La semana pasada hablábamos de una consecuencia negativa de ser un fiebre del gimnasio: el sobreentrenamiento y de cómo se manifiesta
Sin embargo, no hablamos de las causas.
En algunos casos pueden ser personas que empiezan a sentir que su rendimiento se estanca o decae y empiezan a entrenar con más intensidad esperando, con ello, enmendar esa situación sin percatarse de que más bien la empeoran.
Pero en otros casos puede no ser algo circunstancial y más bien ser un trastorno de la persona, una obsesión.
Los vigoréxicos son personas que tienen una imagen corporal propia distorsionada porque se perciben menos musculosos de lo que realmente son.
Así, recurren a un sobreentrenamiento con pesas, al que dedican cuatro horas por día o más e incluso se pierden de actividades sociales o laborales para poder mantener ese régimen de ejercicio.
Las repercusiones de ello son físicas y mentales, pero no se manifiestan a corto plazo, explica Javier Lavandeira, educador físico que entrenó al Deportivo de La Coruña en España.
Esto porque el cuerpo humano está preparado para ir superando el umbral del esfuerzo gracias a su capacidad de adaptación.
En el proceso también influye la liberación de endorfinas, hormonas que contrarrestan el dolor o la sensación de cansancio extremo que el ejercicio intenso y prolongado produce en el deportista.
“Además del efecto de disminución del dolor, la secreción de las endorfinas lleva a una sensación de euforia. Esto se nota claramente en el sentimiento de bienestar que nos inunda cuando terminamos de hacer algún deporte”, explica Carlos Martell, médico y profesor de morfofisiología.
Así, cuanto más ejercicio se haga, más endorfinas se liberan, lo cual permite mantener la adicción.
La desproporción muscular que ocasiona el sobreentrenamiento provoca deformaciones óseas, problemasarticulares, desgaste muscular, desgarres y esguinces, sobre todo en los miembros inferiores; pero la vigorexia también ocasiona otros problemas menos visibles, como mareos, dolores de cabeza, taquicardias y hasta convulsiones.
Incluso, se considera más mortal que la anorexia, porque frecuentemente se produce atrofia del músculo cardíaco, lo que les puede ocasionar un paro.
Además del ejercicio extremo, suele haber un consumo desmedido de proteínas y carbohidratos y, en algunos casos, de sustancias anabólicas, como los esteroides.
Esta mala alimentación suele ocasionar daños en el organismo y trastornos metabólicos, más aún si se utilizan anabólicos.
Lesiones hepáticas, fallo renal, disfunciones eréctiles, cáncer de próstata, caída del cabello, resequedad en la piel, dificultad para mantener la temperatura corporal, problemas cardíacos, irritabilidad podrían ser algunas de las consecuencias.
¿Qué hacer? Buscar ayuda. Un entrenador personal que layude a crear un programa de ejercicio adecuado y saludable, un nutricionista que le ayude a aprender a alimentarse balanceadamente y según sus necesidades y un psicólogo o psiquiatra, en algunos casos, que le ayude a corregir la distorsión en la imagen y la obsesión que lo lleva a sobreentrenarse.