Es el mismo de los impolutos, inmaculados, ejemplares, impecables, intachables, angelicales, consistentes, honestos, transparentes, santos, rectilíneos, éticos, morales, limpios, castos, probos, rectos, irreprochables, justos, cabales, puros, honrados, íntegros, virtuosos, decorosos, honorables, incólumes, limpios, dignos, respetables, encomiables, auténticos, infalibles.
Únicos con autoridad para señalar, acusar, descalificar, denigrar, desacreditar, vetar, excluir, incapacitar, reprobar, deshonrar, desprestigiar, juzgar, depreciar, censurar, manchar, flagelar, condenar, lapidar.
Ellos sí pueden tirar la primera piedra, cortar cabezas, practicar la cacería de brujas, oficiar como inquisidores, quemar a los impuros, exhibir sus rostros angelicales, expulsar demonios, ahuyentar fantasmas, perseguir herejes y blasfemos, arrojar gente al foso de los leones, exclamar ¡crucifícale!
No sería de extrañar que un día de estos los canonicen, desvelen sus bustos y monumentos en distintos parques, aparezcan placas en su honor, los declaren beneméritos de la Patria, benefactores de la Humanidad, les dediquen calles o avenidas, bauticen estadios y gimnasios con sus nombres, o los asciendan a serafines o querubines.
¿De qué se alimentan?
Resulta fácil reconocerlos.
Están en todas partes.
Abundan en las redes sociales.
No saben pasar la página. Viven anclados en el pasado. Son rencorosos. Coleccionan resentimientos. Huelen a rabias añejas. Poseen un doctorado honoris causa en odio. Aborrecer eternamente es uno de sus vicios. Desayunan inquina, almuerzan encono, cenan ojeriza.
Son quienes se rasgan las vestiduras, elevan el grito al cielo, escandalizan, alborotan, vociferan, trastornan, ofenden, irritan, horrorizan, espantan, consternan, enojan, incomodan, brotan, enferman, aúllan, rugen, truenan, amargan, aturden, fastidian, joroban, agobian, abruman, quejan y lamentan cada vez que una persona que ha cometido un error —lo cual es consustancial a todo ser humano— lo ha reconocido y ha ofrecido disculpas —lo cual no es consustancial a todo ser humano— es tomada en cuenta para una tarea de interés nacional.
A los miembros del Club de los perfectos les gusta ser comprendidos, perdonados y que siempre se les brinde una nueva oportunidad, pero son mezquinos, crueles, miserables y depredadores con sus semejantes.
Triste, muy triste, formar parte de ese club que en lugar de construir, destruye.