria crítica ciudadana, el esencial control político legislativo, los imperiosos cuestionamientos de la prensa, las presiones de los distintos sectores, los reveses, la impopularidad, la ausencia de mayoría en el Congreso, los comentarios mordaces, los indicadores que encienden luces de alerta, la independencia de poderes, el enmarañado laberinto de la gobernabilidad, las huelgas y bloqueos, el carboneo de los aduladores y los errores de su equipo de gobierno, no solo atizará las divisiones nacionales, sino que nos condenará a cuatro años de agudo estancamiento y, peor aún, costosos retrocesos.
La historia está llena de ejemplos lamentables...
Confío en que la sensatez ciudadana sea la gran ganadora en las elecciones del próximo domingo.