En el mundo empresarial hay una meta tácita que moviliza tanto a los negocios como a las personas: el éxito. Incluso asemejamos el éxito a realidades más trascendentes e inmateriales, tales como la felicidad. De hecho, Viktor Frankl anota que “el éxito, como la felicidad, es el efecto secundario inesperado de la dedicación personal a una causa mayor que uno mismo”. En otras palabras, éxito y felicidad no solo aspiran a un bien superior, sino que exigen obrar con integridad: “Quiero que escuches lo que tu conciencia te ordena que hagas y que lo lleves a cabo lo mejor que puedas”.
En cuanto a la felicidad, Aristóteles añade que “Los que obran bien son los únicos que pueden aspirar en la vida a la felicidad”. Pero esa búsqueda no es un destino, sin un camino, cuya travesía es árida, porque “Solo hay felicidad donde hay virtud y esfuerzo serio, pues la vida no es un juego”. Al igual que Frankl, para Aristóteles la vida feliz y la vida exitosa, implican una vida íntegra.
Ahora bien, éxito y felicidad no son fáciles de distinguir, y para ello resulta útil agregar el concepto de plenitud. En mi libro “Integridad 24/7″ expliqué que el éxito está en el orden material, y la plenitud en el orden del ser. Por ejemplo, el éxito radica en el nivel de ingresos, el reconocimiento social, o la cantidad de activos. En cambio, la plenitud está en aquello que nos llena, algo que satisface la existencia, por ejemplo, una persona por la que merece la pena vivir y también sufrir.
Dicho lo anterior, el éxito y la plenitud dependen relativamente de cada individuo. Una persona puede tener mucho dinero, pero estar vacía por dentro; mientras que otra persona puede atravesar necesidades económicas, pero estar realizada personalmente. En consecuencia, la felicidad sucede cuando se combinan lo mejor de ambos mundos: cuando tenemos los bienes suficientes para vivir, y cuando nos realizamos personalmente. Así, la felicidad consiste en tener lo suficiente para vivir y realizarse según las expectativas personales.
Paz y tranquilidad. Desafortunadamente, las ansias del ser humano por ser y tener son insaciables: nunca encuentra un estado perfecto de satisfacción. Por tanto, se abre una brecha entre las expectativas personales y la felicidad, y hasta no lograr un recto equilibrio entre lo que se tiene y lo que se es, no se vivirá con tranquilidad. Entonces podemos decir que ser felices implica obrar bien para alcanzar un cierto nivel de tranquilidad en la vida, cierta paz y satisfacción.
¿Pero qué es la tranquilidad? San Agustín de Hipona afirma que la “Paz es la tranquilidad del orden”, y que “el orden no es otra cosa que una disposición de cosas iguales y desiguales, que da cada una su propio lugar”. Es decir, únicamente cuando encontremos la justa medida entre lo que tenemos (el éxito) y lo que somos (plenitud), alcanzaremos más que una vida feliz, una vida tranquila. Tener menos que otros, o lograr más que los demás en ciertas dimensiones de la vida, no debería perturbarnos, porque sabemos vivir pacíficamente según nuestras circunstancias. Por tanto, más que la felicidad en esta vida, podría resultar más lógico afirmar que deberíamos apuntar a la paz y a la tranquilidad personal como metas cotidianas, en el día a día.
Para resumir lo anterior, puede servir lo que escuché alguna vez: la felicidad es como extraviar el celular y luego de buscarlo por todas partes, aparece en el bolsillo del pantalón. Aunque estaba con nosotros, no lo veíamos, y lo descubrimos tarde. O sea, quizá el propósito del ser humano no sea emprender una búsqueda implacable de la felicidad, el éxito, la plenitud, la tranquilidad o la paz, sino simplemente reconocer que las tenemos al lado. O como resume Frankl, “La felicidad debe suceder, y lo mismo vale para el éxito: hay que dejar que suceda sin preocuparse por ello”.
Roy es doctor en Gobierno y Cultura de las Organizaciones. Es asesor en procesos de capacitación corporativa, para áreas como negociación, ética, trabajo en equipo, estrategia e innovación. Es profesor de la Escuela de Negocios de la UCR y autor del libro "Integridad 24/7: ¿cómo liderar siempre?”.
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