
Empecé la mañana con el pie izquierdo. Primero fue el coffee maker. No fue lo único que se descalabró ese día.
Me levanté a las 5 a.m. y voy como sonámbulo a la cocina. Lavo los utencilios, preparo todo y al regreso veo que no hay café.
¿Será que no apreté el botón de encendido? Ya me había pasado. ¿A quién, no?
Oprimo el botón de nuevo. Desde la sala -donde reviso el celular mientras- no escucho el ruido usual del café chorreando.
Vuelvo a encender el coffee maker y espero. Se apaga solo. Otra vez y pasa lo mismo.
El día sigue. Apenas empieza. Hoy dependemos de las máquinas, los equipos y los dispositivos en todo momento del día.
Cuando fallan, suelen estropearse en cadena y prueban nuestra paciencia. Si algo más puede salir mal, saldrá mal. Es la Ley de Murphy.

En esa misma mañana falló el móvil.
Hace unos día tuve que comprarle cargador. El que tenía se había dañado en dos lugares. ¿En qué momento pasó esto? Ni idea. Uno le ve un ligero corte y luego ese rasguño se convierte en una grieta como el surco del río Virilla entre Heredia y San José.
En menos de una semana hay otro problema y éste no se arregla colocando el celular y el cargador de forma que se conecten los pequeños cables para que pase la electricidad.
Estoy chequeando las redes sociales y de pronto las letras y los íconos de las apps se ven dobles.
¿Seré yo? Reviso la computadora, los muebles, las bibliotecas que tengo en la sala, la calle. Todo nítido. No es mi vista. ¡Aleluya!
Apago el móvil y lo vuelvo a encender. Lo mismo. Lo dejo un rato en reposo y lo reviso en la tarde. Nada. Es la pantalla.

En la noche voy a encender el televisor. Es temporada de las semifinales de la NBA y algunos partidos han estado emocionantes.
Busco en el canal en que pasan el partido del día, pero el menú se queda congelado. Apago y enciendo la pantalla. Sigue igual.
En otro intento, el servicio se reinicia. El codificador para canales de alta definición se desconfiguró y ahora aparece un anuncio con un número telefónico al que llamar.
Resignación. Nada de eso es una tragedia, solo son pequeños contratiempos.
De todas formas no debería trasnochar. Al día siguiente tengo que levantarme más temprano para entrenar y luego llegar al trabajo con anticipación. La agenda está cargada.
Suena la alarma. Me quedo unos instantes pereceando y de repente me doy cuenta que algo va mal.
Vuelvo a ver el reloj y es una hora más tarde de lo que había planeado despertarme.
¿Será que me dormí después de apagar el despertador? Habría sido en un santiamén.
Me levanto y reviso la hora programada.
No, no me había dormido.
PD: El televisor se arreglo solo (ni me pregunten cómo), tengo coffee maker nuevo y el celular anda con pantalla sustituta.