Mientras unos la consideran útil pero peligrosa, otros consideran que la tendencia electrofitness (recibir estïmulos eléctricos mientras se realiza ejercicio) es de plano inefectiva.
Uno de ellos es el experto de fitness en Men's Health Guillermo Alvarado, quien critica el funcionamiento de base del sistema, que recluta las fibras musculares de forma opuesta a la que se da de manera natural o voluntaria y sin hacer uso del cerebro para ello.
Eduardo Sieso, experto en Biomecánica y profesor del Máster en mecánica del ejercicio de Resistance Institute, lo pone en estas palabras: “Para nada me sirve alcanzar mayor frecuencia de estimulación si las adaptaciones fisiológicas son totalmente diferentes a las necesarias para una vida real y funcional. Mientras haya músculos y articulaciones que podamos mover de forma activa, no veo ninguna necesidad de “puentear” al pobre sistema nervioso. Por lo que me cuentan ni siquiera las sensaciones son demasiado agradables”.
Alvarado, quien es entrenador de la National Academy of Sports Medicine (NASM), también cuestiona los estudios donde se afirma que se han logrado mejoras en la aptitud física de quienes se ejercitan en esta técnica, en especial, los que la han probado con deportistas. “No es por desmerecer a estos deportes (ping pong y volley) y sus practicantes pero si la evidencia fuera tan clara ¿No creen que estos chalecos de EMS habrían llegado antes a los deportes mayoritarios donde se mueve mucho más dinero como el fútbol, o en Estados Unidos, donde en estos temas suelen ir un poco adelantados, a deportes como Fútbol Americano, Basket, Baseball o Hockey?”.
Algunos de los vendedores de estos productos afirman que EMS sirve para bajar de paso y algunos incluso se atreven a decir que se puede quemar grasa de forma localizada, lo cual es imposible. En palabras Alvarado, “esto demuestra que son perfectamente conocedores de las inquietudes de sus clientes pero no del funcionamiento del cuerpo humano. No porque el depósito de un coche esté más cerca del motor va a consumir más gasolina”.
De hecho, la FDA (Food and Drug Administration), el organismo gubernamental de EEUU encargado de velar por la seguridad de los consumidores, califica de “publicidad engañosa”, esa y otras promesas que hacen los que comercializan estos equipos. Entre ellas figuran la eliminación de la celulitis y la posibilidad de quemar más de 2.000 calorías en una sesión de 20 minutos. “¿Puede fisiológicamente el cuerpo quemar tanta energía? El metabolismo energético humano es incapaz de metabolizar 2.000 calorías en veinte minutos. Ni siquiera un deportista profesional podría. No estamos predispuestos genéticamente para ello”, señala González Haro.
Los críticos menos severos lo que indican es que podría ser una técnica complementaria al ejercicio tradicional: “la electroestimulación sirve como ayuda y colabora con el mismo en el rendimiento, el incremento de la masa muscular y la fuerza. La electroestimulación no sustituye a la práctica deportiva natural, ni es igual de efectiva”.
Yo, personalmente, no sé si me atrevería si quiera a esa posibilidad, considerando los peligros que están relacionados a la técnica y que, a diferencia de las lesiones asociadas a ejercicios intensos y de alto impacto, son riesgos que uno no está en poder de controlar.
Nicola A. Maffiuletti, fisiólogo con más de 15 años de investigación sobre la electroestimulación, coincide con mi criterio. “Conforme el trabajo aumenta demasiado (algo que es difícil de controlar en cada individuo que utiliza esta tecnología), el riesgo de excesivo daño muscular y de activar órganos cercanos a los músculos activados, como por ejemplo el corazón, es muy alto. El beneficio no compensa el riesgo”.